viernes, 22 de noviembre de 2024
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Levántate Señor, defiende tu causa

Quieren hacer desaparecer, a los ojos de los hombres, las piedras vivas de la Civilización Cristiana. No soportan, en su maldad diabólica, su existencia. Temen que el santo esplendor de ellas atraiga los corazones de los hombres de hoy, inmersos en la tristeza de un mundo entregado al pecado, hacia las cosas del Cielo.

jesus decapitado 1

Redacción (13/02/2022 11:53, Gaudium Press) Si volvemos nuestros pensamientos a los momentos de la caída del “muro de la vergüenza” o “cortina de hierro” (1989), que dividía la ciudad de Berlín de su lado occidental con el “paraíso” oriental – del cual para salir había que arriesgar la vida -, parece que sintiéramos los gritos de júbilo presenciando la alegría de aquellos que salían de esa verdadera “cárcel”, al reencontrarse con sus familiares y amigos después de tantos años de cruel separación. Todo ampliamente reflejado a través de los medios de comunicación en fotos o filmaciones. Fue uno de los principales sucesos del siglo pasado.

Iniciada esa nueva situación, que dividió por casi 30 años la capital alemana, muchos afirmaban: “se acabó la persecución”, “la llamada ‘Iglesia del silencio’ ya podrá practicar su fe a la luz del día en plena libertad”, “es el fin de una era histórica, para Europa y el mundo”. De mi parte, pues, no respondería tan firmemente, por más que a primera vista pareciera que así ocurriría.

La táctica cambió, se fue desarrollando otra persecución que podríamos calificar de “blanca”, que no se siente, pero que actúa – como decía el líder católico brasileño del siglo pasado, Plinio Corrêa de Oliveira –, “de una forma impalpable, sutil, penetrante, como si fuese una poderosa y temible radioactividad”; ante la cual todos sienten sus efectos, pocos consiguen darle nombre.

Es lo que asistimos, un proceso continuo de descristianización y de pérdida de valores humanos esenciales que resulta preocupante. El hedonismo penetra en todos los ambientes conmocionando la institución de la familia; el consumismo hace de los hombres, llamados a ser “pobres de espíritu”, “ricos de espíritu”; la pornografía va destruyendo la pureza de los corazones de los mayores y manchando la inocencia de niños y preadolescentes; los medios electrónicos de comunicación roban espacio a Dios y al convivio familiar, y tantas otras cosas más.

Quedamos asustados al recordar la profética advertencia de Benedicto XVI en la homilía de la misa Pro eligendo Pontífice (18-4-2005) en la que afirmaba, ante los nuevos vientos de doctrina, corrientes ideológicas y modas de pensamiento: “la pequeña barca de muchos cristianos ha sido zarandeada a menudo por estas olas”.

Como efecto de estos “vientos” el número de católicos, especialmente en zonas tradicionalmente cristianas, ha disminuido. Se fueron atenuando los signos del Evangelio como una vela se apaga ante la falta de oxígeno.

La “persecución blanca”

Y si fuera sólo esto… A esos tiempos idos de persecución violenta, a los que vivimos de “persecución blanca” a través de una revolución cultural que parece arrastrarlo todo, se suman otros acontecimientos que muestran crecientes actitudes de odio e intolerancia contra los verdaderos cristianos, sus templos, sus imágenes, sus símbolos.

En China, más de 500 cruces de las iglesias de la provincia de Anhui han sido eliminadas, quitando el símbolo cristiano de la mirada pública. En España no solo cruces son derribadas, también otros monumentos religiosos se encuentran en peligro. La Organización para la Seguridad y Cooperación en Europa publicaba estadísticas: 595 casos de crímenes de odio en 2019 teniendo como objetivos blancos cristianos. El país de mayor número de estos ataques fue Francia, con 144, seguido de Alemania, España e Italia. La destrucción de imágenes de la Virgen en Europa se volvió común. En Polonia cuatro capillas del rosario fueron vandalizadas con graffitis ofensivos, también fueron atacadas cuatro estatuas de San Juan Pablo II. Preocupa el crecimiento de los ataques incendiarios, en Francia hubo al menos 20 contra iglesias.

