Viacrucis, Sermón de las 7 palabras, Liturgia de la Pasión del Señor y Adoración de la Cruz.
Redacción (02/04/2021 08:44, Gaudium Press) Hoy Viernes Santo recordamos cuando Jesús muere en la cruz para salvarnos del pecado y darnos la vida eterna. El sacerdote lee la pasión de Cristo en la liturgia de la Adoración a la cruz. Ese día no se celebra la Santa Misa.
En las iglesias, las imágenes se cubren con una tela morada al igual que el crucifijo y el sagrario está abierto en señal de que Jesús no está.
El color morado en la liturgia de la Iglesia significa luto. Se viste de negro la imagen de la Virgen en señal de luto por la muerte de su Hijo.
¿Cómo podemos vivir este día?
– Este día manda la Iglesia guardar el ayuno y la abstinencia.
– Se acostumbra rezar el Via Crucis y meditar en las Siete Palabras de Jesús en la cruz.
– Se participa en la Liturgia de Adoración a la Cruz con mucho amor, respeto y devoción.
– Se trata de acompañar a Jesús en su sufrimiento.
– A las tres de la tarde, recordamos la crucifixión de Jesús rezando el Credo.
Via Crucis
“Via Crucis”, latín de “Camino de la Cruz”. También conocido como “Estaciones de la Cruz» y “Vía Dolorosa”. El Via Crucis es una manera de recordar la pasión de Jesús y de revivir con Él y acompañarlo en los sufrimientos que tuvo en el camino al Calvario.
Se divide en catorce estaciones que narran, paso a paso, la Pasión de Cristo desde que es condenado a muerte hasta que es colocado en el sepulcro.
El Via Crucis se reza caminando en procesión, como simbolismo del camino que tuvo que recorrer Jesús hasta el Monte Calvario. Hasta adelante, alguno de los participantes lleva una cruz grande y es el que preside la procesión. Se hacen paradas a lo largo del camino para reflexionar en cada una de las estaciones, mediante alguna lectura específica.
Si se desea, después de escuchar con atención la estación que se medita y al final de cada una, se puede rezar un Padrenuestro, Avemaría y Gloria. mientras se camina hasta la siguiente estación. El que lleva la cruz, se la puede pasar a otra persona.
Estaciones del Via Crucis
1.- Jesús es condenado a muerte
2.- Jesús lleva la cruz a cuesta
3.- Jesús cae por primera vez
4.- Jesús encuentra a María.
5.- Jesús es ayudado por el Cireneo
6.- La Verónica enjuga el rostro de Jesús
7.- Jesús cae por segunda vez
8.- Jesús consuela a las santas mujeres
9.- Jesús cae por tercera vez
10.- Jesús es despojado de sus vestidura
11.- Jesús es clavado en la cruz
12.- Jesús muere la cruz
13.- Jesús es bajado de la cruz
14.- Jesús es colocado en el sepulcro
El sermón de las Siete Palabras
Para el mundo cristiano, toda la vida de Jesús será siempre objeto de reflexión y meditación. El doloroso trance de Jesús, clavado ya en la cruz y su dolorosa agonía, fue descrito por los cuatro evangelistas (Mateo, Marcos, Lucas y Juan).
La tradición señala que duró desde el mediodía hasta las tres de la tarde. Durante este tiempo, el Redentor pronunció siete palabras, que iban descubriendo su fuerte padecimiento y sus íntimos pensamientos. Tenía como testigos a su Madre, la Virgen María, a San Juan Evangelista y María Magdalena.
Primera Palabra
«Padre: Perdónalos porque no saben lo que hacen». (San Lucas 23, 24)
Jesús nos dejó una gran enseñanza con estas palabras, ya que a pesar de ser Dios, no se ocupó de probar su inocencia, ya que la verdad siempre prevalece. Nosotros debemos ocuparnos del juicio ante Dios y no del de los hombres. Jesús no pidió el perdón para Él porque no tenía pecado, lo pidió para quienes lo acusaron. Dios nos ha perdonado grandes pecados, por lo que nosotros debemos perdonar a los demás. El perdonar ayuda a quitar el odio. El amor debe ganar al odio. La verdadera prueba del cristiano no consiste en cuánto ama a sus amigos, sino a sus enemigos. Perdonar a los enemigos es grandeza de alma, perdonar es prueba de amor.
