Cada 3 de septiembre, más de 100 portadores llevan la torre de casi 30 metros de altura y 5 toneladas de peso, con la imagen de la patrona de la ciudad.
Foto: Vatican News
Redacción (08/09/2025 14:44, Gaudium Press) El 3 de septiembre, como todos los años, Viterbo, ciudad de la región italiana del Lacio, celebra a su patrona con el transporte de la “Máquina” con una estatua de Santa Rosa. La torre luminosa es cargada en hombros por cien portadores y es reconocida por la Unesco como patrimonio inmaterial de la humanidad.
“La Máquina de Santa Rosa es una tradición que une fe y pueblo, y es algo que debe ser vivido personalmente”, dice Cristina Pallotta, responsable de la oficina de Prensa de la Alcaldía de la ciudad. No se trata de un simple e imponente espectáculo visual, sino de un rito que reúne siglos de devoción e identidad cívica, que atrae a miles de personas.
Una historia que comienza en 1258
El origen de la tradición se remonta al siglo XIII. “Todo comenzó en 1258 – recuerda Pallotta – cuando, el 4 de septiembre, el cuerpo de Santa Rosa, inicialmente sepultado en la iglesia de Santa María in Poggio, fue trasladado al actual monasterio de Santa Rosa, en presencia de cuatro cardenales y del Papa Alejandro IV”.
Aquella procesión marcó el inicio de una memoria que nunca se interrumpió. Cada año, la comunidad repetía el rito hasta que, alrededor de 1600, tomó forma la idea de hacer una “máquina”, es decir, una estructura vertical cargada en hombros en honra de la santa.
Antes de la creación de la máquina, se llevaba en procesión apenas un dosel con la imagen de Santa Rosa, siempre en memoria de aquel 4 de septiembre de 1258. Desde entonces, el gesto colectivo de transporte se transformó, creció, se hizo cada vez más imponente, hasta llegar al que se conoce hoy: una torre de 30 metros de altura.
Santa Rosa, una joven, un milagro
Santa Rosa murió muy joven, con tan solo 18 años, pero su trayectoria espiritual y humana marcó profundamente a sus contemporáneos.
“En vida, ella golpeó la puerta del monasterio de las Clarisas de San Damián para ser acogida – prosigue Pallotta –, pero no encontró lugar. Entonces les dijo: ‘no me queréis ahora en vida, pero seréis felices en recibirme después de muerta’. Y así fue”.
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Hoy, su cuerpo está guardado en una urna transparente y es destino de continuas peregrinaciones. “Todos los días miles de personas lo veneran – explica Pallotta –, no solo los ciudadanos de Viterbo, sino fieles de todas partes del mundo. Es un cuerpo pequeño, frágil, pero inspira tanto amor, fe y devoción”.
Foto: macchinadisantarosa. viterbo.it
La propia vida de Rosa fue como un milagro: “Nació sin esternón, una condición que hace difícil sobrevivir pocos años, y entre tanto vivió hasta los 18 y realizó varios milagros que aún hoy en día son recordados”.
La Máquina “Dies Natalis”
Cada cinco años, la Máquina de Santa Rosa cambia de forma. El modelo actual se llama “Dies Natalis”, creado por el arquitecto Raffaele Ascenzi. Este fue el segundo año en que desfiló “Dies Natalis”. La Máquina es como una torre de cerca de 30 de metros de altura, pesa 5 toneladas y fue cargada por 113 portadores de Santa Rosa.
El número de cargadores varía a lo largo del recorrido: “Cuando la Máquina pasa por las calles más estrechas del centro histórico, algunos portadores no consiguen permanecer en la formación.” Eso hace que la torre se haga aún más pesada para los que quedan abajo.
El transporte se lleva a cabo cada 3 de septiembre, después de las 9:00 p.m. “Las calles se apagan y quedan iluminadas apenas por la Máquina”, cuenta Pallotta. “Es como un campanario de luz que avanza sobre los hombros de los portadores, en las mismas calles que recuerdan los lugares donde la santa vivió.”
Los portadores, el corazón y fuerza de la fiesta
El transporte no sería posible sin los portadores, que en Viterbo constituyen una verdadera institución. Ellos hacen parte del “Sodalicio de los Portadores de Santa Rosa”, guiado por su presidente Massimo Mecarini y por el “capo facchino” o “jefe portador”.
El jefe de los portadores, explica Pallotta, “es la voz que los guía a todos. Bajo la Máquina hay funciones precisas: la de “spallette” a los lados, de “stanghette” al frente y atrás, y sobre todo los llamados “ciuffi”, que cargan el peso directamente en los hombros y no ven el camino, porque la torre se apoya atrás de la nuca. Para ellos, la única referencia es la voz del jefe de los portadores”.
Están también los portadores encargados de las cuerdas y las palancas, llamados a intervenir sobre todo en el trecho final. “El recorrido es de casi un kilómetro – concluye Cristina Pallotta – pero el último trecho es en subida y es hecho corriendo. Es un momento en que la emoción saca el aliento, no solo de quien se esfuerza, sino también de quien asiste”.
Con información de Vatican News. Traducción Gaudium Press.
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