Durante la Audiencia General de ayer miércoles, el Papa continuó el ciclo de catequesis dedicado al tema “Jesucristo, nuestra esperanza”.
Redacción (04/09/2025 10:42, Gaudium Press) En la mañana de ayer miércoles 3 de septiembre, ante miles de fieles reunidos en la Plaza de San Pedro para la Audiencia General, el Papa León XIV continuó el ciclo de catequesis dedicado al tema “Jesucristo, nuestra esperanza”.
En la Cruz, Jesús aparece como un mendigo de amor
Reflexionando sobre las palabras de Jesús, “Tengo sed” y “Todo está cumplido”, pronunciadas en la cruz, el Santo Padre comentó que estas «son palabras definitivas, pero cargadas de vida, que revelan el sentido de toda la existencia del Hijo de Dios”. En la cruz, Jesús es “un mendigo de amor. No proclama, no condena, no se defiende. Pide humildemente lo que no puede darse a sí mismo”.
El Pontífice enfatizó que “la sed del Crucificado no es solo la necesidad fisiológica de un cuerpo torturado. Es también, y sobre todo, la expresión de un profundo deseo: de amor, de relación, de comunión. Es el grito silencioso de un Dios que, habiendo querido compartir todo de nuestra condición humana, también se permite experimentar esta sed”. Un Dios que no se avergüenza de pedir y con este gesto nos dice “que el amor, para ser verdadero, también debe aprender a pedir y no solo a dar”.
Nadie puede salvarse solo
De esta manera, Nuestro Señor Jesucristo “manifiesta su humanidad y también la nuestra”, pues “ninguno de nosotros es autosuficiente. Nadie puede salvarse solo”. “La vida se ‘consume’ no cuando somos fuertes, sino cuando aprendemos a recibir. En ese momento, tras recibir una esponja empapada en vinagre de desconocidos, Jesús proclama: Está consumado. El amor se hizo necesitado y, precisamente por eso, completó su obra”, enfatizó.
León XIV explicó que “esta es la paradoja cristiana: Dios no salva haciendo, sino dejándose hacer. No venciendo el mal por la fuerza, sino aceptando plenamente la fragilidad del amor. En la cruz, Jesús nos enseña que la plenitud humana no se alcanza con el poder, sino con la confianza y la apertura a los demás, incluso cuando son hostiles y enemigos”. El Papa afirma que “la salvación no reside en la autonomía, sino en reconocer humildemente las propias necesidades y saber expresarlas libremente”.
Capacidad de dejarse amar
“La consumación de nuestra humanidad en el plan de Dios no es un acto de fuerza, sino un gesto de confianza. Jesús no salva con un cambio radical, sino pidiendo algo que no puede darse a sí mismo. Y aquí se abre una puerta a la verdadera esperanza: si incluso el Hijo de Dios eligió no ser autosuficiente, entonces nuestra sed —de amor, de sentido, de justicia— no es signo de fracaso, sino de verdad”, dijo.
Según el Santo Padre, “esta verdad, aparentemente tan simple, es difícil de aceptar”, porque “vivimos en una época que valora la autosuficiencia, la eficiencia y el rendimiento. Sin embargo, el Evangelio nos muestra que la medida de nuestra humanidad no es lo que podemos lograr, sino nuestra capacidad de dejarnos amar y, cuando es necesario, incluso ayudar”.
“Jesús nos salva al mostrarnos que pedir no es indigno, sino liberador. Es la salida del escondite del pecado para volver al espacio de la comunión. Desde el principio, el pecado ha generado vergüenza. Pero el verdadero perdón llega cuando podemos afrontar nuestra necesidad y dejar de temer al rechazo”, enseñó.
Somos criaturas hechas para dar y recibir amor
El Papa también dijo que “la sed de Jesús en la cruz es también la nuestra. Es el grito de una humanidad herida que aún busca agua viva. Esta sed no nos separa de Dios; de hecho, nos une a Él. Si tenemos la valentía de reconocerla, podemos descubrir que incluso nuestra fragilidad es un puente hacia el cielo. Precisamente al pedir, no al poseer, se abre un camino hacia la libertad, porque dejamos de pretender que nos bastamos a nosotros mismos”.
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