“…no parece fácil la vida religiosa para estas nuevas generaciones. Como otras comunidades estamos, pensando en fundir las casas de tal y tal ciudad…”
Redacción (15/04/2025, Gaudium Press)
—¿Cómo van las cosas, hermana?, gusto en verla, dije a la religiosa, cuya visión me aporta siempre un aroma de entrega, de seriedad, de alegría serena y sacrificada, de un alma moldeada por el Espíritu que animará por siempre a la Iglesia Católica, Apostólica y Romana, la Iglesia de Cristo.
—Bien a Dios gracias, contestó con semblante decidido, después de lo cual pasó a referirme sucintamente algo de sus varias actividades apostólicas. ¡Pero no sé qué vamos a hacer con las vocaciones!, exclamó a las tantas, contrariando cierto dogma presente en algunos círculos, de que a una comunidad piadosa y conservadora no le faltarán hoy los nuevos religiosos. Sabemos que la gracia fluye, puntualizó, lo sentimos; somos conscientes que hay que procurar ese encuentro personal con Cristo y con María de las personas que se acercan a nuestras casas; sabemos que el tema no es solo de doctrina, sino que las aspirantes se deben sentirse en casa, en una nueva familia, que las acoge y quiere; sabemos que es muy importante ser celosos en la fidelidad al carisma de la fundadora, pero no parece fácil la vida religiosa para estas nuevas generaciones. Como otras comunidades estamos, pensando en fundir las casas de tal y tal ciudad.
En ese mismo instante, de forma automática, saltó en mi mente la importancia de uno de los grandes hallazgos del prof. Plinio Corrêa de Oliveira, hallazgo que cada vez se difunde más, pero que la generalidad del mundo y de ciertos mundos, particularmente el eclesiástico, aún está por descubrir: el fundamental asunto de la Revolución Tendencial, esa que sin palabras y aún sin manifestarse en hechos, ambienta, prepara el alma para el alejamiento de la práctica católica. Resulta que los chicos de ahora están harto trabajados por la ‘Revolución Tendencial’, son criados y viven en un mundo ‘Revolución Tendencial’, y si no se tiene en cuenta esa importante situación, es muy difícil que se encaminen o perseveren en una especial vida de sacrificio, como es la vida religiosa.
Mientras que la buena disposición de un novicio, fortalecida por la gracia, lo lleva a querer dedicarse enteramente al servicio de Cristo, hay algo que corroe esta inclinación, que la desanima, que la enfría, y que puede conducir al desvío total: se trata de la Revolución Tendencial.
Primero, insistamos que sí, que sin la gracia nada va adelante de fundamentalmente bueno, menos las cosas de la vida religiosa o de la espiritualidad cristiana; máxime teniendo en vista la debilidad de las actuales generaciones para todo: hoy, más que antes, es necesario recurrir a los canales de la gracia, a la oración y los sacramentos, para que el auxilio divino que por ahí viene sostenga como ‘exo-armadura’ una voluntad harto enflaquecida hasta el raquitismo, ilumine cual prístino candil una inteligencia en nubarrones, y peine esa mata de pelo caótico y salvaje que es la sensibilidad de las nuevas generaciones, que en definitiva somos todos.
Pero dicho esto, afirmamos algo muy fuerte, grave, que expresamos con total seguridad, entre otras razones porque la experiencia nos lo ha permitido constatar: rezar, rezar bastante, con frecuencia, a veces no es suficiente, si las almas no se blindan contra la Revolución Tendencial, algo que intentaremos ilustrar con ejemplos.
La Revolución Tendencial, la capa más profunda
Comencemos a exponer la definición que hace el Dr. Plinio de Revolución Tendencial en su magistral ensayo Revolución y Contra Revolución:
Dice el profesor brasileño que la Revolución, entendida como el proceso de destrucción del orden social-cristiano, tiene 3 profundidades, “en las tendencias, en las ideas y en los hechos”, profundidades “que cronológicamente hasta cierto punto se interpenetran”. Son como tres capas del café vienés envenenado de la Revolución. Arriba está la espuma de la crema chantilly (hechos revolucionarios), en el medio está la mezcla de espuma y café (ideas revolucionarias), y en el fondo el café más concentrado: estas son las ‘tendencias’ en estado de Revolución, allí donde está la tinta madre de la Revolución. Es como un iceberg, en el que la parte visible de la Revolución, los hechos, viene sustentada por otra ya menos visible, las ideas , que tiene a su vez base en otro estrato más profundo, más amplio, el de las Tendencias revolucionarias.
