La casi totalidad de libros de este grupo, como muchas otras partes de la Sagrada Escritura están escritos verdaderamente y en casi su totalidad en forma de poesía.
Redacción (06/08/2023 13:42, Gaudium Press) Desde mediados del siglo pasado, en el mundo académico se nota un marcado interés por las ciencias y disciplinas dedicadas al estudio de la Biblia. Aunque en la esfera de los fieles católicos el conocimiento de la Sagrada Escritura presente rasgos mas bien precarios, la famosa frase de San Jerónimo: “Ignorar las Escrituras es ignorar a Cristo” parece haber ganado la debida vigencia.
Y si bien muchos críticos apuntan a una verdadera hecatombe en materia de formación catequética, -no contemos la formación bíblica- , especialmente en los últimos 50 ó 60 años, no nos parece vano ayudar a nuestros lectores a ubicarse en el índice de esa Biblia que muchas veces -nuevecita y flamante,- nos mira aburrida desde una estantería, apesar de haber pertenecido a nuestros tíos, padres y hasta abuelos.
Libros poéticos… y ¿sapienciales?
Desde los códices más antiguos, la Biblia Cristiana está dividida en tres grandes conjuntos: los libros históricos, incluyendo el Pentateuco; los libros proféticos, con cuatro profetas mayores y doce menores, y los libros poéticos. Entre los libros poéticos, se distinguen el libro de los Salmos, el Cantar de los Cantares, y un subgrupo (llamémosle asi) al que se conoce como libros Sapienciales: Job, Proverbios, Eclesiastés. Eclesiástico, y Sabiduría.
¿Qué son los Libros Sapienciales?
Nuestros oídos, agredidos por el caos y el mal gusto de un ‘arte contemporáneo’, que más parece un azote que una caricia estética, tienen dificultades de asimilar la idea de que casi la totalidad de este grupo, como de muchas otras partes de la Sagrada Escritura están escritos verdaderamente y en casi su totalidad en forma de poesía. Tras el abandono del Hebreo original en pos de traducciones necesarias, el entendimiento de la métrica de los textos originales ha quedado relegado al ámbito selecto de contados estudiosos y especialistas.
Así, no deja de sorprender el inmenso y significativo talante poético del pueblo de Israel. En efecto, los libros sapienciales utilizan un género de poesía llamada ‘sapiencial’, donde los Autores supieron plazmar máximas, enseñanzas, alegorías, y profundísimas lecciones morales que sorprenden y encantan incluso a los más exigentes lectores.
Y aunque nuestras lenguas latinas no hayan podido mantener las estructuras originales del texto, donde el poema acentúa, eleva y agrada en su belleza rítmica, el lector no deja de descubrir en la presente prosa las enseñanzas conmovedoras, bellas, atrayentes y serias, tan propias de este tipo de género literario.
¿Quién es el Autor…?
Los antiguos, cuando querían acentuar el carácter genial y autoritativo de ciertos escritos, solían atribuirlos a famosos personajes históricos, como un medio de evidenciar su importancia. Así, a estas atribuciones se las llama Epigráficas. Lejos de falsear la autoría, el procedimiento estaba reservado a sublimar la importancia de los contenidos.
Qué son y cuándo fueron escritos
Pasemos ahora a enumerar los cinco libros Sapienciales. Conocerlos, en verdad, nos facilitará su lectura más frecuente, descubriendo en ellos profundísimos tesoros.
Proverbios es una recopilación de afirmaciones en forma de sentencia, atribuídas a diversos sabios de varias épocas, entre ellos al Rey Salomón, hijo de David. Las sentencias focalizan en la sabiduría, sus ventajas y su excelencia. Si bien que la autoría se ha adjudicado a Salomón, en el marco de la Epigrafía a la que nos referimos arriba, el libro está compuesto después del destierro de Babilonia, alrededor del siglo IV a. C.
El Libro de Job, en cambio, constituye una de las primeras explicaciones bíblicas sobre el sentido del sufrimiento. Narrando las desgracias sufridas por Job, presenta una serie de diálogos entre el sabio y sus amigos, donde se deja trasparecer el valor de la prueba y el mérito de la perseverancia ante la desgracia. El libro pudo haber sido compuesto hacia el siglo III a. C. Eclesiastés, expresa las reflexiones del sabio llamado Qohélet, que también da origen a un nombre alternativo para este escrito. Siendo que el sabio se presenta como rey e hijo de David, el libro también se atribuyó a Salomón. A través de sus páginas, el autor sagrado cuestiona el sentido del esfuerzo humano que, en esta vida, acabará con la muerte irremisible: “vanidad de vanidades, todo es vanidad”. La fecha de composición de la obra, se atribuye también al siglo III a. C.
El Eclesiástico, por su parte, es una colección de consejos para vivir según la Ley del Señor. Su autor fue Jesús ben Sirac, dando origen a un nombre alternativo para la obra: Sirácida. Compuesto alrededor del año 190 a.C. en Alejandría, como traducción del original Hebreo, ha llegado a nosotros de la mano de un nieto del autor.
El libro de la Sabiduría, finalmente, constituye una extensa meditación sobre la sabiduría humana, como participación de la Sabiduría divina. Una de las más bellas páginas de la Sagrada Escritura, presenta un amplio influjo de la filosofía griega, donde la contribución del pueblo helénico, ayuda al hebreo a comprender en profundidad la vida eterna, y abre el pensamiento del Pueblo Elegido hacia la inminente llegada del Mesías. Si bien que las fuentes epigráficas lo atribuyesen también a Salomón, en realidad el libro fue compuesto prácticamente a las puertas de la era cristiana, probablemente hacia el año 20 a. C.
Un poco de perspectiva
Así, en este artículo nos parece importante apuntar a los lectores hacia estos auténticos tesoros, donde el Espíritu Santo se hace presente inspirando a los Autores Sagrados, para darnos una idea y una guía de cómo vivir bien la Ley del Señor. Mientras torrentes de nuestros contemporáneos se debaten en la confusión de un mundo que, manifiestamente da su espalda a la Sabiduría, es conveniente volver nuestra mirada hacia los auténticos pilares que la Revelación divina supo escribir usando la pluma y el corazón de nuestros antepasados en la Fe.
Sepamos pues aprovechar las sobrias lecciones contenidas en los Libros Sapienciales, que no dejan de guiar, en páginas rutilantes de diáfana claridad, hacia la inequívoca dirección de las verdades eternas: “El temor del Señor es el principio de la sabiduría, y el conocimiento del Santo es inteligencia”. – Proverbios 9:10.
Por Gustavo Kralj
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