Como convertía a muchos, el emperador lo mandó a una cantera de mármol. Ahí también hizo un fructífero apostolado. Tal vez era discípulo de San Pablo.
Redacción (23/11/2024, Gaudium Press) El Santo de hoy es el tercer sucesor del apóstol Pedro, San Clemente I, conocido por algunos como San Clemente Romano. Fue por tanto el cuarto papa. Pero las tradiciones afirman que muy probablemente era contemporáneo de San Pedro y San Pablo. Algunos autores, como Orígenes, dicen que este Clemente es el mencionado por San Pablo en la Carta a los Filipenses como uno de sus compañeros de luchas y apostolado (Flp 4,3). Estaríamos pues hablando de uno que se nutrió con el gran Apóstol de las Gentes.
De su autoría es una espléndida Carta a los Corintios, el primer documento papal que se conserva después de las cartas de San Pedro. A pesar de que la fe progresaba en Corinto, no faltaban los problemas: unos que se creían carismáticos no aceptaban la autoridad de los legítimos pastores y el Papa tuvo que intervenir.
La Carta de Clemente es muy importante en la configuración que los siglos posteriores hicieron del primado de Pedro: es muy consciente el cuarto Papa de su autoridad, y evidencia su poder universal al intervenir en uno de los primeros conflictos de la Iglesia fuera de Roma. Explica en la carta que se debe obedecer la autoridad, que esa autoridad jerárquica en la Iglesia fue establecida por el propio Cristo.
Importante también es que en la Carta a los Corintios de este Papa se alude a la “tradición recibida”, en torno de la cual hay que unirse para obtener la paz. Es decir, no solo establece con paternal fuerza la autoridad de Roma, sino que también muestra como lo que la Iglesia va definiendo en su tradición, tiene fuerza de fe.
Los destinatarios de esta Carta le dieron toda la autoridad que merecía, y cuenta Dionisio de Corinto que 70 años después de ser enviada aún se leía a los fieles en la misa dominical.
Su muerte
Narran tradiciones que fue desterrado por el emperador Trajano a Crimea, pues estaba llevando a muchos al cristianismo, y lo condenó a trabajos forzados. Pero en esas canteras que eran la nueva sede de Pedro también hizo un fructífero apostolado y pronto ya había construido 75 iglesias.
Allá, donde los castigados extraían el mármol, no había fuente de agua cercana. El Papa Santo oró y apareció un manantial, que alivió a todos y ayudó en las conversiones que ya se estaban dando.
Afirman estas tradiciones que habiendo sido condenado a muerte, los verdugos ataron al cuello del Papa un hierro pesadísimo (tal vez un ancla) para que no se pudiese venerar su cadáver después de que lo lanzaran al agua, pero que las olas del mar les devolvieron sus restos a los fieles. Pero hay otras tradiciones que dicen que los ángeles le construyeron un sepulcro en el lecho del mar, y que cada año las olas se abrían milagrosamente para dejar ver el sepulcro. Todos estos hechos lo hacen patrono de las gentes del mar.
San Cirilo y San Metodio retornaron a Roma unos restos que se consideran de San Clemente I, en el año 860.
Con información de Catholic.net
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