Quien va a Roma es comúnmente invitado a conocer las catacumbas de San Calixto, las más famosas de la ciudad, con sus 4 niveles y 20 kilómetros de corredores.
Redacción (14/10/2021 07:09, Gaudium Press) San Calixto, Papa y mártir, el 16º Papa de la Iglesia, era un esclavo que trabajaba en las minas, que habiendo obtenido su libertad se entregó a la enseñanza de la fe de Cristo. Fue Papa entre el 217 al 222.
Quien va a Roma es comúnmente invitado a conocer las catacumbas de San Calixto, las más famosas de Roma, con sus 4 niveles y 20 kilómetros de corredores. En esas catacumbas se encuentra el sepulcro de Santa Cecilia y el de muchos otros mártires. El Papa San Ceferino lo nombró encargado de esas catacumbas, que eran el cementerio de los cristianos, las cuales organizó, administraba bien. El mismo Papa le hizo diácono, y se convirtió en su consejero.
Muerto San Ceferino, el pueblo lo aclamó como nuevo Pontífice, en el 217. Pero pronto tuvo que luchar con Hipólito, quien consideraba que un esclavo liberto no tenía la dignidad para dirigir la Iglesia, y que no gustaba que se admitiese al sacerdocio a alguno que se hubiese casado anteriormente dos o tres veces. También Hipólito combatía otra afirmación de San Calixto, que decía que si un obispo cometía grave pecado, pero luego se arrepentía, no se le debía sustituir.
San Calixto también reconocía la legitimidad de los matrimonios entre esclavos y mujeres libres, algo que estaba prohibido por la ley civil, con lo cual iba sentando bases para afirmar la autoridad de la Iglesia por encima del poder temporal en estos campos.
Hombre penitente
San Calixto era un hombre de ayunos frecuentes y prolongados. Por eso, cuando después, víctima de las persecuciones a los cristianos, fue hecho prisionero, lo echaron a un oscuro calabozo sin alimento, él pudo resistir con alguna facilidad. Los carceleros le preguntaban cómo hacía para mantenerse sereno, y él respondía: “Acostumbré a mi cuerpo a pasar días y semanas sin comer ni beber, y esto por amor a mi amigo Jesucristo, así que ya soy capaz de resistir sin desesperarme”.
Como ocurrió con muchos prisioneros santos, su virtud conmovió a los propios guardianes. Consiguió la curación de la esposa del carcelero en el momento en que esta ya agonizaba, lo que hizo que el propio custodio y toda la familia se bautizara.
En una sublevación, en el 222, se ordenó que lo lanzaran a un pozo, y que cubrieran la boca del pozo con escombros, ocasionando la muerte del Papa. Este es el pozo de San Calixto, donde también se venera la memoria de este Papa, que fue esclavo, administrador de catacumbas, Pontífice, y mártir.
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