La manufactura de productos de exportación emplea cristianos perseguidos enviados a prisión.
Beijing (15/05/2020 12:52:53, Gaudium Press) China tiene ya una larga tradición de imposición de trabajos forzados a diversas clases de presos políticos y de conciencia. En los tiempos de la Revolución cultural de mediados del siglo XX, numerosos creyentes fueron enviados a prisión y a campos de reeducación donde eran forzados a trabajar en el campo. En el siglo XXI, está reeducación a través del trabajo da un giro novedoso. Los cristianos perseguidos condenados a trabajos forzados deben elaborar productos que son enviados a los mercados extranjeros, según denunció la revista especializada Bitter Winter.
La revista publicó el testimonio de una mujer cristiana que fue sentenciada a cinco años de prisión a causa de su fe. La mujer hacía parte de un movimiento cristiano clasificado como una organización «xie jiao». Este término clasifica a los movimientos religiosos que difunden las llamadas «enseñanzas heterodoxas» que se apartan de la doctrina del partido comunista.
El destino de la creyente se definió muy pronto tras su llegada a prisión al ser entrevistada por una guardia. «Al ver que yo tenía una complexión fuerte me llevó a su taller», relató. » Fui asignada al remate de ojales. El trabajo nunca se detenía, era la misma cosa repitiéndose cada día, cada mes y cada año».
Trabajos forzados y torturas para los cristianos perseguidos
El empleo de mano de obra de prisioneros es encubierto a los inversionistas extranjeros que contratan los servicios, describió. Sin embargo, según refirió la creyente, el taller realizaba trabajos para firmas de Hong Kong, Malasia y otros países. Además, los reclusos elaboran uniformes para uso de la propia prisión. Curiosamente, los trabajos elaborados para otros países eran descuidados en su calidad, mientras que el nacionalismo de los guardias les imponían un fuerte control sobre los elementos hechos para el mercado chino.
«Tuve que trabajar 16 horas cada día y algunas veces incluso toda la noche. Y todavía era forzada a trabajar al día siguiente sin ningún descanso», recordó la mujer. «Teníamos tanto sueño que no podíamos evitar caer dormidos. No era inusual que se perforaran nuestros dedos con una aguja en momentos en que nuestros pies cayeran en el pedal de la cosedora por accidente debido a la fatiga».
«Entonces, los mecánicos usaban pinzas para sacar las agujas», prosiguió. «Luego sumergían nuestros dedos heridos en aceite de motor, supuestamente para desinfectar las heridas. A pesar de las lesiones, teníamos que continuar trabajando». Los prisioneros que no logran cumplir los requerimientos por falta de entrenamiento o falta de fuerza física eran golpeados por los guardias.
La mujer relató que fue torturada con choques eléctricos. Esto sucedió cuando dejó de trabajar a causa de una fuerte tristeza al enterarse que su padre estaba enfermo en condición terminal. «Lloraba miserablemente mientras la corriente pasaba a través de mi cuerpo», describió. La creyente denunció además que los prisioneros deben trabajar en un entorno pobremente ventilado, tras lo cual sufren graves problemas de salud. Su vista también se deteriora considerablemente.
Con información de Bitter Winter
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