Los jesuitas hacían apostolado con los hurones del Canadá, que fueron casi exterminados por los iroqueses.
Redacción (28/07/2022 16:41, Gaudium Press) Por estos días en que el Papa visita el gran país canadiense, y en los que la presencia indígena en todas las celebraciones ha sido muy marcada, Pablo Ginés ha querido recordar en ReligionEnLibertad a los mártires canadienses, 8 jesuitas a quienes ese país debe mucho de su fe católica. Fueron ellos asesinados por indios iroqueses en el sur del Canadá, entre 1642 y 1649. Los jesuitas hacían apostolado con los indios hurones, indios que fueron casi exterminados por los iroqueses.
Se basa Ginés en el clásico libro del jesuita alemán Adolfo Heinen Entre los pieles rojas del Canadá, publicado en 1930 y reeditado por estos días por la Fundación Maior.
Recuerda pues que el P. Isaac Jogues fue hecho preso por los iroqueses en 1642, a quien nada más de apresarlo le destrozaron casi todos los dedos. Contaba este sacerdote que vio como los iroqueses asaban a fuego lento a niños pequeños y aún vivos de la tribu algonquina. Él vio como mataron al jesuita René Goupil, primer mártir jesuita en Canadá.
El Padre Jogues, mientras trabajaba como esclavo, consiguió bautizar a 70 indios prisioneros de los iroqueses. Sintiendo que lo iban a matar, consiguió escapar a Francia con la ayuda de un comerciante holandés.
Regresa el P. Jogues a Canadá en 1644 y consigue, gracias en buena medida a los conocimientos que había adquirido del idioma iroqués, pactar la paz entre los hurones y sus aliados franceses con los pendencieros iroqueses
Creyéndose protegido por esa paz de 1645, el P. Jogues es enviado a territorio iroqués a fundar una misión. Pero estos indígenas estaban otra vez en pie de guerra, y culpaban a los “mantos negros” (jesuitas), de propagar enfermedades y extender plagas en los cultivos.
Toman estos indios nuevamente como esclavo al P. Jogues, lo vuelven a torturar, le cortan trozos de carne de sus brazos y hombros y se los comen delante de él. Finalmente, el 18 de octubre de 1646 le clavan un hacha en su cabeza, y luego le cortan la cabeza y la clavan en una lanza. Hacen lo mismo con su compañero laico Jean de La Lande. Esa sangre daría ahí directamente sus frutos: esa tribu en concreto, los mohawis, se convertiría dos décadas más tarde. Incluso su asesino se haría dulce cristiano.
Guerra iroquesa contra los hurones
En 1647, y teniendo como abastecedores de armas a los protestantes holandeses, los iroqueses la emprenden contra los hurones, que tenían poco apoyo francés. Prácticamente los exterminaron. Muchos de ellos ya eran cristianos o catecúmenos. Cinco sacerdotes de los 18 jesuitas que trabajaban en las misiones de los hurones, serían martirizados en los dos siguientes años.
El P. Antoine Daniel murió en 1648 por heridas de flecha y de bala en la capilla de su misión.
El P. Jean de Brébeuf, y el P. Gabriel Lalemant fueron asesinados por los iroqueses en marzo de 1649, mientras atendían a enfermos y heridos en una aldea hurona. Pero antes de matarlos los sometieron a una sádica tortura: les arrancaron las uñas, los golpearon con garrotes, les cortaron las manos a la par que se las atravesaban con punzones. Los regaron con agua hirviendo, en acto que quería hacer burla del bautismo cristiano, mientras pronunciaban explícitos sarcasmos contra el sacramento de iniciación cristiana.
Al P. de Brébeuf, que insistía en hablarles del Dios cristiano a pesar de sus heridas, le cortaron primero la nariz y luego los labios. Finalmente le arrancaron el corazón. Al P. Lalemant le sacaron los ojos y le hundieron carbones encendidos en las cuencas ya vacías. También a este le sacaron el corazón aún palpitante, se lo tragaron crudo y bebieron la sangre del sacerdote, en una crueldad con ribetes satánicos.
Después de haber asesinado a estos sacerdotes, los iroqueses quisieron hacer un ataque más osado contra la misión de Santa María de los Hurones, que era por así decir el cuartel general de los jesuitas en Canadá, y su última base en el territorio hurón.
Los hurones opusieron férrea resistencia. Las bajas eran numerosas de ambos bandos, pero finalmente los iroqueses se retiraron, no sin antes prender fuego a todo lo que se atravesaba a su paso, fueran cultivos o aldeas. A los prisioneros los quemaron. Por la quema de los cultivos, los jesuitas se vieron a gatas para alimentar a la gente. Al final, tuvieron que abandonar esa misión.
Otros dos mártires jesuitas fueron los padres Noël Chabanel y Charles Garnier.
Ellos misionaban junto a los indios “tabaqueros”, que se reunían en 8 aldeas fuertes que no habían sido escenarios de combates.
Pero los iroqueses fueron hasta ellos.
Muerto por un propio convertido
Entonces los tabaqueros se aprestaron a enfrentarlos pero los iroqueses los burlaron y se dirigieron a la misión San Juan que había quedado desprotegida. El P. Garnier recibió disparos mortales mientras bautizaba rápidamente a los catecúmenos antes de que los mataran. Como aún se movía, los indios iroqueses le dieron dos hachazos en la cabeza.
El día del ataque no se encontraba allí el P. Chabanel, que estaba con un grupo de tabaqueros viajando. En la noche fueron atacados por iroqueses y todos se desperdigaron. Nunca lo encontraron, pero tiempo después un hurón apóstata dijo que él mismo le había dado muerte porque desde que se había hecho cristiano solo había sufrido desdichas.
En el verano de 1650 los jesuitas que quedaban y 300 hurones hicieron un viaje de 300 leguas hasta Quebec, como única forma de sobrevivir. Después llegaron 400 hurones más. 10 años antes, los hurones habían alcanzado a ser 10,000.
Esta etnia cuenta hoy conalrededor de 3,000 personas, y van a misa en la parroquia de la Virgen de Loreto en Wendake, Quebec.
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