lunes, 10 de noviembre de 2025
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Montserrat Torrent, la organista de 99 años que sigue tocando cada día: “Solo Dios me hará parar”

Montserrat Torrent, “la peregrina perpetua de la música”, mantiene viva su entrega al órgano y a Dios, tocando cada día con la misma pasión de su juventud.

Montserrat Torrent

Redacción (10/11/2025 11:02, Gaudium Press) A sus 99 años, la organista catalana Montserrat Torrent i Serra sigue enamorando a su público con la misma pasión con la que comenzó hace más de ocho décadas. Nacida en Barcelona en 1926, se autodefine como la peregrina perpetua de la música y confiesa que solo Dios me hará parar.

Ha ofrecido cerca de 1.800 conciertos a lo largo de su vida, y su historia está marcada por la fe, la disciplina y un amor infinito por el órgano, instrumento al que ha consagrado su existencia.

Una vocación nacida entre ruinas y esperanza

Su vocación nació casi por casualidad. “Mi madre era pianista, alumna de Enrique Granados, y tocaba el piano muy bonito. A las cuatro hijas que tuvo nos inculcó el amor por el piano y a mis hermanos, por los instrumentos de cuerda”, recuerda.

Pero la Guerra Civil española interrumpió sus estudios y cambió el rumbo de su vida. “Los bombardeos destruyeron nuestra casa. Con la guerra, nuestra familia se empobreció. No podíamos ir a veranear, y unos primos nos ofrecieron una casa que tenían en Santa Coloma de Farnés para pasar el verano”, cuenta.

En aquella iglesia del pequeño pueblo catalán ocurrió el encuentro que cambiaría su destino. “Lo primero que hicimos al llegar fue visitar la iglesia, y encontramos a la organista, que tocaba algo horroroso. Con la mano izquierda hacía ‘Do-Mi-Sol’ –explica mientras lo demuestra en el teclado que tiene delante–. Yo me ofrecí a aprender un poco, para poder acompañar el canto durante la misa, pero sin mucho entusiasmo”.

Hasta que un día todo cambió. “Una tarde, entramos mis hermanas y yo a la iglesia, y oímos una fuga de Bach, una cosa fantástica. Era el doctor Jubany, que después sería arzobispo de Barcelona y cardenal. Fue entonces cuando dije: ‘voy a estudiar en serio’”.

La maestra que formó generaciones

Torrent se matriculó en las clases del célebre maestro Paul Frank. Cuando él dejó la docencia en España, la dirección del conservatorio le ofreció a Montserrat ocupar su lugar. “Temía que él pensase que había hecho la carrera para quitarle el puesto. Fue un dolor grande, de esos que se pasan en la vida, pero ahora puedo decir que muchos de los grandes organistas que hay fueron iniciados por mí”, explica.

Su método de trabajo es riguroso y constante. A sus casi cien años, sigue dedicando cuatro horas diarias al estudio. “Un día estudiar una hora y otro cinco para mí es un desorden. Si estudio cuatro horas las voy a organizar. Lo hago de 5 a 7 de la mañana, dos horitas en silencio, después desayuno, hago lo que tenga que hacer y estudio otra hora antes de comer. Después de la comida, siesta, porque madrugo mucho, y después otra hora de estudio. Son cuatro horas sagradas”, confiesa.

A los jóvenes músicos les da un consejo claro: “Si te levantas a las 8, pierdes muchas horas inútilmente y se te hace el día más corto. Hay que ser constantes y saber renunciar. Si quieren hacer una vida social intensa… no puede ser. No se puede estar de aquí para allí, ahora cine, ahora teatro… no”.

El amor por la música, más fuerte que cualquier obstáculo

Torrent no solo ha vivido para la música, también ha renunciado por ella. “Muchos se ríen cuando digo que yo nunca he escuchado a The Beatles ni nada de todo esto. No me pueden creer. Pues, lo siento, debe ser una falta muy grande por mi parte, pero es que no he sentido curiosidad. Estaba volcada en la música ‘seria’, aunque no quiero decir que ellos no sean serios, que lo serán si han tenido tanta fama, pero esto en mi casa no entró”, comenta entre risas.

