Hay dos Alonso Rodríguez famosos en la Historia de la Iglesia. Solo uno de ellos es santo; el otro, mártir en Paraguay, es beato.
Redacción (30/10/2020 08:15, Gaudium Press) Hay dos Alonso Rodríguez famosos en la Historia de la Iglesia. Solo uno de ellos es santo; el otro, mártir en Paraguay, es beato.
San Alonso Rodríguez nace en Segovia poco después del final de la Edad Media, en 1533, de una familia con muchos bienes.
Cuando ya rozaba los 40 años enviudece, con un hijo, y por esto se va a vivir con dos hermanas, algo que mucho lo ayudó en su vida espiritual, pues las hermanas eran mujeres de Dios, y le enseñaron la oración mental y la meditación, que Alonso comenzó a poner en práctica. En la mañana rezaba y meditaba por dos horas diarias; en la noche rezaba el rosario. Su vida se tornó más piadosa, más virtuosa.
Un día muere su niño, y decide entrar a la Compañía de Jesús. Pero allí solo es recibido de hermano lego, después de insistir, pues no tenía estudios humanistas y estaba un poco pasado de años. Pero en esta vía humilde hallaría la santidad, y con ella la inmortalidad.
Conoce a San Pedro Claver
Los caminos de Dios: resulta que fue el hermano lego enviado como portero al colegio que los jesuitas tenían en Mallorca, el Montesión. Y allí había un jesuita que hizo historia en América, grande, San Pedro Claver, del que se hizo entrañable amigo. Es cierto que Alonso tenía las ‘cartas marcadas’ con relación a San Pedro, pues un día había escuchado una voz que le decía: “Pedro Claver está destinado a hacer un gran bien en Sudamérica”. Por 3 años convivieron los dos santos. De esa manera San Alonso Rodríguez terminó influyendo en los destinos de Suramérica. Recordemos que se calcula que San Pedro Claver bautizó 300.000 negros en Cartagena de Indias.
Alonso fue mero portero, por 45 años. Todos decían que Alonso era la honra de la casa, que él se dirigía a ellos como si fueran los más grandes personajes. Cuando alguien preguntaba por qué no trataba a algunos como verdaderamente lo merecían, el hermano Alonso respondía: “Es que a Jesús que se disfraza de prójimo, nunca lo podemos tratar con aspereza o mala educación”. Ese era el secreto de su bondad, ver a Cristo en todos.
Es fácil que entre hermanos religiosos se conozcan las carencias y defectos. Por eso, la siguiente declaración de los jesuitas es un importante testimonio de su virtud: “Declaramos que jamás vimos en el hermano Alonso Rodríguez un comportamiento que no fuera el de un verdadero santo”.
San Alonso Rodríguez sufrió mucho en su cuerpo, también duras arideces en la oración. Pero Dios lo sostenía. Dios permitió que el demonio lo tentase con la impureza, de manera fuerte. Pero un día, pasando delante de una imagen de la Sma. Virgen le gritó en latín: ‘Sancta Maria, Mater Dei, memento mei’ (Santa María Madre de Dios, acuérdate de mí) y sintió que las tentaciones huían. Se convenció entonces que la Madre de Dios es poderosísima para alejar a los espíritus impuros, y se entregó a Ella con mayor fervor.
De todo su camino espiritual da cuenta una maravillosa autobiografía, que realmente es un manual místico, de mucho bien.
Un día, el 29 de octubre de 1617, sufriendo mucho, recibió la comunión, y se llenó de paz, quedando como en éxtasis.
Durante dos días permaneció sin sentido, y cuando despertó, el 31, dijo “Jesús, Jesús, Jesús” y ahí expiró.
Fue beatificado en 1825 y canonizado en 1888.
Con información de Aciprensa y EWTN
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