jueves, 13 de noviembre de 2025
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Petro Didula, 59, ucraniano con cinco hijos, será sacerdote y desea ser capellán en el frente de batalla

El periodista ucraniano, esposo y padre de cinco hijos, dejó todo para entrar al seminario y convertirse en capellán militar durante la guerra.

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Foto: UGCC.UA

Redacción (13/11/2025 11:31, Gaudium Press) Con su cabello gris y una sonrisa contenida que reflejan la madurez de un hombre que ha aprendido a escuchar a Dios en el silencio del dolor. A su lado, su esposa Natalia y su anciana madre —portando un pañuelo típico de las mujeres del campo ucraniano— parecen sostener con ternura la decisión más grande de su vida: Él es Petro Didula, de 59 años, casado, padre de cinco hijos y veterano periodista formado en la Universidad Católica Ucraniana. Hoy, ha dejado los micrófonos y las cámaras para entrar al seminario grecocatólico y formarse como sacerdote y capellán militar, en el corazón de la guerra que sacude a su país.

Su historia, contada a la periodista Diana Motruk para la web de testimonios de la Iglesia Grecocatólica Ucraniana, conmueve por su fe y su valentía. En la vida de Petro llega una vocación tardía, y un llamado celestial, nacido en medio de una guerra llena de dolor

Un funeral que se convirtió en resurrección

Petro recuerda el momento exacto en que Dios lo llamó. Fue en 2023, durante el funeral de un joven militar, Dmytro Pashchuk, que había muerto en combate en Jersón. Dmytro era el prometido de su hija. “Allí experimenté el momento de la Resurrección con especial intensidad. No fue solo mi experiencia personal; más tarde, otros asistentes al funeral, incluidos militares, me explicaron sentimientos similares”, cuenta.

Aquel día, lo que parecía un camino preestablecido de duelo se convirtió para él en un encuentro con la fe. “Quizás por primera vez en mi vida, experimenté la Resurrección tan profundamente en la muerte de un ser querido”, confiesa. Desde entonces, el dolor se transformó en llamado.

“Ve al seminario ahora”

El llamado de Dios no se apagó. “Una tarde, mientras volvía a casa del trabajo en bicicleta, me asaltó una idea obsesiva: ‘Ve al seminario ahora’”, recuerda. Movido por esa certeza, llamó al rector del seminario de Leópolis, quien en ese momento estaba con el padre Taras Panat, un sacerdote que se ordenó a sus 69 años.

Aunque el trabajo y los viajes retrasaron su decisión un año, en la primavera de 2024 la voz de Dios volvió con más fuerza. “Yo andaba atormentado por esos pensamientos y dudas, como un enfermo. Entonces volví a ver al Padre Igor, recibí la bendición del obispo local y se iniciaron los trámites”, relata.

La respuesta de su familia

Cuando Petro contó su decisión a su esposa Natalia, ella sonrió. “Ah, por fin, en el trabajo siempre me llaman la esposa del sacerdote”, le dijo. Su ‘sí’ fue el primero paso para este nuevo camino, fueron tres años de estudios y discernimiento.

Sus hijos, en cambio, guardaron un silencio incómodo. “Parece que mi nuera, Yulia, fue la primera en romper el silencio para felicitarme”, recuerda. Su madre, al enterarse, solo dijo: “Quiero vivir para verte como sacerdote”.

Curiosamente, su abuelo paterno también había sentido la vocación sacerdotal, pero fue encarcelado y murió en una prisión polaca bajo el régimen comunista. Petro siente que su respuesta completa, de algún modo, el destino interrumpido de su abuelo.

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Foto: Ukrainian Catholic University Foundation

El desafío de volver a estudiar

“Estudiar me ha costado. Incluso pensé en dejarlo”, confiesa. Sin embargo, un retiro ignaciano lo ayudó a reencontrar la claridad. “Ocho días de silencio y conversaciones con mi confesor me ayudaron a salir de ese estado de confusión. Humanamente, no quería continuar mis estudios, pero algo en mi interior me convenció, tenía que seguir adelante”.

A sus 59 años, retiene con dificultad la gran cantidad de información del seminario, pero se apoya en su amor por la Biblia. “A veces descubro cosas que ya había aprendido, pero que ahora percibo de una manera completamente distinta, nueva”.

También disfruta conversar con los seminaristas jóvenes. “Me atrevo a preguntarles cosas que no me atrevería a preguntarle a mis hijos”, dice con una sonrisa.

Capellán en el frente

Su sueño es servir como capellán militar. Cuando el presidente Zelenskyi decretó que los hombres mayores de 60 años podían servir en el ejército con autorización especial, Petro lo vio como una señal divina. “Esto me dio la certeza de que realmente podía ser capellán. Incluso si la capellanía no funciona, iré igualmente al este, a Járkov o Dnipró. Allí también hay grandes necesidades”.

Ya ha visitado el Campo de Marte, donde descansan soldados caídos. “La primera vez que fui, me costaba hablar con la gente, pero a la tercera o cuarta vez empecé a sentir que algo se abría dentro de mí. Ya no tengo el miedo que tenía antes”.

“Al hablar con los familiares del difunto, la sotana añadía una especie de cualidad especial al ambiente de confianza. La persona se sincera, uno escucha y, al final, algunos pidieron rezar conmigo”, cuenta conmovido.

“Creo que Dios da la gracia según la carga que pone sobre los hombros”

Como periodista, ya conocía el dolor del frente, pero ahora su misión será llevar esperanza. “¿Cómo y de qué hablarán los sacerdotes con los militares si no están presentes?”, se pregunta. “Los capellanes que vi en el frente hablan de la muerte con sencillez y sin dramatismos innecesarios. Y lo entiendo: así debe ser para los cristianos, porque la muerte es parte natural de la vida”.

Petro confía en que Dios será su fortaleza. “Creo que Él otorga su gracia en proporción a la carga que deposita sobre los hombros de cada persona. Y si llego a ser sacerdote, confío en que no me privará de la sabiduría y la fortaleza que a veces tanto me faltan”.

Con su fe madura y su corazón dispuesto, Petro Didula representa una de las imágenes más puras del Evangelio vivido en la guerra, la de quien, entre bombas y ruinas, escucha a Dios decirle suavemente ven y sígueme.

Con información de Religión en Libertad

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