La activista católica pro-democracia hizo su relato en Instagram, sobre cómo la vigilaban, una sugestiva jornada de reeducación en la China continental.
Foto: Asia NewsRedacción (05/12/2023 15:58, Gaudium Press) Muchos abrazos, deseos de comprensión y enriquecimiento mutuo, etc., eso sí, todo bajo el talismán de la ‘sinización’ de la religión: los odoríferos aromas del reciente encuentro entre el Obispo de Hong Kong y el de Pekín merecen ser atemperados por declaraciones como la de Agnes Chow, activista católica pro-democracia de 27 años, encarcelada siete meses por las protestas del 2019 y luego liberada en el 2021, que desde Canadá explica “Por qué elegí no regresar a Hong Kong”.
El relato, en el que la antigua colaboradora litúrgica de la parroquia del Inmaculado Corazón de María dice que no quiere regresar a su país, lo hizo en Instagram y lo reproduce Asia News.
Agnes cuenta que el día que salió de prisión le fue retenido el pasaporte. Y que debía ir cada tres meses a la comisaría para firmar un “Aviso de detención de documentos de viaje”. “Durante varios años no realicé ninguna actividad pública, no me dediqué a política, no volví a contactar con mis viejos amigos y esperé en silencio. Sin embargo, todavía no tenía derecho a salir del país. A veces, cuando me presentaba a trabajar, Seguridad seguía ‘preocupada’ por mi situación (mis ingresos, mi trabajo, mi familia, mis relaciones) como si de vez en cuando me recordase que no había recuperado mi libertad, que estaba todavía bajo vigilancia y que no debería intentar hacer nada. Seguí viviendo con miedo y temor, mi condición psicológica se deterioró y el año 2023 fue el peor para mí emocional y físicamente”.
Por eso decidió intentar una maestría en la Universidad de Toronto.
“Durante el proceso de solicitud, Seguridad Nacional me pidió que escribiera una ‘carta de arrepentimiento’, declarando que rechazaba mi participación política pasada y que ya no me comunicaría con los involucrados. Si no hubiera estado dispuesta a ceder, habría perdido la posibilidad de estudiar. Y en ese momento sólo esperaba poder salir sana y salva de Hong Kong para continuar mis estudios”.
“Después de superar muchos obstáculos, Seguridad Nacional me dijo a principios de julio de este año que si quería estudiar en Canadá, había una condición más: ‘ir a China continental con nosotros’ (es decir, estar ‘acompañada’ y ‘protegida’ por agentes de la Seguridad nacional de la policía de Hong Kong). Sabía que no tenía derecho a negarme”.
En agosto se da el viaje a la China continental, con cinco agentes. Ella no sabía en definitiva lo que le iba a pasar.
“Ese día, además de comer, beber y divertirme, tenía previsto visitar la ‘Exposición de la Reforma y la Apertura’ para conocer el desarrollo de China y el Partido Comunista, así como los ‘brillantes logros’ de los sucesivos líderes [comunistas]. Más tarde, me llevaron a la sede de Tencent para aprender sobre el ‘desarrollo tecnológico de nuestra madre patria’”. Todas unas meditadas jornadas de reeducación.
“Cuando regresé a Hong Kong, la Seguridad Nacional me pidió nuevamente que escribiera una carta agradeciendo a la policía por organizar todo esto, ‘para que pueda aprender sobre el gran desarrollo de nuestra patria’. Creo que escribí varias cartas de esta naturaleza en esos pocos meses. Finalmente, a mediados de septiembre salí de Hong Kong para estudiar en Toronto, Canadá, y recibí mi pasaporte el día antes de la salida”.
El compromiso es que regresara a Hong Kong en diciembre. Pero ella decidió no volver: “No quiero que me obliguen a hacer lo que no quiero y no quiero que me obliguen más a ir a China continental. Si esto continúa, incluso si estoy a salvo, mi cuerpo y mi mente colapsarán”.
Por eso se quedó en Canadá. Más que comprensible.
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