martes, 19 de agosto de 2025
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León XIV ya no necesita convencer a nadie de que es profundamente mariano

Tras 100 días de pontificado, los gestos marianos de León XIV no solo se repitieron, sino que ya convencieron a todos con el sello de la autenticidad.

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Foto: Vatican News

Redacción (19/08/2025 16:12, Gaudium Press) Tras poco más 100 días de pontificado, los gestos marianos de León XIV no solo se repitieron de forma abundante, sino que ya convencieron a todos con el sello de la autenticidad.

Antes de ser Papa, el mundo entero lo vio entonando el rosario y las letanías lauretanas, cuando las vigilias en la Plaza de San Pedro por la salud del anterior Pontífice.

Ya en su primera aparición pública, como el 267º Papa de la Iglesia, Robert Prevost aludió con visible sentimiento a la Virgen de Pompeya en su discurso, y a ella confió no solo su ministerio petrino, sino toda la Iglesia.

Dos días después de ser elevado al solio pontificio, el 10 de mayo, León XIV hizo su primera salida del Vaticano hasta el Santuario de la Virgen del Buen Consejo, un lugar regentado por sus hermanos agustinos y que ha estado en el corazón de varios papas. Volvió allí a encomendar a la Virgen todo su mandato, y le pidió “luz y sabiduría”.

El 11 de mayo, en su primer Regina Coeli, el Pontífice sorprendió a los fieles reunidos en la Plaza de San Pedro, al entonar él mismo y en latín el canto mariano: “Reina del Cielo, alégrate, aleluya; porque el Señor a quien has llevado en tu vientre…”.

El 25 de mayo, en su ida a la Basílica de San Juan de Letrán, para la toma de posesión de esa catedral de Roma, el Pontífice una vez más dejó claro en la homilía que ponía su misión bajo la protección e intercesión de la Madre de Dios.

Es claro que este amor a la Virgen, se nutre del afecto específico que tiene la orden agustina por la Madre del Salvador, a quien veneran especialmente bajo la advocación de la Madre de la Consolación. Cuenta la tradición que viendo a Santa Mónica abalada por la vida disoluta de su hijo, la Virgen María la visita y le entrega una correa como señal de consuelo. Después de la conversión, el propio San Agustín adopta la correa como símbolo de su nueva vida, y pasa esta herencia a toda la comunidad que él fundó. De esta manera, la Virgen está ligada a la historia de la conformación de la orden agustina, y de esta savia, se sigue nutriendo el actual Papa.

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