En la costa de Colombia fueron decapitadas imágenes de San José, de la Virgen María y de Santa Laura Montoya. En Argentina, una imagen de la Inmaculada de los patios de la catedral de Santa Fe fue descabezada. En Canadá, en la Diócesis de St. Sault Marie, imágenes de un Vía Crucis en la Gruta de Lourdes de Sudbury, Ontario, fueron descabezadas y cercenadas. Una turba de manifestantes, en su mayoría encapuchados, rompió todo tipo de mobiliario e imágenes y profanó el Santísimo en un templo en Talca, Chile. La parroquia de San Alfonso, en Fresno (Estados Unidos), fue profanada ocasionando graves daños al sagrario y en su interior. La Iglesia de la Natividad de Burke, en Virginia (Estados Unidos) reportó que su gruta dedicada a la Virgen de Fátima sufrió la destrucción irreparable de sus sagradas imágenes, que representaban las apariciones a los tres pastorcitos. En Estados Unidos se han producido al menos 117 incendios provocados, estatuas decapitadas, extremidades cortadas, aplastadas y pintadas, lápidas desfiguradas con esvásticas y lenguaje anticatólico y otros actos de destrucción y vandalismo en 29 estados desde mayo de 2020.

La organización Puertas Abiertas publicó su informe anual sobre la persecución de los cristianos, en 2021. Fueron asesinados 5.898, 3.829 secuestrados y 5.110 iglesias o templos destruidos o atacados.

No podemos dejar de resaltar el aparecimiento, en ciertos países, de leyes que impiden la normal práctica de la fe cristiana. Se llegó a intentar, a través de un documento interno de una Comisión – si bien que no fue logrado por las reacciones provocadas -, de impedir el uso de la palabra Navidad en la Comunidad Europea.

Iglesias incendiadas, imágenes decapitadas, sagrarios sacrílegamente violentados, cristianos asesinados en diversos países por la simple razón de ser anunciadores del Evangelio.

Lo que dice la Escritura

Preocupante situación que nos lleva a recordar el Salmo 74 que pregona: “¿Por qué, ¡oh Dios!, nos tienes siempre abandonados?”, “con martillos y mazas destrozaron todas las esculturas”, “prendieron fuego a tu santuario, derribaron y profanaron la morada de tu nombre”. “Pensaban, acabaremos con ellos, e incendiaron todos los templos del país”, “ya no vemos nuestros signos ni hay profeta: nadie entre nosotros sabe hasta cuándo”. Exclamando finalmente: “Levántate, Señor, y defiende tu causa”, “que el enemigo te ultraja, que un pueblo insensato desprecia tu nombre”.

Muchos se preguntarán el porqué de tales actos de vandalismo contra edificios y sus imágenes. Reflejo del pasado cristiano son las bellas iglesias que quieren destruir, las imágenes que representan a Dios Nuestro Señor, a la Santísima Virgen y a cuántos santos del pasado. Piedras vivas de la Civilización Cristiana que quieren hacer desaparecer de los ojos de los hombres. No soportan, en su maldad diabólica, su existencia. Temen que el santo esplendor de ellas atraiga los corazones de los hombres de hoy, sumidos en la tristeza de un mundo entregado al pecado, hacia las cosas del Cielo.

La promesa de Nuestro Señor Jesucristo a San Pedro: “las puertas del infierno no prevalecerán contar ella” (Mt 16, 18), resalta la inmortalidad de la Iglesia; suceda lo que pueda suceder, en medio de humillaciones y persecuciones, nos alienta a considerar que siempre la Santa Iglesia renacerá con más fuerza de la que tenía anteriormente y dando mejores frutos a través del tiempo.

(Publicado originalmente en La Prensa Gráfica de El Salvador, 13-2-2022).

Por el P. Fernando Gioia, EP

www.reflexionando.org

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