El nombramiento de Mons. Iannone ofrece pistas sobre la ‘arquitectura de poder’ en el Vaticano en los próximos años.
Mons. Iannone – Foto: Conferencia Episcopal Italiana
Redacción (30/09/2025 08:51, Gaudium Press) La decisión del Papa León XIV de nombrar al arzobispo italiano Filippo Iannone como nuevo Prefecto del Dicasterio para los Obispos, a la vez que confirma al brasileño Ilson de Jesus Montanari como Secretario del mismo organismo por otros cinco años, ha sorprendido a los observadores atentos al curso del nuevo pontificado. No se trata de un simple acto administrativo: es un gesto cargado de simbolismo, que indica el estilo de gobierno de León XIV y ofrece pistas sobre cómo diseñará la arquitectura de poder en la Santa Sede en los próximos años. Cabe recordar que el Prefecto para los Obispos es el miembro de la curia romana que interactúa con mayor frecuencia con el Papa, manteniendo reuniones semanales con el Sucesor de Pedro para debatir el futuro de las diócesis de todo el mundo.
El veterano periodista Gerard O’Connell, en un reportaje para la revista América, señaló que el nombre de Iannone no figuraba entre los considerados para asumir el liderazgo de este vital dicasterio, cuya misión es proponer al Papa candidatos al episcopado latino en el mundo entero. “Antes de la declaración de hoy, el nombre del arzobispo Iannone no se había mencionado entre los posibles candidatos para este puesto”, escribió O’Connell, revelando la perplejidad de diversas fuentes dentro del Vaticano. Una de ellas, que pidió el anonimato, incluso describió la decisión como “un enigma” difícil de descifrar. Otra, que conoce bien al nuevo prefecto, afirmó que “es completamente como León: alguien que escucha, piensa, reflexiona y solo entonces actúa”. Estas reacciones revelan que no se trata de un nombre elegido para complacer a corrientes o facciones, sino de alguien que, como el propio pontífice, encarna un perfil de prudencia, reflexión y solidez intelectual.
Filippo Iannone, de 67 años, es un carmelita con una trayectoria notable tanto en la vida religiosa como al servicio de la Iglesia universal. Originario de Nápoles, ingresó en la Orden del Carmelo a los 18 años, profesó sus votos definitivos en 1980 y fue ordenado sacerdote en 1982. Su formación incluye un doctorado en Derecho Civil y Canónico por la Pontificia Universidad Lateranense y una trayectoria académica dedicada a la docencia del derecho canónico, además de experiencia administrativa y pastoral en diversas diócesis italianas. Fue vicario general de Nápoles, obispo auxiliar y posteriormente diocesano de Sora-Cassino-Aquino-Pontecorvo, vicerregente de la diócesis de Roma y arzobispo, siendo uno de los obispos más jóvenes de Italia al momento de su ordenación. En 2015, Francisco lo nombró miembro del Tribunal Supremo de la Signatura Apostólica, y en 2017 lo nombró miembro de la Pontificia Comisión para los Textos Legislativos, de la que fue hecho presidente en 2018. Como responsable de este dicasterio, dirigió la revisión del Libro VI del Código de Derecho Canónico, reformulando las normas penales de la Iglesia, en particular las relativas a los delitos de abuso sexual y pornografía infantil, y supervisó la actualización en 2023 del motu proprio Vos Estis Lux Mundi, que establece procedimientos para la investigación de abusos y posibles encubrimientos por parte de obispos o superiores religiosos.
Esta trayectoria revela un perfil eminentemente técnico, jurídico e institucional. No es solo un pastor de almas, sino un canonista altamente competente, acostumbrado a la discreta y delicada labor de la legislación y la reforma. Esta característica explica por qué muchos ven un mensaje en su elección: el Papa León parece querer que la delicadísima tarea de elegir obispos se confíe a un hombre de rigor, prudencia y sólida formación. En tiempos de debates y tensiones, cuando la credibilidad del episcopado se ve puesta a prueba por escándalos y crisis de autoridad, la elección de un canonista de sólida reputación refuerza la credibilidad jurídica y moral del proceso de nombramiento episcopal.
Al mismo tiempo, el nombramiento de Iannone proyecta una consecuencia casi automática: es muy probable que, en el primer consistorio convocado por León XIV, el nuevo prefecto sea creado cardenal. En Roma, se suele decir que el prefecto del Dicasterio para los Obispos “viste de rojo” por definición, y no hay indicios de que ahora sea una excepción. De ocurrir esto, Italia tendría otro cardenal de peso, reforzando la ya significativa presencia italiana en el Colegio Cardenalicio. Este detalle no es meramente estadístico: en un escenario donde el Colegio Cardenalicio es cada vez más internacional, la presencia de italianos en puestos clave de la Curia aún tiene un peso simbólico y real en la dinámica del sacro colegio.
