Una persona perezosa es aquella que no hace, no quiere hacerlo, prefiere que otros lo hagan y, generalmente, no se siente mal por ello. El procastinador es alguien que quiere hacer, pero no consigue.
Redacción (17/11/2024 07:52, Gaudium Press) Una cosa importante, que ha perjudicado a muchas personas y creado mucha confusión, es la paradoja entre la procrastinación y la pereza. Comúnmente tratados como sinónimos, la procrastinación y la pereza no son lo mismo; de hecho, son muy diferentes entre sí, aunque pueden provocar los mismos efectos.
Una persona perezosa es aquella que no hace, no quiere hacer, prefiere que otros lo hagan y, generalmente, no se siente mal por ello. En general es una persona vaga, un explorador y, cerca de él, especialmente en su familia, siempre habrá al menos una persona estresada, aquella que, inconscientemente, acaba haciendo por el vago lo que él no hace y actua como facilitador de sus malos hábitos y de su “buena vida”.
El miedo a causar traumas a los niños
La pereza es uno de los vicios capitales que se debe eliminar desde el inicio de la educación de los niños, dándoles obligaciones y responsabilidades, y no realizando las actividades que les corresponden.
Lamentablemente, con la intención tan común hoy en día de ahorrarles a sus hijos todo sufrimiento, muchos padres los sobreprotegen y hacen todo por ellos, provocando un gran daño al desarrollo de sus personalidades.
Los niños ensucian, las madres limpian; los niños no hacen lo que deben, sus madres lo hacen por ellos o les ayudan a buscar excusas: un gran mal de las madres -y de los padres- que incumplen sus roles y provocan el surgimiento de seres humanos débiles, llenos de defectos que podrían haber sido podados si los padres cumplieran su papel, sin temor a causar traumas a sus hijos.
(Es necesario abrir paréntesis aquí: hoy en día evitamos hablar del papel de cada persona dentro de una unidad familiar, y cuando surge el tema, los pensadores modernos generalmente lo tratan como inapropiado, y la palabra “jerarquía” parece ofensiva. y desproporcionada, porque, para la mentalidad predominante, todos son iguales y no hay diferencia entre los roles de esposa, marido e hijos. Este razonamiento quitó a los padres su autoridad sobre sus hijos y esto provocó un verdadero caos en la sociedad. la formación de niños y jóvenes.)
Una visión distorsionada del tiempo
El procrastinador no es perezoso. Esta es una persona que quiere hacerlo, pero no puede.
Generalmente, las personas con esta discapacidad -para la que existe tratamiento- tienen una visión distorsionada del tiempo, creyéndose capaces de hacer muchas más cosas de las posibles.
Así, los procrastinadores asumen diferentes compromisos, intentan agradar, creen que lo conseguirán y luego se angustian, se desesperan y acaban superados por la parálisis.
Saben que tienen que hacerlo, quieren hacerlo, pero la desorganización interna, con aspectos psicológicos y fisiológicos, les dificulta el desempeño de sus tareas, causándoles mucho dolor y sufrimiento, especialmente cuando se les considera perezosos.
El ejemplo típico de procrastinador es un individuo que superpone actividades, sin poder separarlas, iniciando una serie de tareas al mismo tiempo, asumiendo más responsabilidades de las que es capaz de cumplir y perdiendo mucho tiempo en perfeccionismo.
No es una enfermedad, sino un síntoma.
La procrastinación en sí no es considerada una enfermedad por la Organización Mundial de la Salud, sino más bien un síntoma importante de otras afecciones de salud mental, como la depresión, la ansiedad, el trastorno obsesivo-compulsivo (TOC) y el trastorno por déficit de atención (TDAH), entre otros.
Se considera una falta grave que requiere atención, tanto es así que existen grupos de apoyo para ayudar a las personas con esta condición.
Este es un tema complejo que, evidentemente, por su importancia, no se puede tratar en un simple artículo. Nuestro propósito aquí es simplemente llamar la atención sobre ello, porque muchas personas sufren por vivir con la procrastinación y, más aún, con el juicio de quienes no lo entienden.
Puede que haya quien también considere la pereza como un síntoma de determinadas patologías, sin embargo, existe una clara diferencia entre ellas. De hecho, la pereza es considerada uno de los vicios o pecados capitales, algo a lo que estamos sujetos, pero que hay que evitar.
A los perezosos no les importa
Una “pereza” es algo que todo el mundo puede sentir de vez en cuando, pero en cuanto tomas conciencia de ello vuelves a la normalidad. Una persona que por debilidad cae en la pereza, al darse cuenta debe arrepentirse inmediatamente, confesar este pecado y seguir adelante con su vida.
La persona perezosa persistente, sin embargo, normalmente no se siente mal por ser perezosa. Es una adicción a la que sucumbe y en la que encuentra placer. Podemos decir que hay cierta maldad en el perezoso. No le importa si su inacción, su falta de compromiso y su inercia perjudicarán a otras personas o no.
Quien se complace en la pereza acaba deformando su personalidad, quejándose de todo lo que requiere un cierto esfuerzo, no deteniéndose en ningún trabajo o incluso no buscando trabajo.
Esto no sucede con el procrastinador. Sufre porque quiere hacerlo y no puede. Algo en su interior le impide abordar las cosas de forma clara y organizada, y debe lidiar continuamente con el sentimiento de incapacidad. Por eso, vive sobrecargado.
Es un proceso muy doloroso y hay casos de personas que atentan contra su propia vida porque no encuentran una solución para salir de este laberinto.
¡Hay una solución para todo!
Sin embargo, hay una solución para todo en esta vida. Hablar con alguien, asistir a grupos de apoyo, buscar ayuda médica son acciones que pueden ayudar a aliviar la carga del sufrimiento.
Y está el cuidado del alma, que es esencial. Dios nos creó para ser perfectos, pero desafortunadamente, esa perfección estuvo manchada por el pecado. Podemos y debemos tener la humildad de pedirle que nos guíe y nos ayude a vivir de acuerdo con su voluntad y encontrar la paz.
La fe nos enseña que es en el dolor y en las dificultades donde se forja nuestro carácter y se desarrolla en nuestra alma la verdadera santidad. Por esta razón, y porque no entendemos los planes de Dios, no nos corresponde pedirle que quite de nosotros nuestras cruces y problemas, porque no sabemos cuál es el propósito de cada uno de ellos en nuestra salvación.
Sin embargo, podemos pedirle que nos dé el discernimiento necesario para poder hacer una cosa a la vez, con equilibrio y serenidad.
La procrastinación conduce fácilmente a la desesperación y podemos buscar ayuda para superarla acudiendo a la Madre de las madres, que siempre acoge y vela por los desesperados.
Por eso, termino este artículo de una manera algo diferente, sugiriendo una oración sencilla pero muy poderosa que, en sí misma, ayuda a restaurar nuestra confianza. La oración compuesta por San Bernardo:
Acordaos,
oh piadosísima Virgen María,
que jamás se ha oído decir
que ninguno de los que han acudido
a tu protección,
implorando tu asistencia
y reclamando tu socorro,
haya sido abandonado de ti.
Animado con esta confianza,
a ti también acudo, oh Madre,
Virgen de las vírgenes,
y aunque gimiendo
bajo el peso de mis pecados,
me atrevo a comparecer
ante tu presencia soberana.
No deseches mis humildes súplicas,
oh Madre del Verbo divino,
antes bien, escúchalas
y acógelas benignamente. Amén.
Por Alfonso Pessoa
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