Foto: Chaewon Lee / Unplash
Esta capa, “la más profunda”, es “una crisis en las tendencias”, particularmente un deseo de auto-consideración conducente a un orgullo enloquecido, que odia todas las legítimas desigualdades, y un deseo de goce de los placeres sensibles que termina en una sensualidad desbocada, contraria a cualquier ley moral.
Es revolucionario aquel que ha hecho, de forma consciente o subconsciente, de dicha soberbia febril y de tal sensualidad desenfrenada, los valores metafísicos de su vida. Al final, orgullo y sensualidad son hermanos: son los dos brazos de un mismo alicate, de una tenaza que busca destrozar la Templanza, virtud que no solo frena el uso desbocado de los bienes sensibles, sino también el deseo irracional de la propia estima y consideración, ese que causa el odio hacia todo lo que es superior.
Insuflar tendencias desordenadas es como si llegase un enigmático mago Merlín, que con un tipo especial de hálito maligno, agitase por medio de ese soplo misterioso tanto el orgullo y la sensualidad en las aguas tranquilas del lago de un alma en la que hasta ayer reinaba la temperancia, la serenidad. Más adelante veremos cómo se hace eso en concreto.
Expresa el Dr. Plinio en Revolución y Contra Revolución (de aquí en adelante R-CR) que “esas tendencias desordenadas, por su propia naturaleza luchan por realizarse”, es decir, buscan convertirse en ideas y hechos, y “no conformándose ya con todo un orden de cosas que les es contrario”, específicamente un orden social cristiano, “comienzan por modificar las mentalidades, los modos de ser, las expresiones artísticas y las costumbres, sin tocar al principio, de modo directo —habitualmente por lo menos— las ideas”. Esas mentalidades, las formas de ser [p. ej. los ‘tipos humanos’ que vigoran por ahí, es decir, si se tiende a ser más cool como actor de comedia, o si se tira más bien a playboy-clásico-James Bond, o si más bien se busca imitar a la chica americana cantante de moda, o si se es más sport como el jugador de fútbol vedette del momento], los estilos artísticos [sea v. gr. un art decó ya semi-industrial que rompe con los estilos ‘Luis’, o el ya paupérrimo y proletario modo minimalista, o el loco y feo abstracto, etc.], las costumbres del momento y los ambientes, cuando moldeados por tendencias desordenadas, se convierten a su vez en agentes de la ‘Revolución Tendencial’, desordenando aún más las tendencias.
Silla en estilo minimalista – Foto: Paul Hanaoka / Unplash
Aquí ya vamos entrando más en materia:
Por ejemplo, imaginemos un candidato presidencial de tendencia conservadora, que en la convención de su partido político exponga un programa pro-familia y pro-libre iniciativa privada, haciendo así en principio Contra Revolución en las Ideas, en contra de la disgregación del núcleo básico de la sociedad y en contra de la estatización de la misma. ¿Hace bien? Evidentemente sí. No obstante, si en esa misma convención ese candidato promueve festejos tipo concierto de rock o de corte discoteca-láser cavernosa y sodomítica, pues estará haciendo una revolución más profunda que si estuviese proclamando el manifiesto comunista: estará llevando adelante la Revolución en las Tendencias, favoreciendo el desorden de las pasiones, el orgullo igualitario y la sensualidad desbocada, que llevan a Marx y a la Anarquía, pues es en las tendencias profundas de las almas donde se encuentra la raíz de todo. Entretanto, los ejemplos irán sobre todo más adelante.
Foto: Herr Kirlian / Unplash
Pero, ¿por qué un concierto de rock, o un ambiente de discoteca psicodélico desordena las pasiones, impulsa el orgullo y refuerza la sensualidad, mientras que un bello claustro favorece la humildad y la pureza? Parecería evidente, pero profundizaremos en la materia en próxima entrega.
Por Saúl Castiblanco
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