Dorothy Day y G.K. Chesterton descubrieron que la gratitud no se queda en el corazón, necesita un destinatario, Dios.
Redacción (17/06/2025 11:35, Gaudium Press) La fe, muchas veces, no llega envuelta en grandes discursos o razonamientos teológicos. A veces se despierta de maneras silenciosas, como un eco que nace del corazón en medio de la vida. A veces la fe nace simplemente como una búsqueda de Alguien a quien dar las gracias. Así lo vivieron dos grandes figuras del siglo XX: Dorothy Day y G.K. Chesterton, quienes encontraron el rostro de Dios a través de la gratitud.
Dorothy Day: la maternidad como un sacramento de amor
Vino al mundo el 8 de noviembre de 1897 en el barrio Bath Beach, en Brooklyn. Pero luego la familia de Dorothy se trasladó a Chicago, donde vivió en una situación económica muy precaria. Su madre, buscando ahorrar lo poco que tenían, la enviaba a comprar plátanos muy maduros, porque costaban apenas diez centavos la docena.
Dorothy Day tenía un intenso sentido de justicia social. Periodista, activista y fundadora del Movimiento del Trabajador Católico junto con Peter Maurin, su vida estuvo influenciada por la lucha en favor de los pobres y marginados, pero también por una intensa búsqueda espiritual.
Aunque su infancia se desarrolló en un entorno protestante no practicante, la experiencia que transformó su fe ocurrió con el nacimiento de su hija Tamar. Aquel momento fue un hito en su existencia: “si hubiera escrito el mejor libro, compuesto la mejor sinfonía, pintado el cuadro más hermoso o esculpido la figura más exquisita, no me habría sentido tan creadora como cuando pusieron a mi hija en mis brazos”.
Fue en ese instante de plenitud y amor desbordante cuando sintió que necesitaba dar gracias a alguien: “me invadió una sensación de felicidad y de alegría tan grande que necesitaba a alguien para agradecérselo, al que amar, incluso venerar, por este bien que me había dado”.
No encontraba cómo explicar racionalmente aquella experiencia, pero la gratitud se convirtió en su primer lenguaje de fe. “Dios era el objeto final de este amor y gratitud. Ninguna criatura humana podría recibir ni contener un amor y una alegría tan inmensas como la que sentí tras el nacimiento de mi hijo. Gracias a esto surgió en mí la necesidad de adorar”.
Así, Dorothy comenzó un camino de conversión que se fue forjando con la oración, la vida sacramental y el servicio al prójimo. Como explica su biógrafo William D. Miller, “…volverse a Dios por gratitud a la vida y la esperanza de una vida plena en la eternidad… un estudio continuo, un esfuerzo continuo por comprender mejor y luego plasmar esa comprensión en las acciones de la vida”.
G.K. Chesterton: la gratitud como principio filosófico y espiritual
Por su parte, Gilbert Keith Chesterton, escritor inglés nacido en 1874 en el seno de una familia no particularmente religiosa también tiene una historia interesante de inmersión en la fe.
Fue hijo de Edward Chesterton —el mayor de los seis hijos de Arthur Chesterton— y de Marie Louise Grosjean. Tras casarse, se establecieron en Sheffield Terrace, Kensington, donde fundaron una agencia inmobiliaria y topográfica. Sin embargo, debido a un problema cardíaco, Edward tuvo que retirarse del negocio siendo aún joven. Aun así, contaba con una renta suficiente que le permitió dedicarse a sus pasiones, la jardinería, el arte y la literatura.
Chesterton fue un agudo pensador y defensor del cristianismo en una época enfocada en el escepticismo. Fue educado en la fe anglicana por costumbre más que por convicción, y por mucho tiempo buscó sentido en medio de un mundo que le parecía absurdo y carente de propósito.
De joven, una crisis existencial
Durante su juventud enfrentó una fuerte crisis existencial; incluso coqueteó con el nihilismo —el cual sostiene que la existencia, la vida y los valores carecen de un significado, propósito o valor inherente—. Pero un día, la gratitud irrumpió en su alma como una luz: “La prueba de toda felicidad es la gratitud; siempre me sentía agradecido, aunque no sabía a quién”, escribió en el libro Ortodoxia, publicado en 1908.
Esa sensación lo desbordaba y lo impulsaba a buscar al Dador de todos los bienes. “Los niños agradecen cuando Papá Noel les regala juguetes o dulces en Navidad. Pero, ¿no podría agradecerle a Papá Noel que me regalara dos piernas como las mías? Agradecemos los regalos de cumpleaños, como puros y pantuflas, y, ¿acaso no puedo agradecerle a alguien el regalo de mi nacimiento?”
Incluso en sus momentos de turbulencia, esa gratitud fue su polo a tierra.
En su Autobiografía, escribió que, durante los días desesperados de su juventud, se aferró a los restos de la religión con un fino hilo de agradecimiento. Ese hilo lo sostuvo, literalmente, con vida, “incluso la mera existencia, reducida a sus límites más primarios, era tan extraordinaria que me resultaba emocionante. Aunque la luz del día fuera un sueño, era una ensoñación; no una pesadilla”.
En su corazón, la gratitud se convirtió en un acto de fe, incluso antes de que encontrara las respuestas que buscaba en la Iglesia Católica. Y aunque era consciente de la belleza del mundo natural, sentía que todo aquello debía tener una fuente, “incluso el culto a la naturaleza que sentían los paganos… depende en última instancia tanto de un propósito implícito y de un bien positivo en las cosas, como de la gratitud directa que sentían los cristianos”.
Un mismo camino: agradecer como acto de adoración
Tanto Dorothy Day como G.K. Chesterton descubrieron que la gratitud, cuando es sincera y concebida del corazón, se convierte en una puerta hacia lo eterno. Ambos vivieron momentos de asombro frente a los regalos más esenciales de la vida —un nacimiento, un amanecer, una emoción inexplicable— que los llevaron a buscar al Autor de todo don.
Estas palabras de Chesterton, también podrían resumir la experiencia de Dorothy: “Un día, un cosmos, reprendido por un pesimista, respondió: ‘¿Cómo puedes tú, que me injurias, consentir en hablar a través de mi maquinaria? Permíteme reducirte a la nada y luego hablaremos del asunto’. Moraleja: A un universo regalado no se le mira el dedo”.
Con información de ReligiónEnLibertad
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