viernes, 17 de enero de 2025
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Mons. Franco en despedida como Obispo de Segovia: No rebajar la verdad salvadora por sonreír al mundo

El pasado 11 de enero Mons. César Franco pronunció una homilía que también era despedida, después de regir durante 10 años su diócesis.

Cesar Augusto Franco Martinez 2023

Redacción (16/01/2025 11:02, Gaudium Press) Palabras sentidas y llenas de significado pronunció Mons. César Franco, ya Obispo emérito de Segovia, en la despedida de la comunidad que regentó por más de diez años, el pasado 11 de enero, en la catedral.

El que también fue obispo auxiliar de Madrid, afirmó que solo durante una eucaristía “podía dar gracias como conviene a quien me ha hecho capaz para ejercer el ministerio sacerdotal y episcopal. La Eucaristía edifica la Iglesia y, a lo largo de mi vida, también me ha edificado a mí como pastor de la Iglesia. Si Jesús nos dice que, al final de la jornada, debemos confesar que somos siervos inútiles, pues sólo hemos hecho lo que debíamos, ¡cuánto más si se trata de 10 años en esta Diócesis que el Señor quiso poner a mi cuidado!”

“Quiero también agradecer a toda la Diócesis la colaboración que para realizar los planes pastorales cuyos frutos sólo Dios conoce en su plenitud. Unos siembran, otros cosechan y Dios da el crecimiento. A su juicio me someto con confianza y con la certeza de que es un buen pagador, aunque mi trabajo no haya estado a la altura de su providencia y magnanimidad”.

Después de agradecer también a sus “más estrechos colaboradores, los sacerdotes”, a “los miembros de la Curia”, “a los miembros de la vida consagrada y monástica y a los laicos comprometidos en tareas eclesiales”, Mons. Franco también tuvo palabras para “las autoridades civiles, militares y académicas agradezco su colaboración y ayuda en todo lo que afecta a la vida de la diócesis”.

Pide ser aún sostenido por la oración de su comunidad

Pensando en este retiro que ahora inicia, el prelado afirmó que “Cristo, dice de él que ‘solía retirarse a despoblado y se entregaba a la oración’.  Mi tiempo de retiro y de mayor dedicación a la oración y a la Palabra de Dios será desde ahora el modo de vivir la unión con Cristo al servicio de la Iglesia. Y lo haré unido a esta Diócesis a la que el Señor me ha concedido servir con el Evangelio, con los sacramentos y el cuidado pastoral”. Entretanto, este “no será un retiro ocioso, sino dedicado al ejercicio de la oración y de otras virtudes que, sin duda, he descuidado. Por ello, no es menor el deseo de seguir dando mi vida por esta Iglesia que el que traje hace diez años con la encomienda de pastorearla en el nombre de Cristo. Sostenedme también vosotros con vuestra oración”.

“Al despedirme de vosotros”, quiso una vez más el Obispo, “como sucesor de los apóstoles, confesar la fe que da sentido a mi vida y ministerio”: “Creer en Jesús, Hijo de Dios, es imposible sin el testimonio del Espíritu que nos capacita para llamarlo ‘Señor’; es imposible también sin el testimonio de la fe bautismal, por la que renacemos en el bautismo a una vida nueva que no es invento de los hombres; e imposible es sin el testimonio de la sangre derramada en la cruz como ‘sangre de la nueva alianza’ que Dios ha sellado con su pueblo. Mi servicio episcopal, en su radical fundamento, ha consistido en mantener la fe de los segovianos mediante este triple testimonio ‘que Dios ha dado acerca de su Hijo’”.

“Una y mil veces daría mi vida para testimoniar esta verdad”, dice Mons. Franco, la de una nueva humanidad que debe surgir vía la Iglesia vivificada por la sangre de Cristo, “y me consideraría un traidor al evangelio de Cristo si renunciara a proclamar lo recibido de la Iglesia y darlo gratuitamente a los hombres. No renunciemos jamás, queridos diocesanos, a proclamar, contra viento y marea, la fe que nos constituye como Iglesia, comunidad de los salvados”.

No rebajar el mensaje cristiano para complacer al mundo

“No rebajemos, por una errónea actitud de acomodación a la mentalidad reinante, la verdad que nos salva, la única que, según confesó Pedro en Cafarnaúm, nos conduce a la vida eterna que Cristo nos ha alcanzado en su muerte y resurrección. Sólo así, configurados con esta verdad y convencidos de su perenne actualidad, podremos mantenernos en la presencia de Cristo con las lágrimas de Pedro por nuestros pecados, pero con la fortaleza de María al pie de la cruz, sin avergonzarnos del evangelio de Cristo”.

“Somos siervos inútiles, ciertamente, pero siervos fieles a su Señor que nos ha fortalecido con el poder de su testimonio”, dijo el prelado, concluyendo con su mención de la Virgen, “la Eva restaurada, la madre virgen que alumbra cada día a nuevos hijos para la eternidad. Cada uno de nosotros participa de esta condición de la Iglesia, pues Cristo, según dice el apóstol, nos ha desposado con él”.

“Quiero dirigir la mirada a María, en esta preciosa catedral dedicada a su Asunción a los cielos, como he hecho tantas veces, especialmente en la novena de la Fuencisla, para dirigirle dos súplicas que surgen espontáneas en mi corazón: Madre y Señora mía, cuida de esta iglesia edificada en la fe de Cristo, mantenla siempre fiel al Evangelio, y concédele la gracia de que florezcan las diversas vocaciones cristianas y, muy especialmente, la vocación sacerdotal que haga posible la presencia de Cristo como pastor de su pueblo”.

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