Su vida ha sido entregada y al mismo tiempo llena de sacrificios. “Tuve que cuidar de mi madre, cuando ya era mayor. Después, siendo profesora del conservatorio, por las tardes venían alumnos que me pedían que les diera clases. No me casé hasta los 60 o 70 años, porque había hecho voto de soltería. Pensaba que si me casaba y tenía hijos tendría que dejarlos solos para ir a los conciertos, y eso nunca lo hubiera hecho. La madre tiene que estar con los hijos. Mi vida ha sido estudiar, dar clases y conciertos. Pero, con todo, nunca me he sentido desgraciada. Estoy contenta con este trabajo”, afirma.

El órgano: aire, alma y oración

Para Montserrat Torrent, el órgano es un instrumento único. “No tiene nada que ver con una tecla que golpea una cuerda, con un arco que frota una cuerda o con un clarinete que sopla el aire al instrumento. El órgano también es aire, pero los organistas tañimos, no tocamos. Pienso que el repertorio es lo más importante del órgano: abarca desde lo más antiguo a lo contemporáneo, y su carácter —imitativo, contrapunto, severo— se va desarrollando”.

Pero más allá de la técnica, Torrent destaca la dimensión espiritual de la música. “Ha salido ahora un libro que apunta una teoría según la cual todo lo escrito por Brahms y otros compositores habría sido como una ‘gracia’ de Dios, que ellos no han escrito por sí mismos, sino que han recibido una fuerza tan grande que les ha dado el don tremendo de escribir músicas preciosas, inimaginables. Esta música te hace pensar. Al tocar una obra de Bach, que era un hombre de una fe grandiosa, no se puede apartar este sentimiento religioso”, afirma.

Fe, enfermedad y resurrección interior

La fe, confiesa, ha sido su fuerza en los momentos más difíciles. “La fe me ha hecho sentir la trascendencia de las notas que el autor nos ha transmitido en sus obras”, decía en una entrevista a Vida Nueva. Sin embargo, reconoce que la fe también se pone a prueba: “Es un sentimiento íntimo oscilante, según las circunstancias que la vida nos ofrece. Imprescindible ante la ausencia de los seres queridos, nos da la esperanza de un reencuentro. Ante la maldad del ser humano y aun creyendo que Dios nos ha creado libres, te preguntas el porqué de tanta maldad y dudas”.

Su vida es también un testimonio de superación. “He tenido enfermedades graves, dos cánceres, caída con ruptura de fémur… pensé que no podría volver a tocar, porque era muy doloroso. El médico me dijo: usted no volverá a tocar, pero ha de caminar. Al principio gritaba y lloraba al apoyar el pie, pero unos meses después ya tocaba y daba conciertos otra vez”, recuerda emocionada.

Una vida plena, un alma agradecida

Sus colegas admiran su entusiasmo y su perseverancia. Parte de esa tenacidad la usó para lograr la construcción de un órgano en San Felipe Neri, en Barcelona, pidiendo ayuda despacho por despacho. También insiste en la importancia de educar al público: “Hay que explicarle las cosas. La gente tiene que comprender la belleza del órgano y lo que transmite”.

En el programa Marcians de TV3, en enero de 2025, dejó una frase que resume su espíritu: “Cuando llegue al paraíso me arrodillaré ante Juan Sebastian Bach y le diré: ‘no hay palabras para explicar lo que has hecho’”.

Y añade, con una sonrisa que suena a melodía: “Rejuvenezco cuando toco, ya no me duele nada, y siento una plenitud que digo: ‘esta es mi vida’. Vivo la vida, la vida es un instante, señores”.

Con información de Religión en Libertad

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