“Miremos el caso de una mujer fumadora que está encinta, y que por el proceso natural va creando empatía con el ser que lleva en su seno…”
Foto: Niilo Isotalo / Unplash
Redacción (10/09/2025 21:05, Gaudium Press) En verdad, no dejé de sorprenderme, cuando encontré en diversos científicos posturas en favor de la contemplación de Dios en el Orden del Universo, sí, desde la ciencia. Es claro, sin decirlo así, sino con expresiones como “observa lo maravilloso que te rodea”, u otras del estilo. Estos ejercicios propuestos, coinciden con las tesis de la Iglesia sobre la contemplación cristiana, que aprendí hace mucho de boca y pluma del prof. Plinio Corrêa de Oliveira. Tales científicos proponen dichos ejercicios contemplativos como una manera de buscar dominar la “dopamina mala”, de ofrecer espacio a la labor de otros neurotransmisores ‘equillibrantes’ diferentes a la dopamina, y con ello, buscar ser feliz.
Estos neurotransmisores, como por ejemplo la oxitocina y la serotonina, que algunos llaman “neurotransmisores del aquí y del ahora”, (1) se segregan p. ej. cuando la persona contempla a aquellos que le rodean o la belleza del universo que nos circunda, y p. ej. en el caso de la serotonina, producen un disfrute con sabor a plenitud, sin la agitación de ‘ansia de futuro’ que acompaña comúnmente a la dopamina.
Miremos el caso de una mujer fumadora que está encinta, y que por el proceso natural va creando empatía con el ser que lleva en su seno, considerándolo, contemplándolo:
“Un ejemplo más drástico de la actividad de los neurotransmisores del aquí y ahora que inhiben la adicción impulsada por la dopamina, es observar que, cuando las fumadoras se quedan embarazadas, el ritmo al que dejan de fumar se dispara. La doctora Suena Massey, del Instituto de Investigación de la Salud de la Mujer de la Universidad Northwestern, que ha estudiado en profundidad este cambio rápido, señala que los pasos habituales por los que una fumadora pasa para dejar el tabaco se omiten por completo. El nivel de empatía de los neurotransmisores del aquí y el ahora con el feto en desarrollo es tan alto que muchas fumadoras saltan directamente a la línea de meta y dejan de fumar sin ningún esfuerzo consciente. Una vez que se desarma la racionalización dopaminérgica del ‘solo me hago daño a mí misma’, se abre la puerta a un reajuste rápido del equilibrio entre los neurotransmisores del aquí y ahora y la dopamina”, (2) dice Lieberman.
Es decir, ella, la madre, que está casi como que obligada a contemplar a su hijo por nacer —en una contemplación constante, física y mental, donde va estableciendo una relación no solo psicológica-emocional, sino también neuroquímica con su hijo—, va poniendo en acción otros neurotransmisores, que ayudan a producir actitudes empáticas, benevolentes, y auto-satisfacientes pero tranquilas, con relación a su niño, pero que terminan repercutiendo en todo su ser. Estos mecanismos son tan fuertes que incluso pueden operar el milagro de curar rápidamente una adicción difícil como la del tabaco, en buena medida porque la acción de la dopamina se ha visto equilibrada-regulada por la acción de otros neurotransmisores.
En mi familia se vivió algo parecido, de lo que guardo leve memoria.
Mi padre —hombre recto y a quien mucho debo— era lamentablemente un fumador extremo; consumía hasta 50 cigarrillos diarios, y el fumar constituía para él un verdadero vicio. Pero un día, creo que en una capacitación con la empresa en la que trabajaba, les dieron información de cómo el cigarrillo afectaba seriamente no sólo su salud sino más la de los fumadores pasivos que tenía a su lado. Fue entonces cuando decidió de fumar, de forma drástica, poniendo un límite deadline: “Después de tal día, no fumaré más”, se dijo.
Pero esto lo hacía sobre todo porque pensaba en sus tres críos, de seis, cuatro y dos años, a los que mucho quería y podría perjudicar en su salud. Su esfuerzo fue notable; se auxilió con dietas, además de otras estrategias, ciertamente sufrió agudamente de lo que se llama síndrome de abstinencia, entre otras razones porque ya llevaba varios años de ese mal hábito, pero lo consiguió. Hicieron peso en la balanza otros amores diversos del cigarro, amores fuertes pero serenos, fundamentalmente el amor paternal; otros neurotransmisores, no solo los del deseo con frecuencia compulsivo (dopamina), sino los de los lazos afectivos fuertes y estables (oxitocina), los de su serena alegría por ver crecer sanos y alegres a sus retoños (serotonina), y suya fue la victoria, conseguida con esfuerzo.
