Para el dilema casi sin salida de las nuevas generaciones, sí hay una salida.
Redacción (23/11/2022 11:58, Gaudium Press) Refiramos rápidamente la Teoría de los Impulsos de Plinio Corrêa de Oliveira, de la que surgirán lindas consecuencias prácticas.
Partía el Dr. Plinio de la noción básica de que fruto del pecado original el hombre tiene una serie de impulsos que debe reorientar, controlar, o sencillamente subyugar. Esto es lo que hace (o debería hacer) la educación escolar y familiar, particularmente con las prohibiciones: no haga esto, haga lo otro, reprímase (sí, ¡‘reprímase’!…) en esto, combata su pereza y realice esto otro, etc.
‘No, no se meta el dedo en la nariz chicuelo, use el pañuelo’. ‘No, ¡no le pegues a tu hermanita!; si tienes alguna queja dile a mamá’. ‘No, no se quede durmiendo más, es hora de levantarse’. ‘No, no engulla el helado como si fuera agua en arena sedienta; despacio, saboréelo’. Y así por delante. Evidentemente estas indicaciones deben ser hechas por parte del educador de una manera cristiana, es decir, con caridad, pero con claridad. Como decía el Dr. Plinio de los rasgos de la Virgen de las Lajas: Con reflexión, estabilidad, decisión, bondad y firmeza.
Impulsos controlados con una buena educación, da en buenos hábitos, que son como rieles creados en el alma que la deslizan al destino Éxito. Alma sin buenos hábitos, ya se va deslizando por la pendiente con destino parada final el Fracaso.
Sociedades que controlaron estos impulsos primarios, crearon las catedrales y los palacios, palacetes o palacitos; inventaron el chantilly y los minuetos, la cortesía y el respeto a las damas. Grupos humanos que no controlan impulsos, no pasan de las cuevas y la carne cruda, de los raptos y las camas de mera tierra.
Lejos estaba el Dr. Plinio de saber que hasta la psicología laica moderna, esa que también puso de moda la idea del ‘no reprimir porque traumatiza’, llegaría por su propio camino al concepto de Trastorno de Control de Impulsos, pues era evidente que estos existen y perjudican al individuo y a quienes lo rodean.
Pero es evidente, para quien contempla al hombre desde la perspectiva cristiana, que esos impulsos controlados por una buena educación, ahí siguen estando en germen y pueden renacer en cualquier momento, especialmente cuando el individuo no se halla en un ambiente que los cohíba, que exija su control. La ‘libertad’ puede favorecer el renacer de los malos impulsos, y la desaparición del individuo en el abismo de sus malas inclinaciones.
Entre tanto, la realidad es que más o menos todos vivimos en ambientes que no sólo no restringen nuestros malos impulsos sino que los propician, pues nos encontramos bajo el yugo de la ‘cultura’ hollywoodiana, esa del relax, del funny y el be happy, de la espontaneidad de las reacciones primarias, de lo ‘divertido’ de hacer lo primero que se nos antoje. Es la ‘cultura’ del facilismo, donde todo se consigue fácilmente, particularmente la gratificación instantánea de todos los impulsos, con solo apretar un botón.
Forzosamente esta ‘sociedad de los impulsos’ lleva al salvajismo, que no es tan happy.
Sin embargo, sin embargo, el ser humano no ha perdido, y en muchos casos ha recuperado, la capacidad para la admiración de lo bello, lo bueno, lo virtuoso, de lo elevado. Muchos de estos neo-salvajes impulsivos de nuestros días siguen acudiendo en masas gigantescas a visitar los magníficos monumentos que dejó por ejemplo el ‘control de impulsos’ de la civilización medieval.
Estos neo-bárbaros de la sociedad de los impulsos be happy, que somos casi todos, ya no se sienten con fuerzas para construir la Catedral y sin embargo admiran la Catedral; se encantan con lo que huela a María Antonieta y el sabor del Chantilly, pero todas sus inclinaciones impulsivas los llevan al relax neo-bárbaro y salvaje del cabello desordenado. A veces, incluso son violentos, porque las nuevas generaciones lo quieren todo, pero fácil, y en la imposibilidad con sus recursos de conseguir ese todo, surgen con frecuencia los estallidos, las explosiones.
La anterior teoría explica ese desentenderse de las nuevas generaciones con la Religión. Porque, decía el Dr. Plinio, al final se podría concebir toda religión como un conjunto de caminos que incluyen muchas prohibiciones. El fiel se debate entre seguir ese camino que le dice la Religión le lleva a la felicidad y al Dios que admira, o en no hacer caso de las prohibiciones, no seguir el camino, y alejarse de la Religión.
Es decir, todo ser humano al final de cuentas se debate entre la admiración de lo Maravilloso y del Dios-Maravilloso y el deseo de alcanzar ese maravilloso, lo que no es ‘fácil’, o el ceder a sus tendencias impulsivas, que no quieren ser ni coartadas, ni prohibidas. Lo uno es la procura de la Ciudad de Dios, lo otro no es más que el descenso vertiginoso a la Ciudad del demonio.
Pobres nuevas generaciones, sin salida, pues aunque mucho admiren, son mucho más débiles que otrora.
¿Sin salida? No, pues desde que existe Dios y la Virgen, siempre hay salida.
La salida es suplir la debilidad humana con la gracia de Dios.
Es decir, admirar, admirar, y adorar (el Dr. Plinio decía que la adoración es la fina punta de la admiración); pedir, pedir y pedir fuerzas para llegar a lo maravilloso, y sí, no cejar en la lucha para coartar los malos impulsos, pero contando siempre con la gracia de Dios y de la Virgen.
Por Saúl Castiblanco
P.S.: No, señoría, no es rigidez, es simplemente la búsqueda de mi felicidad…
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