Segunda Palabra
«Yo te aseguro: Hoy estarás conmigo en el paraíso». (San Lucas 23,43)
Estas palabras nos enseñan la actitud que debemos tomar ante el dolor y el sufrimiento. La manera como reaccionemos ante el dolor depende de nuestra filosofía de vida. Dice un poeta que dos prisioneros miraron a través de los barrotes de su celda y uno vio lodo y otro vio estrellas. Estas son las actitudes que se encuentran manifestadas en los dos ladrones crucificados al lado de Jesús: uno no le dio sentido a su dolor y el otro sí lo hizo. Necesitamos espiritualizar el sufrimiento para ser mejores personas. Jesús en la cruz es una prueba de amor. El ladrón de la derecha, al ver a Jesús en la cruz comprende el valor del sufrimiento. El sufrimiento puede hacer un bien a otros y a nuestra alma. Nos acerca a Dios si le damos sentido.
Tercera Palabra
«Mujer, ahí tienes a tu hijo. Ahí tienes a tu Madre». (San Juan 19, 26-27)
La Virgen es proclamada Madre de todos los hombres. El amor busca aligerar al que sufre y tomar sus dolores. Una madre cuando ama quiere tomar el dolor de las heridas de sus hijos. Jesús y María nos aman con un amor sin límites. María es Madre de cada uno de nosotros. En Juan estamos representados cada uno de nosotros. María es el refugio de los pecadores. Ella entiende que somos pecadores.
Cuarta Palabra
«Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?» (San Marcos 15, 34)
Es una oración, un salmo. Es el hijo que habla con el Padre. Estas palabras nos hacen pensar en el pecado de los hombres. El pecado es la muerte del alma. La bondad es el constante rechazo al pecado. El pecado es el abandono de Dios por parte del hombre. El hombre rechazó a Dios y Jesús experimentó esto.
Quinta Palabra
«¡Tengo sed!» (San Juan 19, 28)
La sed es un signo de vida. Tiene sed de dar vida y por eso muere. Él tenía sed por las almas de los hombres. El Pastor estaba sólo, sin sus ovejas. Durante toda su vida Jesús había buscado almas. Los dolores del cuerpo no eran nada en comparación del dolor del alma. Que el hombre despreciara su amor le dolía profundamente en su corazón. Todo hombre necesita ser feliz y no se puede ser feliz sin Dios. La sed de todo hombre es la sed del amor.
Sexta Palabra
«Todo está consumado». (San Juan 19, 30)
Todo tiene sentido: Jesús por amor nos da su vida. Jesús cumplió con la voluntad de su Padre. Su misión terminaría con su muerte. El plan estaba realizado. Nuestro plan no está aún terminado, porque todavía no hemos salvado nuestras almas. Todo lo que hagamos debe estar dirigido a este fin. El sufrimiento, los tropiezos de la vida nos recuerdan que la felicidad completa solo la podremos alcanzar en el cielo. Aprendemos a morir muriendo a nosotros mismos, a nuestro orgullo, nuestra envidia, nuestra pereza, miles de veces cada día.
Séptima Palabra
«Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu». (San Lucas 23, 46)
Jesús muere con serenidad, con paz, su oración es de confianza en Dios. Se abandona en las manos de su Padre.
Estas palabras nos hacen pensar que debemos de cuidar nuestra alma, no sólo nuestro cuerpo. Jesús entregó su cuerpo, pero no su alma. Devolvió su espíritu a su Padre no con grito de rebelión sino con un grito triunfante. Nadie nos puede quitar nuestro espíritu. Es importante recordar cual es nuestro destino en al vida para no equivocarnos de camino a seguir. Lo más importante en la vida es la salvación de nuestras almas.
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