Tal vez lo más importante que San Ambrosio hizo en su vida, lo hizo sin pronunciar una palabra.
Redacción (04/04/2024, Gaudium Press) San Ambrosio (340-397), Arzobispo de Milán cuando Milán era tanto o más importante que Roma, hizo muchas cosas en su vida, hasta incluso enfrentar a un Emperador, Teodosio, cuando los emperadores todavía eran poco menos que ‘dioses’. Pero tal vez nada haya sido más importante que colaborar en la conversión de otra columna de la Iglesia, más alta que él si nos es posible la comparación, aquel por quien la teología católica se solidificó, el gran San Agustín de Hipona.
San Ambrosio era figura de renombre mundial cuando Agustín lo conoció. Entre tanto para conocer a esta gran figura no era necesario marcar una ‘cita’, pues las puertas de la casa del patriarca podían ser franqueadas por cualquiera.
Pero si esto era así, también era cierto que San Ambrosio no tenía tiempo para hablar con la gente, pues además de comer, dormir y leer meditando, tenía mil casos que atender. Entonces le fue permitido a Agustín verlo mientras leía, pero no podía dirigirle la palabra.
Pero la acción de presencia del Arzobispo, y también las lecturas de sus obras y la escucha de sus sermones, ejercieron el impulso final para que el grande San Agustín se convirtiese. Grandes eran los tiempos en que había hombres que su mera sombra convertía.
El problema con Teodosio
El pueblo y sus afectos, no siempre buenos. Estaba el pueblo de Tesalónica ‘enloquecido’ con un comediante que le alegraba sus días. Pues a ese comediante el gobernador lo puso a hierros, y el pueblo enloquecido mató al gobernador.
Cuando se enteró el Emperador montó en cólera y pasó a espada a 7.000 de sus habitantes, una medida completamente desproporcionada.
Por esto, San Ambrosio prohibió al emperador de entrar en la Catedral (la sede del imperio quedaba en Milán), quien solo pudo regresar a la Basílica cuando hizo penitencia pública del pecado cometido.
De Teodosio dijo San Ambrosio en su oración fúnebre: “Despojándose de todo emblema de la realeza, él deploró públicamente en la iglesia su pecado. Esa penitencia pública, de la cual los particulares huyen, un emperador no se avergonzó de hacerla. Ni hubo después un sólo día en que él no se avergonzase de su error”.
Algunos hechos de la vida de San Ambrosio
Un día siendo niño, vio que su hermana besaba la mano de un obispo. Entonces le dio su propia mano para que la besara y le dijo “También yo seré obispo algún día”.
Antes de ser eclesiástico hizo carrera civil, hasta ser nombrado gobernador de Emilia y Liguria, con sede en Milán.
Muerto el Arzobispo de la ciudad, dos facciones contrarias luchaban por nombrar su candidato, una fiel al Papa y la otra arriana.
La cosa amenazaba con guerra intestina, y entonces el gobernador acompañado de tropas se dirigió a la Catedral donde se realizaba la elección, para garantizar el orden. Pero entonces, un niño tan chico que ni siquiera sabía hablar dio un primer grito que fue seguido por muchos: “¡Ambrosius episcopus!”
– Soy un pecador, replicó el gobernador. Pero fue finalmente escogido. Ni siquiera era bautizado, sólo catecúmeno, y en 8 días fue bautizado, hecho sacerdote y luego obispo. Se entregó entonces al estudio de las Sagradas Escrituras y de los padres de la Iglesia, especialmente San Basilio.
Con información de Arautos.org
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