Reproducimos hoy apartes de esas declaraciones en el contexto de la publicación del motu proprio Traditionis Custodes.
Redacción (29/07/2021 10:01, Gaudium Press) Poco después de las ceremonias con una figura que muchos identificaron con la Pachamama, en Roma, en diversos eventos durante el Sínodo de la Amazonía, se pronunció Mons. José Luiz Azcona, obispo emérito de Marajó, en el Brasil.
El prelado sirvió durante 30 años en la Amazonía, en contacto directo con las poblaciones de esa zona del mundo. Y en declaraciones de noviembre de 2019, enviadas a Aciprensa, se quejaba de las funestas repercusiones que las ceremonias con ese ídolo traerían a diferentes niveles. Reproducimos hoy apartes de esas declaraciones, en el contexto de la publicación del motu proprio Traditionis Custodes.
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El subtítulo es de la redacción de Gaudium Press:
“Ese mismo gesto fue un escándalo (y no fariseo) para millones de católicos en el mundo entero, especialmente para los pobres, “los pequeños”, para los ignorantes, ‘los débiles’ que evidentemente tienen el ‘sensus fidei’ (sentido de la fe), tan justa y permanentemente defendido por el Papa Francisco y violentamente golpeadas en su conciencia inerme, indefensa por completo ante tamaña violencia religiosa.
No hay otra Madre sino la Virgen, no hay otro Señor sino Cristo
“Y de modo particular fueron los pobres, los simples, ‘los débiles’, los desprotegidos de la Amazonía, los más afectados por este impacto idólatra. Ellos sintieron en lo más íntimo, al menos en la Amazonía brasileña, este ataque contra la fe cristiana, contra la convicción eclesial de que la única Reina de la Amazonía es Nuestra Señora de Nazaré, Madre de Dios Creador y Redentor. ¡Ninguna otra madre, ninguna otra Pachamama andina o de donde fuera, y tampoco ninguna Jemanjá! (diosa pagana).
“Así como para el católico no hay otro Señor y Salvador que nuestro Señor Jesucristo, Hijo de Dios vivo y de Nuestra Señora de Nazaré, los otros varios espíritus, también de los indígenas, así como cualquier otra espiritualidad del tipo que fuera y que no es vivificada por el Espíritu Santo de Dios, procede de los demonios y a ellos conduce. ‘Quien no tiene al Espíritu de Cristo no pertenece a él’ (Rom 8,9). Es decir, no es cristiano y no es salvo. ‘Porque los que están en la carne (que no viven según el Espíritu) no pueden agradar a Dios’ (versículo 8).
“Para los hermanos evangélicos y pentecostales este escándalo ha tenido un efecto devastador. Horrorizados, han sido testigos de escenas de verdadera idolatría y entre el espanto y el estupor se confirman ahora más y más en la convicción errada de que el católico es un adorador de ídolos. Ya no de santos, santas, José o María, sino de verdaderos demonios. De esta manera, el diálogo ecuménico-interreligioso ha sido sacudido con consecuencias humanamente irreparables y con complicaciones ecuménicas pesadas para quien quiera entender el misterio de la Iglesia como ‘Sacramento universal de salvación’ (Lumen Gentium) también para los pentecostales”.
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