“Ya salió el fanático de María Antonieta y sus Trianones y Versalles, afirmará mengano…”
Redacción (18/08/2024 18:17, Gaudium Press) Es claro, de acuerdo al pensamiento de Plinio Corrêa de Oliveira, que los objetos, los ambientes, y en definitiva todos los seres o conjuntos de seres, portan su “mensaje”, emiten su propio “lenguaje”, aunque no sea este de palabras.
Por ejemplo, los jeans.
Cuenta la historia que ellos fueron creados cuando un minero le contó a Levi Strauss que los pantalones que usaba en su duro trabajo fácilmente se descosían y dañaban, y desde entonces este fue pensando en unos que resistieran ese fuerte trajín. Hoy en día ellos son universales, sobre todo los días o momentos de descanso, pero cada vez más colonizan las jornadas laborales, pues son ‘descomplicados’, ‘no requieren mucho cuidado’, son ‘resistentes’, ‘durables’, ‘prácticos’, etc., etc.
Entre tanto es claro que los jeans emiten un mensaje, que puede ser el del igualitarismo (todos son iguales, desde el empresario hasta el obrero, todos usan jeans…), el de la resistencia por encima de la delicadeza y hasta de la belleza; el de la ‘practicidad’ como opuesta o superior al refinamiento; el de la ‘naturalidad’ o ‘espontaneidad’ por encima de la ‘artificialidad’ de trajes más delicados o que requieren mayor esfuerzo para ser bien portados; etc.
Si los jeans emiten esos mensajes, entonces estos pueden no ser siempre buenos.
Por ejemplo, el mensaje del igualitarismo sería un absurdo, pues si bien es cierto que todos los hombres son iguales en esencia, también lo es que no lo son en sus importantes accidentes: no es lo mismo ser acólito que ser Papa, y el Papa, que tiene la responsabilidad y el encargo de guiar a todos los fieles de la Tierra al Cielo —la mayor misión encomendada a un hombre— merece y debe revestirse con las exterioridades que expresen a los hombres la dignidad suprema de su cargo, para, entre otras razones, favorecer el sano respeto de los fieles hacia su figura. Un Papa que buscase revestirse de sacristán, no estaría siendo ‘simpático’, sino que estaría haciendo un mal no un bien. Es claro, un acólito o sacristán revestido de Papa estaría haciendo el ridículo.
Si el mensaje del jean es que la ‘resistencia es el valor supremo a toda hora’, eso también sería errado, pues a veces es mejor o más adecuado el tacto, la sutilidad, la delicadeza. Resistencia puede ser el valor primordial en una batalla, pero en una negociación diplomática mejor tener tacto, entender las sutilezas de las palabras, de la ‘letra pequeña’, sin dejar de lado, es claro, la adecuada resistencia. Napoleón —y tal vez hasta Luis XVIII— en el Congreso de Viena hubiese sido un verdadero desastre; mejor dejarle ese encargo a Talleyrand, con su cocinero, sus quesos, sus vinos, sus conocimientos y sus astucias, sus sutilezas.
Que la ‘naturalidad’ es siempre superior a la ‘artificialidad’, es algo aún más errado.
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Porque natural en el hombre es también la inclinación al vicio y al pecado, a gozar sin templanza de cuanto placer sensible se nos atraviese. El drogadicto sería en ese sentido un hombre ‘natural’ y miren como termina. Por el contrario, la artificialidad es con mucha frecuencia buena: la buena educación comienza por lo general siendo artificial, impuesta, pero después se vuelve una ‘segunda naturaleza’ y contemplemos como ayuda en la buena convivencia entre los hombres. Un hombre sin buena educación, ‘al natural’, no es bueno, es el horror, el desastre y con frecuencia la destrucción del sano convivio humano.
Consideremos ya todo lo dicho a partir solo de una prenda de vestir. Y pensar que cosas análogas se pueden analizar de los Ambientes, las Costumbres, las Civilizaciones, para recordar el título de esa magnifica sección mantenida por el Dr. Plinio durante años, donde analizaba todos estos asuntos.
Asuntos que no son secundarios, sino que entran dentro del campo de lo que el Dr. Plinio llamaba de Revolución y Contra Revolución Tendencial, de la que él decía que era la más importante, pues era la que generaba después la Revolución en las Ideas y los Hechos, según la doctrina expresada en su magistral ensayo Revolución y Contra Revolución.
—Ahh pero como se hace complicada la vida, si a toda hora estamos haciendo esos análisis. Mejor vivir en la espontaneidad… dirá alguno.
No. La vida es así que se hace interesante. No solo porque dejamos de ser títeres influidos subrepticiamente por el mensaje oculto de las cosas, sino porque empezamos a percibir que la realidad es más profunda de lo que creíamos, es más sutil, más atrayente.
—Está usted hilando muy fino, dirá otro.
Pregúntele a un experto en marketing, publicidad o medios, al que escoge la música de una película o el vestuario de un personaje, si ellos no dan importancia a veces superior a estos tipos de lenguajes, los lenguajes sutiles de las cosas.
—Ya salió el fanático de María Antonieta y sus Trianones y Versalles, afirmará mengano. Prefiero este mundo, y no los mundos de la luna o anacrónicos en los que algunos gustan de vivir.
Pues lo cierto es que los habitantes de este mundo —de jeans y pantalonetas muchos de ellos— siguen yendo por millones a visitar los Versalles, y los Trianones, y las Catedrales y los Palacios, fruto de eras no tan naturales y espontáneas, pero que sí produjeron elevada belleza…
Por Saúl Castiblanco
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