La gruta, constituida de piedras y frecuentada por animales, estaba en una región completamente apartada. Fría, húmeda y oscura, no podría ser más inhóspita para cuna del Rey del Universo.
Redacción (20/12/2021 18:34, Gaudium Press) Después de milenios de espera, finalmente nacerá el Hijo de Dios, y este grandioso hecho se hará efectivo en función de humildes causas segundas, determinado, aparentemente, por el curso natural de cosas.
Jesús, en condiciones normales, debería haber nacido en Nazaret, la ciudad donde residían sus padres y donde encontraría al menos una casa sencilla pero digna, una cuna y comodidad doméstica.
Sin embargo, según las profecías, el nacimiento de Jesús tendría lugar en otro lugar.
Él podía ordenar a los Ángeles que construyeran el palacio más hermoso de la historia, irrealizable para los seres humanos, para venir al mundo allí. Pero estos no fueron los designios divinos.
Nuestro Señor nos da una lección, eligiendo nacer en una de las ciudades más pequeñas de Judá, la insignificante Casa del Pan, en el lugar más escondido y más pobre, una gruta.
Jesús, de origen eterno y supremacía infinita, quiso enseñarnos lo contrario de lo que sugiere el pecado. Si esta fue la rebelión del hombre para subvertir el orden e igualarnos con Dios, el Redentor, buscando la ciudad menos importante, nos recuerda que debemos ser humildes.
Entonces, ¿por qué eligió una cueva?
En beneficio de la humanidad y gloria de su Unigénito, Dios quiso enfatizar el contraste entre los aspectos humanos y divinos de la Navidad, para evitar que prestemos más atención a aquellos que a estos.
Después del pecado original, nuestra naturaleza se volvió tan grosera que si el Niño Jesús naciera en un suntuoso palacio, muchas personas se detendrían a admirar el edificio y relegarían al Salvador a un segundo plano.
La cueva, el buey y el burro, e incluso la ausencia de testigos, además de María y José, fueron elementos providenciales para hacer brillar de manera especial la divinidad de Cristo.
Dios quiso mostrar que no necesitaba un lugar espléndido para entrar en la historia de la humanidad; bastaban almas electas y providenciales como Nuestra Señora y San José, y el resto Él lo haría.
Por Monseñor. João Scognamiglio Clá Dias, EP
Texto extraído, con adaptaciones, del libro San José: ¿Quién lo conoce?
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