Con Acidigital habló Eliete Dahan dos Santos, madre de los padres gemelos Wallace y Wellington Dahan dos Santos, de la Arquidiócesis de Niterói, Brasil. Ella cuenta su historia.
Redacción (21/05/2024 13:21, Gaudium Press) No es tan común en estos días que corren que una madre manifieste de público su alegría por haber engendrado un ministro de Dios. Pero cuando esta alegría tiene razón dupla, la novedad alcanza el paroxismo.
Pero sí, es lo que ha hecho Eliete Dahan dos Santos, de 79 años, madre de los sacerdotes gemelos Wallace y Wellington Dahan dos Santos, de la Arquidiócesis de Niterói, Brasil.
“Creo que no existe riqueza más grande que los padres tengan hijos sacerdotes, porque el sacerdote, principalmente cuando está administrando los sacramentos, es Jesús en ellos. Es algo muy sagrado”, dice Eliete sin espacio para la duda.
Asimismo, para ella también es muy claro de que su propia catolicidad está en la raíz de la vocación de sus hijos: “Eso fue el motivo para que ellos se apasionasen por Jesús y siguiesen la vida religiosa: por causa del testimonio de sus padres en la casa”, dice la madre de los sacerdotes.
Eliete tiene claro cómo a veces el ambiente familiar, incluso si es católico, pone obstáculos a la vocación religiosa o sacerdotal: “Las personas dicen: ‘¿Mi hijo ser padre?’ Son muy felices con los hijos de los otros, pero el suyo no, quieren que sea médico, abogado, una persona de gran poder…”, dice. Sin embargo “es un gran regalo de Dios” tener hijos sacerdotes, afirma.
La propia Eliete tuvo su propio proceso de enfervoramiento en la fe católica. Ella había nacido en un hogar cristiano, “pero no era asidua, no tenía perserverancia”. Después que se casó con Jenner Antônio dos Santos, comenzó a participar en algunos encuentros en la Iglesia, como el Encuentro de Matrimonios con Cristo, Cursillos de Cristiandad y el Movimiento de Renovación Carismática. “Tuve un encuentro personal Con Jesús y no paré más”. Ella fue catequista durante 20 años. “Yo preparé para la Primera Comunión a los padres Wallace y Wellington”, recordó.
“Dios nos dio la gracia, a mí y al padre, de formar y educar a nuestros hijos en la vida cristiana y ellos perseveraron de una manera muy bonita”, dijo. Para ella, ver a sus hijos sacerdotes y “también al hijo casado, que vive con su familia de una manera católica perseverante”, es “el fruto más sabroso” de su “camino cristiano”.
Coherencia cristiana, vida de oración
“Si yo daba una conferencia y ellos estaban presentes, yo sabía que mis hijos estaban viendo cómo éramos de hecho en nuestra casa, no había incoherencia, sino una realidad. Entonces, eso fue el motivo para que ellos se apasionasen por Jesús y siguiesen la vida religiosa, por causa del testimonio de sus padres en la casa. Creo que el testimonio es muy importante. Nosotros siempre procuramos vivir aquello que predicamos”, añadió.
Ella también destaca la vida de oración en el hogar:
“Hacíamos novenas, y cuando no había en la iglesia, las hacíamos en casa. No siempre daba para hacer la vida de oración juntos, por causa de los horarios, pero cuando había posibilidad, nos quedábamos juntos en nuestras charlas, en la hora de las comidas, compartiendo nuestra fe”, contó.
El ‘susto’
Sin embargo, ella no esperaba que los gemelos se hiciesen sacerdotes:
“Fue un susto en ese momento, porque yo no veía algo en ellos que me hiciese pensar que serían padres, ni los estimulaba para que fuesen padres. A mí y a su padre nos daba mucha alegría verlos jóvenes participando en la Iglesia. Pero, ¿pasar por mi mente ese lindo llamado de Dios en mi familia? Jamás podría pensar que iba a recibir esa gracia, pero sucedió”, dijo, resaltando que el susto pronto fue sustituido por “una gran alegría”.
Es claro que para Eliete, el día de la ordenación sacerdotal de sus hijos, el 29 de junio de 1998, marcó un hito en su vida. “Incluso tengo una frase guardada en mi corazón, que permanece hasta hoy: ‘el cielo se abrió ante mis ojos’. Porque fue maravilloso ver que mis hijos estaban siendo consagrados, estaban siendo entregados completamente a Dios. Eran tan jóvenes. Cuando entraron en el seminario todavía iban a cumplir 17 años, fueron ordenados a los 25. Eran jóvenes aún. Entonces me emocioné con un gran milagro, con algo divino que estaba sucediendo en nuestra familia”, dijo.
“Hasta hoy, con 25 años de sacerdocio que completaron, siento en mi corazón una alegría que no hay palabras para expresar. Es una gratitud muy grande a mi Dios”, dice.
Con información de Acidigital.
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