La sede del próximo, en el 2028, será Sydney. Allí, una hostia consagrada, sin clero, mantuvo la fe de los católicos durante varios meses, al inicio de la comunidad católica.
Redacción (16/09/2024 11:21, Gaudium Press) El Congreso Eucarístico Internacional en Quito, que duró del 8 al 15 de septiembre, tuvo uno de sus momentos auge en la procesión que recorrió calles del bello centro histórico el sábado en la tarde, incluyendo a miles de fieles, en un evento que a todos impactó.
Después de misa y palabras motivacionales del Arzobispo de Guayaquil, inició la procesión que partiendo de la plaza San Francisco hizo un recorrido de más de un kilómetro, pasando por sobre 120 alfombras de flores rumbo a la imponente Basílica del Voto Nacional.
La procesión incluía siete estaciones, en las que se elevaban oraciones con intenciones particulares. Después volvía a arrancar el cortejo, en paso solemne, en medio de cánticos.
Al llegar a la Basílica del Voto nacional —magnífico templo neogótico inspirado en Notre-Dame, testigo y ofrenda de la consagración del Ecuador al Sagrado Corazón— ingresó primero la custodia que portaba el Santísimo. La bendición final fue dada por el Cardenal venezolano Porras, legado pontificio, un momento lleno de unción.
Al finalizar el Congreso, el Cardenal Porras anunció la sede del próximo, que será en Sydney en el 2028. La fecha es simbólica, pues esa ciudad repetirá sede 100 años después de haberlo hecho por vez primera en 1928.
Tras conocerse la noticia del lugar del próximo Congreso Eucarístico Internacional, se difundió un video de Mons. Anthony Fisher, su Arzobispo, quien entre otras palabras relató cómo una hostia consagrada dejada en Sydney por un sacerdote católico, deportado a inicios del S. XIX, “sirvió como centro de nuestra primera comunidad católica” por varios meses.
Cuando el P. O’Flynn fue a Australia en 1818, ya existía una comunidad católica de 6.000 personas, que se había conformado en torno a tres sacerdotes irlandeses, los padres Harold, Dixon y O’Neill. Pero estos habían sido regresados a Irlanda, y después también O’Flynn.
Sin embargo este cura había dejado “una hostia consagrada en una píxide” o pequeño copón, y en torno a ella los laicos hacían vigilia, rezaban el rosario, enseñaban el catecismo y rezaban las vísperas dominicales”.
Meses después un barco de guerra francés que llevaba un sacerdote atracó en Sydney. Este consumió el Santísimo y se celebró una misa para los fieles católicos. Meses más tarde, llegaron los primeros capellanes católicos oficiales de Australia, los Padres John Joseph Therry y Philip Connolly regularizando la vida litúrgica y sacramental.
Con información de Aciprensa.
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