La Ley ordenaba a los matrimonios más pobres ofrecer al menos “un par de tórtolas o de dos pichones” (Lc 2,24) como sacrificio al Señor.
Redacción (04/02/2025 09:12, Gaudium Press) Con ocasión de la fiesta de la Presentación del Niño Jesús en el Templo y de la Purificación de María, los comentaristas tejen hermosas consideraciones sobre ese acontecimiento, analizando sus más diversos aspectos, pero en esta nota sólo nos centraremos en un detalle lleno de significado.
La Ley ordenaba a los matrimonios más pobres ofrecer al menos “un par de tórtolas o dos pichones de paloma” (Lc 2,24) como sacrificio al Señor. Y no es casualidad que se prescribieran estas dos aves.
San Cirilo explica que la tórtola es la más locuaz de ellas y la paloma la más mansa. Nuestro Señor quiso simbolizar de esta manera que practicaría la más perfecta mansedumbre en esta tierra y haría resonar su voz armoniosa para atraer al mundo a su Corazón misericordioso.
San Beda, a su vez, reflexiona sobre las virtudes que representan estas aves: la paloma, la sencillez; la tórtola, la castidad. Si la tórtola pierde a su pareja, no saldrá a buscar otra. Ya en sus primeros días, Cristo quiso demostrar su predilección por la virtud de la pureza a través de estos dos pequeños animales.
Tórtolas y palomas
Otro bello simbolismo es el hecho de que, siendo la paloma gregaria, representa una vida activa, mientras que la tórtola, al vivir sola, evoca la contemplación. Pero este aislamiento, sumado a su locuacidad, la convierte en imagen de predicación y de confesión de fe. Ambos caminos fueron practicados por el Salvador y cada uno conduce, a su manera, a la santificación de los hombres.
San Beda destaca también que estos dos animales, a través de su hábito de arrullar, expresan el llanto actual de los santos. La tórtola simboliza las lágrimas ocultas de las oraciones; la paloma, que vive en bandadas, representa las oraciones públicas de la Iglesia.
Ahora bien, San Lucas no dice en su Evangelio si los animales ofrecidos al Señor por la Sagrada Familia eran tórtolas o pichones… De este modo, según San Beda, el Espíritu Santo implica que no se debe dar preferencia a la vida contemplativa o viceversa, ya que ambas agradan a Dios y todos debemos seguirlas.
Tengamos en cuenta, sin embargo, que las tórtolas o palomas ofrecidas por el Niño Jesús, antes de ser entregadas en manos del sacerdote, reposaron en las manos del Patriarca San José y fueron contempladas por la mirada serena de la Virgen María. Esto nos invita a anhelar vivir siempre bajo la custodia y protección de esta santísima pareja, porque de este modo nuestra existencia será, aunque pobre en méritos y virtudes, una ofrenda dulcísima de adoración y de alabanza.
(Texto extraído, con ligera adaptación, de la Revista Arautos do Evangelho n.º 230, febrero 2021).
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