domingo, 20 de abril de 2025
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Revolución Tendencial soterrada (V) o cuando esta encuentra la barrera de San Luis Rey

“…el proceso revolucionario destructor de la civilización cristiana no habría podido dar inicio, si antes no hubiese habido una mengua de lo que él llamo ‘Sacralidad’…”.

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San Luis Rey recibe la corona de espinas – Catedral de San Luis, Blois

Redacción (20/04/2025 10:42, Gaudium Press) Un día expuso el prof. Plinio Corrêa de Oliveira, que el proceso revolucionario destructor de la civilización cristiana no habría podido dar inicio, si antes no hubiese habido una mengua de lo que él llamo “Sacralidad”.

Intentemos en estas líneas mostrar la relación entre esa disminución de la Sacralidad y la Revolución Tendencial, que —como hemos venido tratando en esta serie— es la acción sobre las pasiones del alma para engendrar el orgullo igualitario y la sensualidad desbocada, constructoras del marxismo y del ‘reino’ anárquico-libertario del ‘prohibido prohibir’.

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Explicar lo que es Sacralidad es más fácil después de haber abordado, en nota anterior, aquello que era el movimiento primigenio y casi espontáneo de Adán, de ver a Dios en todo el Orden Creado, desde un sencillo conejillo hasta un majestuoso león, de contemplar la belleza divina en un magno atardecer, hasta ver reflejada su capacidad creadora en la laboriosidad disciplinada de una sencilla hormiguita.

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Es decir, Sacralidad es el movimiento del alma rumbo a Dios, es un ver las huellas de Dios en todo, porque como dice Santo Tomás, “todo agente produce algo semejante a él” (Summa contra Gentiles. Libro II. Cap. XXIV) y por tanto, en la obra de Dios que es la Creación, podemos hallar semejanzas con el Creador.

Es pues la sacralidad un movimiento ascensional del hombre hasta el Absoluto Grandioso, aupado comúnmente por la gracia y valiéndose de los peldaños de la contemplación del Orden Creado. Este movimiento colma, en la medida en que es posible en esta tierra, las ansias del hombre, y tiene el efecto de ordenar las pasiones, pues todo el ser del hombre encuentra el objeto propio, y por tanto su ‘descanso’, cuando se halla en posesión, aunque sea relativa, del bien supremo que es Dios. Por eso, los santos son los hombres más felices aquí en la tierra, incluso aunque estén cribados de los mayores sufrimientos.

Pero es normal que no a toda hora el hombre esté viendo a Dios en todo.

Es normal, en la vía de la sacralidad, que una Santa Teresa de Jesús —que decía coloquial pero sinceramente, que “entre los pucheros anda el Señor”— un día en medio de su contemplación mística y rodeada de ollas, fuese arrebatada en éxtasis contemplando a Dios que provee, como pelícano a sus críos de comida, de alimento a sus mortales. Pero es normal también que esto no ocurra a todo momento.

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Santa Teresa escritora – Museo de la Anunciación, Alba de Tormes

Entonces, el peligro justamente del hombre con pecado original, es creer que solo existen las papas para el estómago, las gallinas para la olla y el sol de la tarde para secar su ropa. Es decir, al tiempo que el hombre tiene tendencia al Absoluto, tiene tendencia a encerrarse dentro de sí, en el egoísmo de sus placeres animales y la egolatría de la consideración de la propia excelencia sin reportarla a Dios: nuevamente he aquí el terreno de la Revolución Tendencial, pasiones desordenadas, orgullo que tiende al igualitarismo y sensualidad que tiende al desboque, pasiones que no se elevan ni trascienden hacia Dios sino que encierran al hombre en el remolino de su propio desorden.

Viendo las cosas de esta manera, el tema de la Revolución y la Contra Revolución Tendencial, que como ya hemos visto es la tinta madre del comunismo y de la anarquía del amor libre, no es solo de refrenar unas pasiones que tienden a desbocarse, sino de orientarlas al Absoluto para que permanezcan ordenadas, algo que hay que implorar de la gracia de Dios.

Pero en este camino sacral hacia Dios, también el orden creado puede jugar y juega un papel crucial.

Hemos ya vilipendiado justamente el papel desordenante y revolucionario del rock, pero también debemos elogiar el papel ordenativo de p. ej. el gregoriano, un buen polifónico, una música de laud pre-renacentista, una buena marcha militar. Quien coloca su espíritu en un tipo de ‘vibración’ a lo gregoriano, tiene facilidad de trascender al Absoluto. Pero no solo el gregoriano, una buena música de flauta, el mesías de Handel…

—Es un terreno muy sutil, con contornos no definidos, muy opinable, dirá alguien.

Decimos que ciertamente, pero hay una regla relativamente sencilla que nos permite orientarnos en estos matizados terrenos: cuando en el contacto con un bien sensible usted sienta que pierde el control de las riendas de su alma, o que una lluvia torrencial de noticias sensibles apabulla y obnubila el delicado funcionamiento del espíritu racional, y más bien lo acerca al animal irracional… CUIDADO, usted puede estar en el preludio de un proceso de Revolución Tendencial, con consecuencias nefastas. En sentido contrario, cuando usted sienta que la delectación de un bien sensible, lejos de esclavizarlo o enviciarlo, puede ser fácilmente sublimada para de ahí partir a la contemplación de Dios infinito, autor de toda la creación, de toda belleza, majestad, sublimidad, ese bien será la ocasión de un ejercicio de sacralidad.

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Anti-sacralidad – Foto: Max Brinton / Unplash

En ese sentido, de ejemplo de elementos que favorecen la sacralidad, es arqui sacral la cruz de Cristo, es sacral la soledad solemne del desierto donde Cristo rezaba, es sacral una capilla como la Sainte Chapelle de San Luis Rey, es sacral San Luis Rey cuando rezaba, o cuando hacía justicia solemne y paternal en el bosque de Vincennes. Es anti sacral, es decir, es Revolución Tendencial, una persona irracional en estado de ebriedad, una custodia para el Santísimo Sacramento o excesivamente simple o de formas grotescas. Es también anti sacral un obispo vestido de T-Shirt queriendo dárselas de simpático en un encuentro con jóvenes, desprovisto de las exterioridades que lo evidencian como sucesor de los apóstoles, como sí es sacral un Cardenal Mindszenty vestido de prisionero tras haber sufrido los embates de una anti justicia comunista que odia lo sacral.

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Vemos pues que la ‘vacuna’ para la Revolución Tendencial es particularmente la Sacralidad. Sacralidad que se acompaña con frecuencia en esta tierra de sufrimiento, pero sufrimiento que visto en perspectiva sacral, es redentor, pues como hemos podido ver en estos días santos, Per crucem ad lucem, por la Cruz se va a la Luz.

Pidamos la Sacralidad a la Virgen, la Reina de la Sacralidad.

Por Saúl Castiblanco

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