La canonización de estos 103 mártires fue histórica, pues la hizo Juan Pablo II en la propia Corea.
Redacción (20/09/2024, Gaudium Press) Hoy la Iglesia celebra la memoria de San Andrés Kim y compañeros mártires, en total 103, tres obispos, ocho presbíteros, y el resto laicos, entre quienes había ancianos, jóvenes y niños.
A Corea llegó la fe de un modo sui generis.
En el S. XVIII y provenientes de la China, se difundieron por el país unos libros cristianos. Una de las personas que leyó el libro, cautivado con la nueva fe que allí estaba contenida, se hizo nombrar como diplomático en la China y ahí recibió el bautismo de parte de Mons. Gouvea.
Este hombre regresa a Corea en 1784 y comienza a hacer apostolado, muy fructífero, de manera tal que cuando llego al país un sacerdote chino, 10 años más tarde, este se lleva la sorpresa de encontrar a 4.000 cristianos ya formados.
Los cristianos fueron aumentando y aumentando. Entonces, las autoridades llevadas de un falso temor y animadas ciertamente por el espíritu del mal, proscribieron el cristianismo y decretaron el exterminio de los fieles.
Para evitar una matanza generalizada, se entregaron Mons. Imbert, y los sacerdotes Maubant y Chastan. A ellos primeros los golpearon a bastonazos y luego, el 21 de septiembre de 1839, se les llevó un río a orillas de Seúl donde fueron decapitados.
Escogido como seminarista por ‘acaso’
La persecución continúa, y en 1846 fue martirizado San Andrés Kim, el primer sacerdote coreano martirizado.
El abuelo de San Andrés Kim había sido martirizado, y por ello Andrés valoraba con justicia la fe que le había sido legada. Su padre también fue martirizado y por esto tuvo que ver a su madre pedir limosna en las calles.
En 1836 un misionero que pasaba por su población lo escoge como seminarista. En 1844 es ordenado diácono y un año más tarde sacerdote en Shangai. Regresó entonces a Corea, pero solo pudo servir como presbítero allí por un año y pocos meses, pues en junio de 1846 fue arrestado y 3 meses después decapitado.
Los fieles católicos encontraron entre sus pertenencias una carta que les dirigía a manera de testamento espiritual: “En este difícil tiempo, para ser victorioso se debe permanecer firme usando toda nuestra fuerza y habilidades como valientes soldados completamente armados en el campo de batalla”.
San Juan Pablo II canonizó, el 6 de mayo de 1984, los 103 beatos mártires de Corea, hecho insigne que ocurrió en la propia Seúl. Era la primera vez que en mucho tiempo, ocurría una canonización fuera de Roma.
Con información de Aciprensa
Deje su Comentario