San Alejandro formó a San Atanasio, en quien se refugió la fe de Cristo, cuando la gigantesca mayoría de los obispos defeccionaron.
Redacción (26/02/2023 10:09, Gaudium Press) Hoy celebramos a San Alejandro, patriarca de Alejandría, que asumió esa sede en el 313, y quien tuvo que enfrentar a Arrio, el gran heresiarca cuya secuela tanto hizo sufrir a la Iglesia.
Arrio, ese hombre que como se diría hoy de mucho ‘carisma’, porte impactante, de aspecto grave, conversación dulce y agradable, costumbres que parecían austeras, pero vanidoso y soberbio como el diablo, sobre todo cuando fue ordenado sacerdote y encargado de la enseñanza pública de las sagradas letras.
Muere San Aquileo, obispo de Alejandría y Arrio ya se veía su necesario y natural sucesor. Por eso y su orgullo, no pudo soportar con humildad la elección de San Alejandro, tornándose su enemigo mortal.
Fue hacia esa época que comenzó a difundir su doctrina perniciosa, la cual atacaba la divinidad de Cristo.
San Alejandro primero consiguió que fuese excomulgado. Por ello Arrio se fue a refugiar a Palestina, donde infelizmente consiguió algunos adeptos entre los obispos, como Eusebio de Nicomedia.
San Alejandro después de esa excomunión, escribió una carta al obispo Alejandro de Constantinopla y una carta encíclica a los demás obispos, exponiendo el veneno de la herejía arriana y los términos de la condenación al heresiarca, lo que echó fuego a la batalla del cielo contra Arrio.
Aparece en escena el gran San Atanasio
Al final, fue el Concilio de Nicea –con 318 padres sinodales– el que creó la fórmula de la fe reafirmatoria de la divinidad de Jesús, y condenó las doctrinas arrianas. En ese concilio se destacó el gran San Atanasio, que era secretario de San Alejandro y quien le sucedió en la sede de Alejandría.
San Alejandro, pues, no solo combatió la mayor herejía de su tiempo y de muchos tiempos futuros, sino que formó al coloso que continuaría la batalla, el santo anti-arriano por excelencia, quien casi podría decirse albergó en su seno a la Iglesia, porque fueron él, San Atanasio y otros muy pocos, los obispos en donde se refugió la fe verdadera. Fue tan perseguido San Atanasio, que en un momento tuvo que ir a vivir en la tumba de sus padres para que no lo capturaran.
Pero San Atanasio terminó quebrando el arrianismo: pero ese quiebre fue preparado por el también grande San Alejandro de Alejandría.
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