Solo habían trascurrido diez días de la muerte de Benedicto, cuando el mundo recibía una noticia inesperada: moría el Cardenal autraliano George Pell.
Redacción (16/01/2024, Gaudium Press) Solo habían trascurrido diez días de la muerte de Benedicto, cuando el mundo recibía una noticia inesperada: como consecuencia de complicaciones inesperadas de una operación de cadera, moría el Cardenal autraliano George Pell.
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El Cardenal era famoso en el mundo entero, tras haber enfrentado tres instancias judiciales que finalmente lo declararon inocente de acusaciones de abuso sexual. Sin embargo, en medio del proceso, el purpurado tuvo que pasar alrededor de 13 meses en la cárcel, de los cuáles hizo unas memorias tituladas “Diario en Prisión”, que entre otras razones tenía como finalidad pagar los costos de los abogados que lo defendieron durante todo ese calvario.
Por eso la misa en la Catedral de Sídney el pasado 10 de enero por el año de su fallecimiento, tenía una nota de reparación y glorificación. Miles de personas asistieron, en una eucaristía presidida por Mons. Anthony Fisher OP, el Arzobispo, quien afirmó que ningún australiano ha hecho más por la Iglesia en todo el mundo.
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Al final de la misa, los asistentes acompañaron la procesión final hasta la cripta donde están los restos del purpurado, lugar em el cual Mons. Fisher realizó unas oraciones.
En la homilía de la misa, el Arzobispo de Sídney elogió el “inquebrantable compromiso con la verdad y la constante voluntad del bien” del cardenal Pell, así como su promoción de la moralidad y la religión en un mundo inmerso en el secularismo y el relativismo. Esto le granjeó “muchos amigos y no pocos enemigos”.
“Al mantener el timón de la Iglesia en Australia fijo en la tradición apostólica, hizo más que nadie para salvarla de convertirse en el tipo de institución confusa y moribunda en que se ha convertido en algunos lugares”, dijo el arzobispo Fisher.
Tras su exoneración unánime por el Tribunal Supremo de Australia por delitos que no cometió, siguió siendo demonizado por algunos, que más tarde intentaron perturbar su funeral, recordó el arzobispo. En lugar de amargarse por sus problemas, el cardenal salió “en todo caso, más amable e indulgente”.
Al concluir la misa, el arzobispo señaló la casualidad de que el cardenal y la Sierva de Dios de Sydney, Eileen O’Connor, comparten el mismo aniversario de muerte y nacimiento a la vida eterna.
Con información de CatholicWeekly/InfoCatólica
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