El Pontífice explicó que la predicación debe ser una idea, un sentimiento y una propuesta de acción.
Redacción (05/12/2024 12:15, Gaudium Press) Durante la audiencia general de ayer miércoles 4 de diciembre, el Papa Francisco continuó su ciclo de catequesis sobre el Espíritu Santo y la Iglesia, destacando la importancia de la labor evangelizadora del Espíritu y su papel en la predicación.
Los dos pilares de la predicación cristiana: Evangelio y Espíritu Santo
Tomando como base la Primera Carta de San Pedro, en la que los apóstoles son definidos como “los que os anunciaron el Evangelio por el Espíritu Santo” (1 Pedro 1,12), el Papa Francisco explicó que los dos pilares de la predicación cristiana son su contenido, que es el Evangelio, y su medio, que es el Espíritu Santo.
Respecto al Evangelio, Francisco enseñó que esta palabra tiene dos significados. La primera se refiere a la buena noticia anunciada por Nuestro Señor Jesucristo durante su vida terrenal. Sin embargo, el término adquiere una nueva connotación después de la Pascua, la buena noticia es el mensaje central sobre Jesucristo, especialmente el misterio pascual de su muerte y resurrección.
El Santo Padre instó a que en la predicación no se anteponga la ley a la gracia, ni las obras a la fe, “debemos comenzar siempre anunciando lo que Cristo hizo por nosotros”, ya que el primer anuncio es esencial en toda renovación eclesiástica. “No hay nada más sólido, más profundo, más seguro, más consistente y más sabio que este anuncio”, destacó.
No dar sermones largos
Luego destacó que la eficacia de la predicación no se limita a palabras o doctrinas, sino que depende del Espíritu Santo. Predicar con la unción del Espíritu es transmitir vida y convicción profunda, evitando el uso de meras “palabras persuasivas de sabiduría”.
El Pontífice ofreció dos orientaciones fundamentales a quienes quieran poner esto en práctica. Primero, la oración. “El Espíritu Santo viene a quienes oran, porque el Padre celestial – está escrito – ‘dará su Espíritu a quienes se lo pidan’ (Lucas 11,13), ¡especialmente si le piden que anuncie el Evangelio de su Hijo! ¡Ay del que predique sin orar!”, dijo.
Segundo, la humildad de no predicar a uno mismo, sino a Cristo. En este sentido, Francisco aconsejó a los predicadores que no den sermones largos. “Más de 8 minutos y la prédica se pierde, no se entiende. La predicación debe ser una idea, un sentimiento y una propuesta de acción. Y no debería durar más de 10 minutos. ¡Nunca! Esto es muy importante”, concluyó. (EPC)
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