jueves, 21 de noviembre de 2024
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Revolución en las Tendencias: El arte de destruir y construir – I

Un día el Dr. Plinio comparaba el espíritu humano con una sala de teatro...

Teatro

Redacción (28/03/2022 20:25, Gaudium Press) El esencial papel de las tendencias, esas inclinaciones básicas del ser humano, ese terreno aún inexplorado por lo menos por el gran público, pero conocido de unos pocos, no necesariamente para usar esos conocimientos con buenos propósitos…

Menos mal el prof. Plinio Corrêa de Oliveira mucho reveló de esos territorios, sus relieves esenciales, para bien de la humanidad, para que no seamos títeres de ciertos maestros del arte tendencial, ese que algunos llaman el ‘arte de destruir y construir’.

Afirmaba el Dr. Plinio que antes de que las ideas surjan proclamando la Revolución – fundamentalmente la pseudo-licitud del amor libre destructor de la familia, y la justificación del odio igualitario a cualquier jerarquía – hubo antes un ‘trabajo’ previo, que desordenó las tendencias internas del hombre, tendencias desordenadas que luego encuentran su expresión en doctrinas revolucionarias desordenadas. Hecho ese trabajo tendencial, preparadas y desordenadas las pasiones por ese trabajo, la Revolución en las ideas y la Revolución en los hechos es una mera consecuencia, casi forzosa, incluso – algo impresionante pero cierto – no prevenible con los recursos normales de los canales de la gracia.

Por tanto, las doctrinas que analizan la Revolución Tendencial son fundamentales. Son como la luz del faro que debe guiar, sin la cual encallamos, sin la que nos destortillamos contra el arrecife de la Revolución, sea a nivel personal o social. Entremos pues en materia, porque el tiempo apremia.

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Ya decía Aristóteles que nada llega al intelecto que no haya pasado por los sentidos. De estos datos sensibles luego surgen las ideas, intelectuales, las cuales pueden volver a la realidad sensible para seguirse nutriendo de ella. Es ese el proceso cognoscitivo normal del hombre.

SIN EMBARGO…

Cuando las impresiones sensibles que llegan a nuestro espíritu son muchas, o son hiper intensas, o arriban desordenadas, o llegan diversas a gran velocidad, o todas estas cosas juntas o mezcladas, dichas impresiones sensibles comúnmente embotan y desordenan la sensibilidad, haciendo que se impida el proceso humano rumbo a la intelectualización de estas impresiones, a la floración de esas impresiones en ideas, impidiendo de esta manera el normal proceso espiritual humano, que es esencialmente racional, quedando ese mecanismo reducido a su nivel meramente animal, meramente sensible. Es eso lo que en su insigne obra Revolución y Contra-Revolución el Dr. Plinio llamaba de “sensualidad”, es decir, pasiones desordenadas, incontroladas, sin el dominio de la inteligencia, lo cual termina generando forzosamente un choque con el Sexto mandamiento de la ley de Dios.

Teatro 2

Es decir, el arte de la Revolución Tendencial es el arte y técnica de abotagar la facultad sensible, por medio de impresiones sensibles en desorden (o demasiadas, o hiper intensas, o hiper veloces), impidiendo que el espíritu humano pueda trabajar sobre esas impresiones rumbo a la conclusión del proceso humano en ideas acerca de dichas impresiones sensibles. La facultad sensible se hipertrofia, se ‘hincha’, rompiendo el circuito que naturalmente la une con la inteligencia y la voluntad. Forzosamente una civilización – o una persona – ‘trabajada’ por ese proceso, terminará en el salvajismo, en lo contrario de la civilización, en el dominio de la parte animal del hombre sobre sus partes más específicamente espirituales. Cualquier parecido con lo que ocurre en nuestros días no es mera coincidencia. Un drogadicto no es sino una víctima de ese proceso. La ‘civilización’ actual, de la aldea global cibernética consumista, masificada y animalizada, no es sino el resultado final de ese proceso.