La decisión de confirmar al arzobispo Ilson de Jesus Montanari como Secretario del Dicasterio, cargo que ocupa desde 2013, añade un nuevo significado. Montanari, brasileño, es una figura respetada en la Curia y fue un estrecho colaborador de León XIV cuando dirigió el mismo dicasterio entre 2023 y 2025. Su reelección garantiza que el nuevo prefecto encontrará un colaborador experimentado, familiarizado con el funcionamiento interno y capaz de continuar los procesos en curso durante la era Prevost. Esta permanencia refuerza el mensaje de que, si bien hay cambios en la cúpula, el objetivo no es una ruptura, sino un equilibrio entre renovación y continuidad. Iannone no llega solo, sino acompañado por un equipo que garantiza su estabilidad y que los nombramientos episcopales sigan cumpliendo los estándares establecidos por el entonces cardenal Prevost.
Al confiar a Iannone —un hombre de formación académica y espiritualidad carmelita, discreto y mesurado en su discurso— el comando de uno de los órganos más estratégicos de la Curia, el Pontífice revela el tipo de colaborador que desea a su lado: personas de calibre, perfil intelectual y temperamento similar al suyo, caracterizadas por la escucha, la reflexión y una profunda capacidad para evaluar la realidad antes de actuar. Esta elección habla tanto de su misión como de su estilo de gobierno.
El Dicasterio para los Obispos es uno de los más influyentes dentro de la Santa Sede. Evalúa a los candidatos al episcopado en las diócesis de rito latino de todo el mundo y también asesora al Papa en las visitas apostólicas y en situaciones en las que un obispo enfrenta serias dificultades, incluyendo aquellas en las que existen sospechas de mala conducta o encubrimiento de abusos. Es, por lo tanto, una entidad que impacta directamente en la vida de millones de fieles, ya que los obispos son los pastores inmediatos de las comunidades eclesiales. La elección de quien ocupa este cargo es, en última instancia, una decisión que define el futuro de la Iglesia.
Un enigma que se va descifrando
Así, el enigma señalado por O’Connell parece menos opaco al considerar el contexto más amplio. León XIV, en sus primeros meses de pontificado, buscó establecer su propio estilo de gobierno, en continuidad con Francisco en cuanto a la reforma de la Curia, pero también con señales de identidad propias. Al optar por un canonista carmelita con un perfil discreto y reflexivo, demuestra que busca colaboradores capaces de combinar competencia técnica y profundidad espiritual, evitando el personalismo y el sensacionalismo. En otras palabras, busca personas que gobiernen con su mismo método: escuchar antes de actuar y promover iniciativas dentro de las “cuatro líneas” del derecho canónico.
Esta elección también refuerza la visión de la Curia como un organismo técnico altamente especializado, donde los principales dicasterios están dirigidos por hombres con una sólida formación intelectual y no figuras mediáticas ni seleccionados por otros atributos que no necesariamente incluyen la competencia para el cargo. El perfil de Iannone —canonista, profesor, religioso— encarna este ideal.
Por lo tanto, será esencial que el nuevo prefecto demuestre capacidad de escucha más allá del universo curial, para que los pastores elegidos no parezcan “importados” de Roma, sino verdaderos guías de sus comunidades. Y será igualmente delicado equilibrar la prerrogativa pontificia con la necesaria colegialidad. Las conferencias episcopales y los nuncios apostólicos desempeñan un papel decisivo en el proceso de nombramiento de obispos, y la coordinación con estos organismos requiere habilidad diplomática y pastoral. Si el dicasterio tiende a un centralismo excesivo, podría generar tensiones. Si es demasiado indulgente, podría diluir la autoridad del Papa. Esto es particularmente importante en el contexto de la implementación del proyecto de Sinodalidad.
Otro ámbito donde se pondrá a prueba la experiencia de Iannone es la gestión de crisis que involucran a obispos: investigaciones de abusos, acusaciones de encubrimiento y diócesis en dificultades. La trayectoria del nuevo prefecto en la reforma del derecho penal canónico y en documentos como Vos Estis Lux Mundi sugiere que cuenta con las herramientas legales y la prudencia necesarias para abordar estos asuntos. Sin embargo, las expectativas serán altas: la forma en que gestione casos específicos podría fortalecer o debilitar la confianza en el nuevo pontificado en su conjunto.
Un perfil que puede revelar los perfiles deseados
Por todas estas razones, el nombramiento de Filippo Iannone como prefecto del Dicasterio para los Obispos es más que un simple reemplazo administrativo. Es un acto que revela, de forma casi programática, lo que León XIV espera de sus principales colaboradores: destreza intelectual, serenidad, capacidad de reflexión y una espiritualidad que permita discernir antes de actuar. La probable designación de Iannone como cardenal, que fortalecerá la influencia de Italia en el Colegio Cardenalicio, no es un detalle menor: coloca a Italia una vez más en el centro estratégico de un pontificado que, si bien global, no ignora la tradición ni la importancia histórica de la península en el gobierno de la Iglesia. Hasta ahora, León XIV parece observar el carácter romano de la Curia y parece más preocupado en mantener tradiciones que en romperlas.
En lugar de realizar gestos de ruptura o designar aliados, León XIV parece optar por una Curia compuesta por hombres de confianza, con perfil intelectual y dialogante, capaces de abordar las complejidades del mundo contemporáneo sin perder la solidez de la tradición canónica. El futuro mostrará, en la práctica, si esa apuesta se confirmará como un paso decisivo para garantizar a la Iglesia un liderazgo espiritual de calidad y una Curia romana a la altura de los desafíos de nuestro tiempo.
Por Rafael Tavares
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