Debemos reflexionar sobre las diferentes motivaciones que hacen que este fenómeno se repita con tanta frecuencia.
Redacción (11/02/2022 15:36, Gaudium Press) En la noche del 1 de febrero, el padre Geraldo de Oliveira, de 77 años, fue encontrado muerto en el interior de la Iglesia de São Sebastião, en Caruaru. Junto a su cuerpo se encontró: un frasco, que posiblemente contenía veneno y una carta en la que el sacerdote aseguraba ser despreciado en la propia comunidad. Muchos creen que esa fue la motivación del Padre Geraldo para cometer este triste acto.
Alto número de casos de suicidio de sacerdotes católicos en Brasil
Comentando este lamentable episodio, el obispo de Barretos, Mons. Milton Kenan Junior, escribió un mensaje dirigido a los sacerdotes, destacando que los miembros del clero son maestros en “etiquetar, despreciar, ignorar, boicotear… porque aquel hermano no piensa como yo, porque el otro se atreve a ser diferente …”.
Sin querer justificar lo sucedido, el prelado aseguró que muchos se suicidan “porque no encontraron a alguien que se sentara con ellos, para oirlos; porque no encontraron a nadie que los mirara sin juzgarlos.” E insistió en que se rompa esa lógica antes de que se multipliquen casos como el del padre Geraldo “que después de 50 años de sacerdocio buscó la dignidad en la muerte por cuenta propia”.
Dado el alto número de casos de suicidio de sacerdotes católicos en Brasil (fueron nueve en 2021), debemos pensar en las diferentes motivaciones que hacen que este fenómeno ocurra con tanta frecuencia. Esto se debe a menudo a la presión sobre los sacerdotes para que sean buenos administradores, la poca atención que reciben de sus obispos y las denuncias (la mayoría de las veces falsas) hechas contra miembros del clero.
Pérdida del encanto y el eclipsar de la belleza del ministerio
El padre José Rafael Solano Durán, doctor en Teología Moral, perteneciente al Clero de la Arquidiócesis de Londrina, destacó un punto importante: muchos sacerdotes perdieron el encanto y la alegría, eclipsando la belleza del ministerio. “Presbíteros, diáconos y obispos desencantados. Hombres que ya no se sienten atraídos por nada, y mucho menos atraídos por nadie. En este caso por Cristo.”
También destaca que “para muchos, ser parte del clero es mucho más que un problema, un dilema. ¡Hombres capaces de pensar y reflexionar, pero incapaces de decidir!” Y ahí radica un problema de fondo, porque “quien no sabe decidir pierde el horizonte de lo fundamental y llega a un punto en que las situaciones inesperadas lo absorben, convirtiéndose simplemente en alguien que vive de acuerdo con las decisiones de los demás”.
Reflexionando sobre esto, debemos preguntarnos: ¿cómo recuperar ese primer amor, ese encanto por la liturgia, esa alegría en el servicio? Ciertamente los encontraremos en los sacramentos, en la devoción eucarística y en la invocación de la Madre de Dios que nunca dejó desamparados a quienes acudían a su maternal protección. (EPC)
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