Lo cierto es que hay que regular la excitación dopaminérgica del futuro, del deseo de la obtención gratificante de eso que nos causa ilusión y no tenemos.
“Intenta conectar más con la naturaleza, nos dice Marian Rojas Estapé, (3) sal al campo, sin cascos [audífonos], escucha los sonidos, huele, disfruta de un buen paseo. Ten momentos al mes, al trimestre y al año en los que desconectes de lo digital para reconectar y zambullirte en la vida. Aburrirse es fundamental en este détox [desintoxicación de la ‘dopamina mala’]. Mientras comes, evita ver la televisión o estar delante de la pantalla, sal a pasear por la calle un rato, sin un fin específico, dejando tu mente vagar, sin móvil en la mano ni en el bolsillo, tratando de descubrir nuevas calles, nuevos lugares”, expresa la famosa psiquiatra, como un medio para favorecer la acción de unos neurotransmisores reguladores.
“La dopamina y los neurotransmisores del aquí y del ahora evolucionaron para trabajar juntos. A menudo actúan oponiéndose entre sí, pero eso ayuda a mantener la estabilidad entre la activación constante de las células cerebrales, expresa Lieberman. En muchos casos, sin embargo, la dopamina y los neurotransmisores del aquí y del ahora pierden el equilibrio, sobre todo por el lado dopaminérgico. El mundo actual nos impulsa a ser todo dopamina, en todo momento. Demasiada dopamina puede llevar a una tristeza fructífera, mientras que demasiado neurotransmisores del aquí y del ahora pueden llevar a una indolencia feliz: el ejecutivo adicto al trabajo frente a quien vive en un sótano y fuma marihuana. Ninguno de los dos lleva una vida verdaderamente feliz ni crece como persona. Para vivir bien, tenemos que devolverles el equilibrio”. (4)
Equilibrio…
Foto: Marek Studzinski / Unplash
In medio stat virtus… En el medio está la virtud, reza la consigna aristotélica, algo que la teología cristiana ha aplicado más precisamente a las cuatro virtudes cardinales, justicia, fortaleza, templanza y prudencia.
La templanza, el gran baluarte contra el aluvión dopaminérgico, no es abstenerse del uso de los bienes sensibles, sino regular ese uso, no dejar que nos dominen, dominarlos a ellos (incluyendo, por supuesto, al smartphone). La prudencia no es nunca actuar, sino hacerlo buscando el buen fin, sopesando pros y contras. La justicia no es absolver o condenar, sino dar a cada uno lo que le corresponde, en su adecuada y equilibrada medida. La fortaleza no es siempre emplear el máximo esfuerzo en todo, sino el adecuado y de forma proporcional en busca del buen fin. Proporción. Equilibrio.
Los neurocientíficos más especializados, terminan concluyendo la suma necesidad del equilibrio.
La Iglesia lleva 2000 años predicando el equilibrio, y ofreciendo la invaluable gracia de Cristo para alcanzarlo. Para alcanzar la felicidad. Es el equilibrio de Cristo, que lloró con Lázaro, se alegró con los invitados de la boda de Caná, fue fuerte ante los vendedores del templo, soportó con suma resignación su calvario, y contemplaba siempre con amor los lirios del campo, los niños y toda su Creación. El Cristo, que pasó por la vida serenamente haciendo el bien, y que muriendo en la cruz nos obtuvo la gracia capital para alcanzar el equilibrio.
Es el equilibrio para alcanzar el cielo.
Por Saúl Castiblanco
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1 Lieberman, Daniel. Long, Michael. Dopamina. Editorial Planeta Colombiana. Bogotá. 2021. p. 150.
2. Ibidem, p. 151.
3. Rojas Estape, Marian. Recupera tu mente, reconquista tu vida. Editorial Planeta Colombiana. Bogotá. 2024. p. 345.
4. Lieberman, Daniel. Op. Cit. p. 295.
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