Este título puede parecer algo desconcertante ¿Establecer una relación entre Eucaristía y promoción social, cosas tan dispares? Descifremos el “enigma”.
Redacción (27/02/2024, Gaudium Press) Este título puede parecer algo desconcertante ¿Establecer una relación entre Eucaristía y promoción social, cosas tan dispares? Descifremos el “enigma”.
De hecho, hay muchas cosas desconcertantes en circulación. Por ejemplo, una que sostiene este sofisma: “la promoción social radica principalmente en la supresión de las carencias materiales de los que padecen alguna forma de pobreza o de exclusión”. Es una idea a primera vista simpática, más que, enunciada así, prescinde del dato fundamental de que la persona es un compuesto de alma y cuerpo, creada a imagen y semejanza de Dios y con un destino eterno. En esa óptica errada, habría que reinterpretar el Evangelio, y El Capital de Marx podría llegar a considerarse un pasable tratado sociológico…
La Iglesia siempre se ha preocupado de la promoción humana
La verdad es que la Iglesia Católica, en su magisterio y pastoral bimilenarios, ha sido siempre promotora del desarrollo humano; de ello dan ejemplo los santos, especialmente aquellos de vocación misionera, educativa o asistencial.
A propósito, el Santoral Católico de este mes recoge dos figuras dignas de mención, precisamente por su fervor eucarístico y su empeño por la promoción social: En el siglo XX, Santa Catalina Drexel, estadounidense, fundadora de la “Congregación de las Hermanas del Santísimo Sacramento para los indios y negros”, cuya memoria se celebra el día 3. La otra figura es Santo Toribio de Mogrovejo que en los siglos XVI y XVII fue durante cinco lustros arzobispo de la Ciudad de los Reyes, como era llamada Lima, la capital del Virreinato de Perú. Su día en el calendario litúrgico universal es el 23 de marzo.
En ambos se dan cita una entrañada devoción a la Eucaristía y una exquisita solicitud por los necesitados. Veamos eso en rápidas pinceladas.
Santa Catalina Drexel perteneció a una distinguida familia inmensamente rica de Pensilvania. Consciente de la vinculación entre Eucaristía y caridad, soñó con plantar en tierras americanas un nuevo carisma de vida religiosa femenina enfocada en el culto eucarístico y en la evangelización de los indios y de los afroamericanos que por entonces eran los menos favorecidos de la sociedad.
En 1913, durante el pontificado de San Pío X, su fundación recibió la aprobación de Roma. Esta obra vino a dar una respuesta cristiana a injusticias y discriminaciones que se daban en Norteamérica. Fundó más de 60 escuelas y misiones en el Far West, con específica sensibilidad hacia los nativos y afrodescendientes. Esa opción se recogía en la fórmula de los votos de las religiosas de su congregación que se comprometían a “ser madre y servidora de los indios y de la gente de color”. Su celo por la vivencia de la fe y el desarrollo social la llevó a fundar en Nueva Orleans el primer instituto católico de estudios superiores en Estados Unidos para gente de raza negra.
Después de dedicar su vida a una intensa actividad apostólica y a la adoración eucarística, centro de su espiritualidad, entregó su alma a Dios en 1955 a los 97 años, estando muy enferma y debilitada. Fue canonizada en el año 2000.
La luz de Santo Toribio
La vida de Santo Toribio está llena de lances épicos. Español de noble estirpe y misionero tenaz, fue enviado al Virreinato del Perú. Recorrió miles y miles de kilómetros, llegando a las aldeas más alejadas, sin caminos y con grandes peligros, por montañas, minas y desiertos, catequizando y bautizando a los nativos. Nada lo detenía en su ardor apostólico. Su interés por los indígenas no se limitaba a evangelizar; bregó con éxito para mejorar las condiciones de sus vidas y para establecer la armonía mutua entre las diversas clases sociales.
Convocó 13 sínodos diocesanos y 3 concilios provinciales al que acudieron otros prelados de Hispanoamérica para tratar de la evangelización de los naturales y aplicar las instrucciones del Concilio de Trento, especialmente en lo relativo al culto eucarístico. Él, que era todo bondad, no dudaba en excomulgar a los que maltrataban a los indios y al clérigo que faltaba a su sagrada misión. El Papa Juan Pablo II lo proclamó patrono del Episcopado Hispanoamericano.
Es interesante lo que escribió por aquellos tiempos el jesuita español José de Acosta, afamado teólogo, antropólogo y consultor de Santo Toribio: “Mucho es, sin duda, y más de lo que puede decirse, lo que da al hombre el bautismo, mucho lo que le dan otros sacramentos; pero sin el sacramento de la Eucaristía, que es el mayor que todos, son imperfectos los demás: dan el principio o promueven la vida cristiana, mas no la pueden llevar a la perfección ¿Por qué nosotros nos quejamos de que los indios no hayan echado todavía raíces firmes en la fe y religión cristiana? Les hemos quitado el sustento del pan, como dice el profeta (Ezequiel 4,16) ¿y nos admiramos de su debilidad?
La misma experiencia lo ha mostrado copiosamente. Porque los indios que han recibido la comunión, hasta se aventajan tanto a los demás en la pureza de vida, en la forma de ánimo, en el sentimiento de la fe (…). Con razón se admiran los mismos sacerdotes y confiesan que son mayores los frutos de este Pan celestial en los neófitos que en los demás cristianos” ¡Qué gloria para esa cristiandad naciente!
Y frente a la actitud de algunos misioneros que se negaban a administrar la Eucaristía a los indios, suponiendo inmadurez o ignorancia, el P. Acosta subrayaba: “No es tanta la cortedad de los indios para recibir la Eucaristía cuanto la desidia de los párrocos para administrársela. Hemos, pues, de preparar el pensamiento y la fe de los indios, y así, probados y preparados, darles el pan divino. Mas, porque nos da pereza prepararlos, nos resulta más expedito acusarles de que son indignos”. (Cf. “La devoción eucarística en los santos peruanos”, José Antonio Benito, Arzobispado Metropolitano de Trujillo, 2006.)
Muy diferente es esta concepción de evangelización y de promoción social de un cierto estilo de misión que se empeña en estimular costumbres paganas ancestrales con detrimento de la buena nueva del Evangelio y del Pan de Vida.
“Promoción social y Eucaristía”, cosas tan disímiles, decíamos. Sí, pero ¿acaso existe algo que no tenga relación próxima o remota con la Eucaristía, centro cualitativo del cosmos y de la historia? Enseña el Evangelio que cuando no se construye sobre roca, el edificio – persona, familia o sociedad — se derrumba…
Por el P. Rafael Ibarguren, EP
Deje su Comentario