martes, 27 de mayo de 2025
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“Mi hija murió, mi vida terminó a la 1:45”: Aún recordamos a Indi, la bebé que el sistema no dejó vivir

Indi Gregory vivió solo ocho meses, pero su breve existencia es un grito de  fe y lucha por la dignidad humana.

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Redacción (27/05/2025 11:03, Gaudium Press) La dolorosa historia de Indi Gregory ocurrió hace dos años. Pero los corazones aún duelen, y los mensajes son más actuales que nunca:

La bebé británica de tan solo ocho meses que fue desconectada del soporte vital pese a la oposición de sus padres, el 11 de noviembre del 2023, despertó un fuerte debate internacional sobre la defensa de la vida, la autoridad del Estado y los derechos de los padres.

Indi sufría de una rara enfermedad degenerativa mitocondrial.

Ese 11 de noviembre fue desconectada del soporte vital en el Queen Medical Center de Nottingham, Inglaterra, y falleció dos días después, a la 1:45 a.m. Su padre, Dean Gregory, informó: “Mi hija murió, mi vida terminó a la 1:45. El Servicio Nacional de Salud y los tribunales no sólo le quitaron la oportunidad de vivir, sino que también le quitaron la dignidad de morir en su casa. Se las han arreglado para tomar el cuerpo y la dignidad de Indi, pero nunca podrán tomar su alma”. También relató que su madre, Claire Staniforth, “la sostuvo hasta su último aliento”.

A pesar de que el gobierno italiano concedió la ciudadanía a Indi y el hospital pediátrico Bambino Gesù, conocido como el “hospital del Papa”, ofreció tratamiento gratuito, el Tribunal Superior de Londres negó el permiso de traslado. El fallo favoreció al hospital británico y permitió que la pequeña fuera desconectada, contra los deseos de sus padres.

El sufrimiento de su niña, fue ocasión de su transformación interior

Aunque Dean y Claire no eran creyentes, decidieron bautizar a la pequeña en la cama del hospital, el sufrimiento y la lucha por la vida de su hija los condujo a una transformación interior. En una declaración al medio La Nuova Bussola Quotidiana, Dean afirmó, “No soy religioso y no estoy bautizado. Pero cuando estaba en el tribunal, sentí como si me hubieran arrastrado al infierno. Pensé que, si el infierno existe, entonces también debe existir el paraíso”.

Y añadió, “He visto cómo es el infierno y quiero que Indi vaya al paraíso. De hecho, he decidido que también mi hija y yo deberíamos bautizarnos. Queremos estar protegidos en esta vida y llegar al paraíso”.

Monseñor José Ignacio Munilla, Obispo de Orihuela-Alicante, reflexionó en su momento sobre este caso y señaló tres profundas consecuencias que deja el fallecimiento de Indi Gregory:

La primera consecuencia fue la de un estado tiránico, “Cuando un estado niega la patria potestad de los padres, arrogándose el poder de sacrificar a sus hijos, es un signo evidente de que se ha convertido en un estado totalitario y tiránico”.

La segunda, es que Dios tiene la última palabra “Por encima de toda maldad, Dios tiene la última palabra: Indi Gregory pudo ser bautizada antes de partir de esta vida, recibiendo así la dignidad de la realeza divina, como hija amada de Dios”.

Y por último, Dios enaltece a los humildes, “‘Herodes’ ha perdido su condición de rey para convertirse en un tirano, mientras que una bebé enferma e inmadura es coronada como REINA. Así se cumplen aquellas palabras de María: ‘Derriba del trono a los poderosos y enaltece a los humildes’ (Lc 1, 52)”.

Lamentablemente, el caso de Indi no fue un hecho aislado en el Reino Unido. Casos similares como el de Alfie Evans (padeció un trastorno neurodegenerativo no diagnosticado, 2018) y Charlie Gard (padecía una enfermedad genética llamada síndrome de depleción del ADN mitocondrial, la cual le provocó un daño cerebral considerado irreversible, 2017) también terminaron con la negativa de los tribunales británicos a permitir su traslado para recibir tratamientos alternativos, a pesar del ofrecimiento del hospital Bambino Gesù y el clamor de sus familias.

En el caso de Indi, los médicos argumentaron que la niña no tenía conciencia de su entorno, sufría y debía “morir en paz”. Los jueces rechazaron repetidas apelaciones legales respaldadas por Christian Concern (organización de defensa británica que representó y apoyó a sus padres). El juez Peter Jackson, del Tribunal de Apelaciones, lamentó que los médicos hayan estado en una posición “extremadamente desafiante” por la disputa legal, y criticó lo que llamó “tácticas de litigio manipuladoras” que, según él, buscaban frustrar decisiones judiciales cuidadosamente evaluadas.

¿Una decisión que rechace la esperanza?

El juez dictaminó que no era posible retirarle el soporte vital en casa, ya que, según los médicos, Indi estaba “claramente angustiada, alterada y dolorida” y “sus cuidados posteriores tendrían que ser gestionados por profesionales cualificados con recursos disponibles para tratar las complicaciones y minimizar la angustia”.

Sin embargo, esta conclusión deja serias interrogantes. Cuando existe alguna esperanza de tratamiento, aunque sus posibilidades de éxito sean limitadas, la negativa a permitir cuidados paliativos ofrecidos por un hospital especializado —como el Bambino Gesù— resulta difícil de justificar. Esta institución valoraba no solo el control del sufrimiento de Indi, sino también la posibilidad de proporcionarle una limitada pero real esperanza de vida, en sintonía con lo que pedían sus padres.

Presentar el dolor como única justificación para terminar con la vida, cuando este puede ser aliviado, puede llevar a decisiones marcadas por una visión práctica. En estas decisiones parecen influir dos factores peligrosos, la tendencia a devaluar la vida del enfermo incurable, como si ya no mereciera cuidados, y los criterios economicistas que juzgan injustificado invertir recursos en quienes tienen pocas expectativas de vida.

La dignidad de toda vida humana exige haber valorado con mayor profundidad la propuesta médica italiana, en respeto a la voluntad de los padres, incluso si eso implicaba grandes costos o esfuerzos logísticos.

El hospital Bambino Gesù y el gobierno italiano merecen un reconocimiento, que, a diferencia del tribunal británico, reconocieron el valor único de la vida de Indi. El caso de Indi Gregory nos muestra que el valor de una vida no se mide por su durabilidad ni por sus capacidades, sino por quien nos rodea. Que su memoria inspire al mundo a defender siempre la dignidad de la vida, especialmente a los más frágiles.

Su muerte aún nos duele…

Con información de churchpop, Observatorio de Bioética – Instituto de Ciencias Para la Vida de la Universidad Católica de Valencia.

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