Andrea, 18 años y autista, asiste diariamente las misas celebradas por Francisco. Pero le extrañó que el Papa invitara a darse la paz durante la pandemia.
Redacción (04/05/2020 08:51, Gaudium Press) Maria Teresa Baruffi vive en Caravaggio, al norte de Italia, junto a su marido y dos hijos, uno de ellos Andrea, joven de 18 años, quien sufre de autismo.
Andrea, que sigue cotidianamente por los medios la misa celebrada por el Papa en la Casa Santa Marta, un día notó que el Pontífice invitaba a darse el signo de la paz entre los asistentes, lo que en su mente contradiría las medidas de prudencia para evitar la propagación del covid-19, y con esto en mente, le escribió a Francisco.
Francisco llama a Andrea
Francisco contó que en la comunicación Andrea “lo corrigió”, diciéndole “Usted sabe, ‘La Paz sea con vosotros’, pero usted no puede decir eso porque en la pandemia no nos podemos tocar unos a otros”.
El 29 de abril pasado el Papa llamó al celular de la madre de Andrea, Maria Teresa. Pero ella estaba en un supermercado sin su hijo, por lo que el Papa le dijo que le llamaría después, lo cual efectivamente hizo. Maria Teresa ya se encontraba en casa con su esposo y Andrea, escena que fue registrada en video por otro miembro de la familia.
Ver video de la comunicación del Andrea con el Papa:
En la comunicación, el Papa le manifiesta a Andrea que estaba “feliz de que me hayas escrito”, le dijo que le enviaría un papalino (el gorro blanco que usa el Pontífice) como el chico había pedido y le enseñó que en Santa Marta “las personas hacen el signo de la paz pero no se tocan. Ellas dan unas a otras con la cabeza un pequeño saludo”. Andrea respondió a esto con una sonrisa.
Conversación con la madre
Luego pasó a conversar con la madre, quien le contó que Andrea veía su misa en la Casa Santa Marta corrientemente, que Andrea era en extremo religioso y que consideraba a su hijo autista como una “bendición del cielo”.
Después de pedir oraciones por su madre anciana – que tiene un Alzheimer en estado final –, Maria Teresa le dijo que el sacerdote de su parroquia le mandaba saludos y su deseo de verlo en Roma.
Francisco le ofreció a su vez su bendición, y le pidió oraciones, a lo que María Teresa respondió que “nosotros rezamos bastante por usted, pero usted no necesita de ello, usted es ya un santo”.
Una broma sobre el destino eterno: “¿nos encontraremos en el infierno?”
Francisco, en su típico estilo de descontracción, le contestó al ser llamado de santo: “¡Dios mío!” y continuó dirigiéndose a Maria Teresa: “Quien sabe, ¿de pronto nos encontraremos en el infierno…?”
Maria quedó sorprendida y respondió que él no, pero que ellos – de la familia – tal vez irían al infierno, pues estaban un “poco mezquinos con todos en esta situación”.
Después de intercambiar risas, Andrea se despidió con un beso.
El Papa en la misa de ese día comentó el hecho, diciendo que “las cartas de los chicos, de los niños, son bellas, porque ellas son concretas”. Por fin, elogió la actitud de “libertad en decir las cosas como son”.
Con información de Crux
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