La imagen de Mater Boni Consilii es la respuesta afectuosa a las perplejidades e interrogantes que nos aquejan. La Iglesia celebra la fiesta de Nuestra Señora del Buen Consejo el 26 de abril.
Redacción (26/04/2023 10:14, Gaudium Press) El fresco de la Madonna del Buon Consiglio es una imagen “peregrina” llena de imponderables, cuyo origen más remoto se pierde en el misterio. Se sabe que ya estaba en Scutari, Albania, desde hacía más de siete siglos cuando emigró a Genazzano, en las afueras de Roma, en el año 1467.
¿Cuál es su verdadero origen? ¿Qué artista genial lo pintó? ¿Fue solo el resultado del talento humano, o también entró el concurso angelical? ¿Provino de una inspiración sobrenatural, una aparición de la Madre de Dios? ¿Es el enigmático bordado del cuello del Niño Jesús un mero adorno, o hay una palabra en una lengua desconocida relacionada con su misión?
Estas son algunas de las preguntas que surgen en la mente de un observador devoto al considerar la riqueza de detalles del fresco, reflejada en el porte, los gestos o la vestimenta de sus augustos personajes.
Sin embargo, nada llama tanto la atención como la celestial convivencia entre Madre e Hijo allí retratada: “En un gesto de intenso afecto, rebosante de amor, envuelve con su mano derecha el noble y delicado cuello de su Madre, mientras que con la izquierda sostiene enérgicamente la parte superior de su vestido, como diciendo: “¡Sois toda mía!” Es tan rotundo este conmovedor y divino abrazo, que su ojo derecho parece ligeramente desviado de la línea normal, por el énfasis con que Él estrecha su cara a la de ella, su Santa Madre.
“Sin dejar de expresar la fisonomía de un niño, el Divino Infante no denota, sin embargo, la menor superficialidad, tan característica de esta fase de la vida. Al contrario, como un océano de seriedad, transparenta toda la profundidad y amplitud del entendimiento, toda la fuerza de la voluntad, toda la elevación y nobleza del sentimiento. Y tiene la más alta conciencia de lo que representa su Madre, del paraíso interior que Ella le ofrece. (…)
“Con su actitud, el Niño Dios parece decir a cada uno: ‘Si quieres algo de mí, pídelo a través de mi Madre y te será respondido’. La pintura de Nuestra Señora del Buen Consejo de Genazzano bien podría estar rodeada de las palabras ‘Mediación Universal de María’, ya que el mismo Dios humano quiso encontrar protección y apoyo en los brazos virginales de su Santísima Madre” [1].
La cabeza de la Virgen descansa levemente sobre la cabeza del Niño, como para indicar la unión total, casi diríamos la unidad, que existe entre ellos, que se expresa sobre todo en el intercambio de miradas.
¡Y cómo se miran! ¡Parece que se tratase de una misma mirada! Da la impresión de que ella nos susurrase: “Hijo mío, el Altísimo ha depositado en mí maravillas jamás soñadas por los ángeles y los santos del cielo. Por tanto, hay misterios de Dios que los espíritus bienaventurados sólo conocen penetrando mi mirada. Y hay misterios que sólo comprenderán contemplando este intercambio de miradas entre Madre e Hijo”.
De las innumerables imágenes o pinturas que representan a la Santísima Virgen con el Divino Niño en su regazo, ninguna muestra tanto esta unión como el fresco de Genazzano. Hay algo en la escena que parece sugerir a quien la analiza embelesado: “Si quieres conocer al Niño, debes verlo en Sus ojos; del mismo modo, para conocerla completamente, es necesario verla en Sus ojos”.
Ningún hombre podrá penetrar en este intercambio de miradas si no se deja atraer por la intimidad sagrada y divina que existe entre Madre e Hijo. ¡Hay tantas maravillas contenidas en él, que la eternidad será insuficiente para desentrañar sus secretos! Como puede verse en la experiencia cotidiana, las relaciones muy naturales de una madre con su hijo involucran aspectos insondables. Cuando la madre conoce y ama plenamente a su hijo, y el hijo responde a su amor, confiando y abandonándose en sus manos, se crea entre ambos un vínculo indisoluble, en el que las palabras se vuelven prescindibles. Se establece entonces otro tipo de comunicación, mucho más rica, que se produce a través de las miradas. ¡Solo una mirada y ya está todo dicho!
Este fenómeno natural ocurre de manera similar, y en un grado supereminente, en la esfera sobrenatural. Madre del Verbo Encarnado, la Santísima Virgen es también Madre de todos los hombres (cf. Jn 19, 26-27). En virtud de esta misión que le confirió el Redentor en la cumbre de su Pasión, Ella conoce y ama a cada uno más profundamente de lo que todas las madres del universo podrían conocer y amar a un solo hijo.
Y cuando uno de ellos la busca, su Inmaculado Corazón se deshace en ternuras, caricias y cariño maternal, haciéndose eco, en menor medida, de lo que sucede en las relaciones con su Divino Hijo. Es precisamente este desbordamiento de amor y afecto lo que se experimenta cada vez que se mira la imagen de Mater Boni Consilii.
Cuanta alegría, cuanto amparo, y cuanta sustentación espiritual se recibe de Ella.
Por Mons. João Scognamiglio Clá Dias, EP
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Texto extraído, com pequenas adaptaciones, do livro Maria Santíssima! O Paraíso de Deus revelado aos homens, v.1.
[1] CLÁ DIAS, João. Mãe do Bom Conselho. p.26-29.
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