jueves, 21 de noviembre de 2024
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Mons. Libanori opina diferente de Francisco: Caso Rupnik debe juzgarse de fondo

El Obispo auxiliar de Roma dijo a La Croix que algunas de las presuntas víctimas de Rupnik “tenían la mirada fija en el vacío”. Esas “mujeres están impregnadas de un dolor muy profundo”.

ITA Daniele Libanori SJ 600

Mons. Daniele Libanori, Obispo auxiliar de Roma – Foto: Jesuit Conference of European Provincials

Redacción (17/02/2023 12:08, Gaudium Press) Reporta Il Sismografo apartes de la entrevista concedida por el Obispo auxiliar de Roma, Mons. Daniele Libanori, a La Croix, específicamente sobre el caso Rupnik -el jesuita artista esloveno, acusado de haber cometido abuso en religiosas y ex religiosas. El Obispo expresa junto al medio francés el pedido de que las víctimas del jesuita artista sean escuchadas por las autoridades de la Iglesia.

Las declaraciones del Obispo se revisten de una mayor autoridad por su condición de visitador y actual Comisario de la Comunidad Loyola, comunidad donde el jesuita habría desarrollado algunas de las conductas de abuso de que le acusan, inclusive, según una fuente, junto a 20 religiosas.

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En la entrevista, el prelado da detalles de cuando supo de las primeras quejas referentes al P. Rupni: “Tuve conocimiento de ellas al inicio del año 2021, en razón de mi rol de comisario extraordinario de la Comunidad de Loyola”, afirma.

La visita había sido decidida en razón de diversos malestares observados en varias hermanas. El 30 de octubre de 2020, fui nombrado para asumir el gobierno de este instituto de derecho diocesano por el arzobispo de Ljubljana, en Eslovenia, Mons. Stanislav Zore. La decisión de nombrar un comisario extraordinario fue tomada de acuerdo con el Cardenal vicario de Roma [ndr. Mons. De Donatis] al término de una visita canónica que éste había ordenado a la comunidad”.

Expresa Mons. Libanori que en ese momento no se tenían indicios de los abusos que después fueron reportados: “A primera vista, se trataba de un grave conflicto generacional que hacía necesaria una reforma de las constituciones del instituto. Pero durante mi encuentro con estas 45 religiosas, en las conversaciones individuales, han comenzado a emergir testimonios sobre las acciones del P. Rupnik, antes de 1993, primero por alusiones veladas, después por relatos explícitos. Esta era la real razón de su división: algunas habían dejado el instituto, otras sufrían aún, no habían nunca podido contar con ayuda profesional para remontar el traumatismo”.

¿Fue usted el primer responsable de la Iglesia católica a haber escuchado esos testimonios?”, pregunta Loup Besmond de Senneville, de La Croix: “No lo sé”, responde escuetamente el Obispo.

Y “¿cuáles han sido sus conclusiones?”, indaga el periodista:

Me enfrenté a dos problemas entrelazados – responde Mons. Libanori: la división interna de la comunidad y el drama que numerosas hermanas vivían desde hacía mucho tiempo. Las hermanas que se habían unido a la comunidad después de 1993 ignoraban lo que había pasado, pero vivían según un estilo de vida tendencialmente cerrado, como para defenderse de cualquier intrusión”.

Gracias a Dios, el surgimiento de los hechos, por doloroso que él sea, me permitió ofrecer a todas la posibilidad de volver a colocar su historia a la luz de la verdad. Las víctimas han podido hacer frente a la realidad y comprender que no habían sido seductoras sino víctimas. A medida que yo conocía los hechos, se me hizo evidente que la información que me daban debía ser reportada a las autoridades competentes”, continúa.

Mons. Libanori muestra que en el origen de varios testimonios, está su iniciativa: “Es por eso que les pregunté a las personas que me habían confiado su historia si estaban dispuestas a brindar un testimonio escrito. Varias hermanas, así como mujeres que habían dejado el instituto, aceptaron y pude remitirlos a la comisión de investigación que había sido constituida y confiada al procurador general de los dominicos”.

En otro aparte de la entrevista, y en sentido diverso a lo expresado por el Pontífice en entrevista con AP, Mons. Libanori se muestra favorable a una definición de fondo del caso Rupnik: “Nadie puede silenciar la sangre de Abel. Ese grito cruzó el tiempo, me ha llegado. La sangre de Abel clama, y para silenciarla es preciso un juicio. Las víctimas, incluso más de treinta años después –tiempo que equivale a una cadena perpetua– tienen derecho a escuchar de las autoridades una palabra definitiva que silencie la duda sobre su culpabilidad y les devuelva la dignidad proclamando lo que es verdad, a saber, que ellas han sido víctimas”.

El prelado manifiesta estar familiarizado con ciertos procesos psicológicos en algunas víctimas, que las hacen co-dependientes y aún más vulnerables incluso mientras están siendo victimizadas: “Quienes conocen la dinámica del abuso saben que la víctima es generalmente conducida a un estado de dependencia psicológica que la vuelve vulnerable. Aquellas con quienes hablé tenían la mirada fija en el vacío. Y sé que cuando alguien me cuenta un hecho que implica una inversión emocional o dramática pero lo evoca como si nada, sin llorar, significa que la herida es muy profunda”.

Sobre las conclusiones que han salido a la luz, emitidas por el Dicasterio de la Doctrina de la fe, expresa el prelado que “no tengo información para responder a su pregunta y menos para emitir un juicio. Sé lo que informaron los periódicos, siempre que hayan podido reconstruir el caso con documentos auténticos”.

Es preciso tomar otras medidas, dice

Acerca de las medidas que es preciso tomar, expresa Mons. Libanori que “el Padre Rupnik es un religioso jesuita y un sacerdote. Por tanto, está sujeto al derecho interno de la Compañía de Jesús y al código de derecho canónico. Además, si las personas que han presentado sus denuncias desean acudir a los tribunales civiles, pueden hacerlo libremente”.

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Pero la cuestión, en mi opinión, no se reduce a un juicio. Sin quitar nada a la responsabilidad individual, creo que es oportuno situar este asunto en un marco más amplio para captar otras responsabilidades que han quedado en la sombra: en particular la responsabilidad objetiva de falta de vigilancia de los superiores del Padre Rupnik, la de quienes lo formaron y la de quienes debieron supervisar sus métodos y sus propuestas pastorales”.

Dice el prelado que aún mantiene el contacto con las víctimas, en su condición de “comisario del instituto, responsable de aquellas que aún están en la comunidad. Nunca encontré ningún odio en ellas, pero estas mujeres están impregnadas de un dolor muy profundo”. (SCM)

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