Ejemplo que ilumina

El Dr. Plinio ponía un ejemplo ilustrativo de lo anterior, super didáctico. Él comparaba un día el espíritu humano a una sala de teatro, con su escenario propio y sus espectadores asistentes (voluntad e inteligencia) ubicados en palcos y platea, a la espera de que ingresen los ‘actores’, que serían los datos sensibles aportados por los sentidos.

Comienza la función y entran en escena los personajes, que serían los datos que aportan los sentidos.

Imaginemos que estamos asistiendo el Fausto de Goethe. Entra pues el viejo Fausto, se encuentra ante el espejo de su decrepitud y sus deseos de sabiduría inalcanzados, etc. Aparecen luego los demás personajes, el astuto y maligno Mefistófeles, la ilusa y víctima Margarita, los demás, y se va desarrollando la trama.

Obra

Mientras la obra vaya siguiendo una secuencia armónica, sí con datos suficientes, con diálogos que lleven ritmos que permitan a oído y ojos [inteligencia y voluntad] seguirlos, los espectadores acompañaran con todo su espíritu la obra, e irán sacando las conclusiones debidas usando de su inteligencia, gustos y deseos. Es esa la metáfora del funcionamiento normal del espíritu humano en contacto con las realidades exteriores; así, para ‘funcionar’ de esa manera, fuimos creados por Dios.

Pero imaginemos que un día un director, más bien de los ‘modernos’, decide que la trama y velocidad ya están desfasadas para los públicos actuales, y establece que los diálogos del Fausto están muy lentos, por lo que hay que ponerlo a hablar al doble de la velocidad que lo hace el original. También decide que un solo Mefistófeles es ya muy poco, por lo que agrega tres Mefistófeles por cada uno de los personajes. Asimismo dice que la trama original es ya poco entretenida, y duplica las escenas, pone unas más de ‘acción’, introduciendo cambios análogos en escenografía, vestuario, acompañamiento musical.

¿Qué ocurre entonces con los espectadores, los cuáles representan a las facultades racionales, la inteligencia y la voluntad?

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Algo muy simple (claro, simple después de que lo explicó el Dr. Plinio…) y es que el espíritu de los espectadores querrá seguir desentrañando los significados de la obra, diálogos, ambientes y personajes, pero la abrumadora y nueva cantidad de datos sensibles no le permitirá hacer ese ejercicio normalmente, y al final buena parte de estos espectadores optarán por seguir las secuencias sin mucha o ninguna reflexión, simplemente dejando que su facultad sensible goce de los datos sensibles del escenario, que pueden ser ‘fabricados’ también de manera muy atractiva para la sensibilidad.

Listo: Con ese ejemplo, se ha descrito el proceso de destrucción de una civilización basada en en el dominio de la voluntad y la inteligencia sobre la sensibilidad. Se ha descrito la destrucción de la psique que ha producido culturas tipo Hollywood.

Ante la gran cantidad de datos sensibles – normalmente agradables, pueden ser incluso bellos, que halagan los diferentes sentidos – y en la imposibilidad de ‘razonarlos’, de ser examinados por mi razón de si son buenos o no, al final el alma humana se deja llevar por esa corriente excesiva, opta solo por gozar, y como consecuencia, después de un tiempo que será mas o menos largo, tenemos al hombre que solo sabe gozar sensiblemente, que va detrás de cualquier gozo, y que es más parecido al animal que al ángel.

Repetimos, ese es el proceso del drogadicto. Pero nuestra sociedad actual se asemeja al drogadicto, en las etapas finales del proceso.

¿Cómo sería una Contra-Revolución tendencial? Dejamos el tema para una próxima nota.

Pero ya nos damos cuenta, después del anterior diagnóstico, que esa Contra-Revolución debe reinstaurar el orden al interior del alma con la ayuda de la gracia de Dios, no permitiendo que los datos sensibles entren en tropelía al escenario de nuestro espíritu, para que así, podamos analizar bien a estos ‘actores’, y luego sacar y evaluar todo el mensaje que ellos quieren ofrecer.

Ese sería el inicio de una rehabilitación del ‘drogadicto’, contando siempre con la ayuda de la necesaria gracia de Dios.

Por Saúl Castiblanco

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