sábado, 14 de junio de 2025
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Los Católicos sin Biblia: una mirada crítica a nuestras parroquias

Mientras el Mundo católico constata los males de un catolicismo sin Biblia y sin catecismo, damos una mirada a lo que San Jerónimo, los fariseos y San Ambrosio nos enseñan hoy.

19001 FL

San Jerónimo por Alonso Sánchez Coello – Monasterio del Escorial, España

Redacción (13/06/2025, Gaudium Press) Cuentan sus contemporáneos, que san Jerónimo no era muy amable ni ameno. De temperamento difícil, el Santo no se caracterizaba por formulaciones dulzonas, ni por ahorrar en sus oyentes las sensaciones fuertes, ocasionadas por alguna de sus contundentes sentencias.

Seguramente ciertos de nuestros coetáneos, tan ávidos de medios tonos, indefinidos por antonomasia, y siempre prontos a tildar de grosería todas aquellas verdades que los incomodan, no dudarían de etiquetar como imprudente el directo lenguaje de un san Jerónimo.

Nocivo”, «falto de tacto’, ‘ofensivo’ serían los calificativos inmediatos, o más bien, como ciertos adalides de filosofías en descrédito, acusarían al santo de una ‘excesiva toxicidad masculina’ olvidando que la naturaleza aborrece los vacíos y que cuando la falta de afirmatividad y definiciones son pandemia, los hombres se afeminan, las mujeres se masculinizan y la humanidad, entristecida, se empobrece.

Lo cierto es que a San Jerónimo se debe la célebre y lapidar frase: «Ignorar las Escrituras es ignorar a Cristo.”

Simple, concisa y llanamente, el Santo originario de Dalmacia nos advierte contra esa tendencia, omnipresente en varias generaciones de católicos, consistente en un paupérrimo conocimiento de la Biblia.

Curiosamente, al contemplar loe Evangelios podemos constatar no sin sorpresa, una curiosa realidad: ni los tibios discípulos, ni los agresivos fariseos, ni los viperinos escribas ni los corruptos miembros del Sanedrín… ninguno de ellos, ignoraba las Escrituras.

Por el contrario. Los discípulos, en sus vaivenes, eran capaces de ver en el Salvador al ‘profeta poderoso en obras y palabras’ (Lc 21, 19) precisamente porque conocían las Escrituras.

Irritaba a los fariseos el constatar cómo Jesús no solamente explicaba con propiedad los textos antiguos, sino que los cumplía, interpretaba y daba a la Verdad Revelada hasta entonces un sentido completo e inédito, mas allá de lo imaginable. Y esto por qué? Porque los fariseos conocían ampliamente las Escrituras.

Los astutos escribas, por su parte, tan capaces de distorsionar la Ley para cumplir sus pérfidas artimañas no lo hacían desde una torva ignorancia… Al contrario. Sus torcidas racionalizaciones partían, paradójicamente, de un amplio conocimiento de las Escrituras.

Finalmente, no fue sino basándose en las Escrituras, que los ancianos y el Sumo Sacerdote condenaron a Jesús como reo de crucifixión.

En suma; confrontados ante discípulos, escribas, fariseos y ancianos… qué podríamos decir de nuestros católicos contemporáneos, cuya masiva ignorancia de la Escritura y del catecismo tan fácilmente puede constatarse en bautismos, confirmaciones, casamientos y otras funciones parroquiales?

Basta ver el perfil de ciertos ‘padrinos’y ‘madrinas’ para percibir que los tibios discípulos, los iracundos fariseos, los viperinos escribas y los corruptos sinedritas se volverían horrorizados y con desprecio frente a tantos ‘católicos culturales’, con el mismo desdén conque despreciaban a los paganos, ignorantes de las Escrituras…

Seremos lo que somos- afirmarían en un raro acto de sinceridad – pero ese pecado no lo hemos cometido.”

* * *

Si es verdad que estos calamitosos tiempos deletrean una profunda orfandad espiritual, lastimosamente manifiesta en la ignorancia bíblica y catequética a que nos referimos, lo más desconcertante es una confusión que la llamada post-pandemia del 2020 no ha hecho sino acentuar: a pesar de estar físicamente presentes en los bancos dominicales, muchos de nuestros parroquianos se llaman a si mismos católicos pero en realidad viven y piensan como Luteranos liberales; y- a pesar de diametralmente opuestos tanto en liturgias como en horarios, muchos de los llamados ‘católicos conservadores’, viven y piensan como calvinistas reformados.

A estas alturas, invitamos a nuestros lectores a no dejarse deprimir por tan oscuros horizontes, ni permitirse caer en el error de los cínicos, que disfrazaban detrás de la acérrima crítica de sus semejantes sus propias inconsistencias y limitaciones.

Apuntemos en cambio al célebre san Ambrosio, célebre Obispo de Milán ,instrumental en la conversión de san Agustín, ese Padre de la Iglesia cuya estatura ilumina los siglos, cuyo descendiente espiritual gobierna presentemente la Cátedra de Pedro.

En efecto, en su epístola 49, San Ambrosio apunta a una bellísima y sapiencial solución, para remediar las heridas abiertas en nuestras filas parroquiales:

Cuando tomamos con fé las Sagradas Escrituras en nuestras manos y las leemos con la Iglesia, el hombre vuelve a pasear con Dios en el Paraíso”

Sea entonces esta sencilla máxima que nos ayude a construir esa Fé sólida, basada en las Sagradas Escrituras, ferviente, leal e incorruptible, que transformó a los tibios apóstoles en luminarias invencibles, ante las cuales los astutos escribas y fariseos se eclipsaron, los sanedrines se cubrieron de impotente vergüenza y los Imperios, vencidos, pasaron a confesar en voz alta esa primera palabra que anuncia el estandarte de la verdadera Fe Católica: “Creo…”

Por Gustavo Kralj

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