Primero fue agustino, pero Dios lo hizo franciscano. Es llamado ‘santo universal’, por lo conocido y querido que es.
Redacción (13/06/2022 08:29, Gaudium Press) San Antonio de Padua, uno de los más populares de la Iglesia romana.
Es también San Antonio uno de los bienaventurados cuya devoción ha sido deformada por cierta piedad sentimental. Quiera Dios que el conocer hechos de su vida, nos permita honrarlo como verdaderamente merece.
Nace rico pero escoge la pobreza y la vida religiosa
Nace en Lisboa, alrededor de 1195, en el seno de una familia con dinero. Ingresa a los agustinos, pero después de ver los cuerpos martirizados en Marruecos de unos franciscanos, los primeros mártires de esa comunidad, se dijo que quería entregar su sangre y seguir esa vía, por lo que fue recibido en la Orden de San Francisco. Allí cambió su nombre de pila de Fernando por el de Antonio.
Pero ya franciscano y enviado a Marruecos, sufrió allá de hidropesía (acumulación anormal de líquido) por lo que tuvo que regresar a Europa, aún cuando esta vez las condiciones meteorológicas de la travesía lo llevaron a Italia, más exactamente a Sicilia. Era pues lo que Dios quería, llevarlo allá. Dios es nuestro dueño y debemos acatar sus órdenes, que Él se encarga de manifestar de muchas maneras.
En Italia, asistió al primer Capítulo General de la Orden, donde conoció al gran San Francisco, que lo llamaba “mi obispo”.
Cocinero – Gran predicador
Destinado a la provincia romana de Romaña en el norte de Italia, allí llevaba vida de ermitaño; pero también fue cocinero, con toda tranquilidad y humildad, él, que cuando tenía sólo quince años era uno de los mayores conocedores de la Escritura de su tiempo. Sin embargo no pasó mucho tiempo antes que los superiores percibieran sus dones naturales y sobrenaturales, insignes, y lo lanzaron a la predicación, no sólo en Italia sino también en Francia. Del 1221 al 1223 recorre la Romaña, y allí no solo expone la doctrina de Cristo y su Iglesia, sino que combate contra herejes cátaros y patarinos, con gran éxito, tanto que se decía que los herejes tenían verdadero pánico a las discusiones con el Santo de Padua.
San Francisco de Asís quiso que su comunidad no solo fuese docta sino también santa, y nombra a San Antonio primer lector o profesor de Teología de la naciente Orden franciscana, destinándolo a Bolonia.
Pero esta etapa de profesor de San Antonio fue breve, pues atendiendo el llamado del Papa Honorio se traslada a Montpellier, a combatir la herejía de los valdenses. Allí predicaba, polemizaba y también realizó la labor de profesor de Teología, no solo en Montpellier sino en todo el sur de Francia.
Dígase aquí, que no era sólo la luz de su ciencia la que alcanzaba los logros, sino que en hechos comprobados muchas veces realizó verdaderos milagros, lo que aureoleaba también su persona con el prestigio del taumaturgo.
Vuelve a Romaña
En el año de 1227 se traslada nuevamente a Romaña, pues había sido elegido ministro provincial.
Pero ya sus fuerzas naturales comenzaban a disminuir, y por ello se le destina al convento de Arcella, en la vecinanza de Padua y de donde también salía a predicar al sitio que lo mandaran.
Muere en el 1231. Murió por tanto muy joven, a los 36 años. Fue canonizado al año siguiente: tal era lo evidente de su virtud.
No había muerto en Padua. Cuando sus restos se trasladan a esta ciudad, 32 años después de su muerte, las gentes se dan cuenta que su lengua permanecía intacta: milagro con el que Dios quería confirmar que por su boca hablaba Él mismo.
La gran cantidad de favores que la Providencia ha concedido por su intercesión, hace que sea llamado “santo universal”. Es también doctor de la Iglesia.
Con información de Catholic.net
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