jueves, 21 de noviembre de 2024
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¿Para que una nación no muera? Todo depende del fervor que haya en el Santuario

Ayer vimos el apocalíptico espectáculo de un lúgubre Congreso en Francia, donde se aprobó casi por unanimidad el aborto como derecho constitucional.

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Redacción (05/03/2024, Gaudium Press) ¿Política o Religión?

En tiempos electorales, consultamos los informativos para ver cuál es el candidato a elegir, de acuerdo a nuestros principios y legítimos intereses. Que si este parece mejor administrador que ése, o si este otro ha sido señalado de corrupto y este no, etc.

Pero lo que vemos en muchos países, es que a la hora de votar, la mayoría de católicos no indagan de los candidatos si estos comulgan con los principios de la doctrina social cristiana, como si por ejemplo respetan la propiedad privada con su función social, o si promueven la libre iniciativa cuidando de los derechos de los más pobres, o si van a promover el aborto o no.

Ayer vimos el apocalíptico espectáculo de un lúgubre Congreso en Francia, en donde ningún partido, ni los dichos de derecha, ni los de centro, ni menos los de izquierda, asumió la defensa del niño por nacer, sino que todos quemaron sumisos incienso al dios Moloch, ese que en la antigüedad cananea era representado en figura de bronce, con fuego en su interior, al cual se le lanzaban niños en sacrificio para atraer sus favores.

Sin embargo, si vamos a consultar el estado de la Opinión francesa, seguramente los anti-abortistas aún representan una franja considerable, que sí merecería tener representación parlamentaria, significativa.

Por ejemplo, ¿cuántos católicos o que se dicen católicos hay en Francia?

De acuerdo al Instituto Nacional de Estadística y de Estudios Económicos en Francia el catolicismo es aún la primera religión aunque con un raquítico 29%, seguido por el musulmanismo creciente, con un 10%. Es decir, por lo menos en el Congreso, los católicos debían tener una representación de un 30 por ciento de asambleístas y senadores que deberían haber dicho un No rotundo al aborto. Sin embargo, los votos en contra de la matanza de inocentes fueron menos del 10 por ciento, y de esos pocos dignos, seguro que no todos eran católicos.

Entonces, surge la pregunta: ¿sí son católicos los católicos, a la hora de votar?

Creo que está faltando crear una conciencia clara de que la característica más importante que tenemos los católicos es justamente la de ser católicos, y no solo a la hora de ir al templo sino a todas horas. Entre otras razones porque de esa condición bien llevada, depende nuestro destino eterno.

Pero es que últimamente, desde las tribunas apropiadas se ha dejado de hablar de eso, del cielo y del infierno, del juicio particular y universal, de la necesidad de cumplir los mandamientos cueste lo que cueste, de la necesidad de confesar los pecados graves para no caer en la Gehenna eterna, de la necesidad de la oración constante, de la necesidad de ser católico no solo cuando se va a misa, sino también a la hora de votar.

No maquillemos la realidad: lo que ocurre es que ya hay muchos católicos que no creen, o creen a medias en las verdades de la fe; pero no nos digamos mentiras, es que ya hay no pocos pastores que ya no creen completas en las verdades de la fe.

Entonces, si las verdades de la fe son relativizadas en el propio santuario, pues que podemos esperar de la fe de los fieles que van al santuario, o que podemos esperar de la fe de los fieles al momento de emitir un voto. Y como consecuencia, tenemos un país, la primera nación que fue cristiana, que ya hace de la matanza de inocentes un precepto constitucional.

Sin embargo hubo un tiempo en que en Francia los católicos eran el 90% o más de la población, y la mayoría de ese 90 % de católicos sí creían de forma firme en las verdades de la fe. Entonces, ¿qué pasó?

Ocurrió lo que aún no ocurre en África, donde los católicos todavía son católicos:

Ocurrió que poco a poco esa masa de católicos se dedicaron a gozar la vida cada vez más y más, a fruir casi que exclusivamente los placeres de la sociedad de consumo, a tener como objetivo de su vida solo el gozo sensual aquí en la Tierra, a creer que estamos aquí para comer, beber y dormir, y tal vez algo trabajar pero eso para tener dinero para comer y viajar, y no para alcanzar esforzadamente el Cielo; ocurrió que se dejaron de imitar a los santos para imitar a las figuras deletéreas del jet set o de la midia. Y así ocurrió que los católicos fueron abandonando paulatinamente la cruz de Cristo, y fueron abandonando a Cristo.

Ocurrió también que desde el Santuario no se predicó la convocatoria a una gran cruzada para que los católicos no se entregaran al consumismo y apostataran de la Cruz de Cristo.

Ocurrió que los católicos dejaron de darse cuenta que tenían el más alto título que podían tener, que es el de católicos.

Tal vez porque desde el santuario, se fue obviando que el mayor diamante es el de ser católico. Tal vez porque desde el santuario, algunos ya tienen cierta vergüenza de mostrarse como católicos, y prefieren ser psicólogos, o sociólogos. Tal vez porque algunos son más mundanos que católicos.

En todo caso la Iglesia es inmortal, Cristo lo profetizó. Pero las naciones no son inmortales, y ay de las naciones que dan la espalda a Cristo. Ellas se pierden en el humo del trasegar del tren de la Historia. Cuando no son tragadas por las vorágines que frecuentemente sacuden la Historia.

Todo depende del fervor que haya en sus santuarios.

Por Carlos Castro.

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