viernes, 22 de noviembre de 2024
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¡Qué caos doctrinario en la Iglesia! Pero tranquilos…

Que si el sínodo, que si realmente es un sínodo, que por qué tanto obispo y hasta cardenales diciendo cosas raras…

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Foto: Michael Dam en Unplash

Redacción (06/10/2023 17:37, Gaudium Press) Que si el sínodo, que si realmente es un sínodo, que por qué tanto obispo y hasta cardenales diciendo cosas raras, que por qué tanta autoridad contradiciendo la enseñanza perenne de la Iglesia…

Sí, el caos doctrinario en el que está envuelta la Iglesia es algo innegable, y ya es percibido hasta por las capilaridades de la Esposa de Cristo.

Esta situación suscita en algunos fieles mucha angustia, sobre todo en aquellos que estaban acostumbrados o que creían que la Iglesia es solo un monolito de fe y de luz.

Escuchaba en estos días la conversación de dos intelectuales católicos europeos que abordaban caos doctrinario. Particularmente uno de ellos realizaba ese análisis con la sabiduría que da la buena erudición, con la serenidad que dan los años, y la tranquilidad que proviene de la fe en el Cristo Eterno.

Recordaba él que hubo un tiempo en que casi todos los obispos católicos eran arrianos, esa herejía que en el fondo negaba la divinidad absoluta, total, consubstancial y completa de Jesucristo.

El arrianismo hoy nos parece hasta ridículo. Pero en la época, emperadores, sucesores de los apóstoles, y tal vez hasta un Papa, Liberio, cedieron ante la herejía. Pero ese huracán, que amenazaba devorar la barca de Pedro, hoy no es ni siquiera el tufillo de un histórico céfiro.

Recordaba este mismo intelectual que en la época de San Luis María Grignion de Montfort casi todos los obispos de Francia eran jansenistas (que profesaban un rigorismo que termina desconociendo la libertad humana), salvo uno, justo el del territorio donde se le permitió predicar al santo. Y hoy el jansenismo no es más que un vago recuerdo.

Porque la promesa de Cristo, a pesar de todas las vicisitudes no pequeñas de la Historia de la Iglesia, se ha mantenido: “Las puertas del infierno no prevalecerán contra ella”. Esta promesa también tiene un fundamento ontológico, y es que la cabeza de la Iglesia es Cristo, que no falla, no sucumbe y no se quiebra porque es Dios.

Puede ser que la Iglesia como la barca en el lago en cuyo interior dormía Cristo, parezca ser deglutida por las olas embravecidas. Pero una barca donde está Cristo no se hunde nunca. Él sabrá escoger el momento en que despierte y aplaque las ondas.

En todo caso, los ejemplos históricos del arrianismo y del jansenismo nos advierten: arrianismo y jansenismo eran las modas de la época. El católico que siga las modas mundanas, por más que estas constituyan mayoría, termina separado de Cristo.

Y para estar siempre unidos a Jesús, estar con María, pues donde está la Madre está el Hijo. Honrémosla, que ella es la estrella de la mañana que anuncia el despuntar del sol.

Por lo demás, siempre habrá San Atanasios y San Luises María de Montfort que sostendrán la fe y la virtud.

Por Carlos Castro

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