No fue fácil para el gobernador Lisias causarles la muerte.
Redacción (26/09/2020 16:09, Gaudium Press) San Cosme y San Damián eran dos hermanos gemelos, medicos, que vivieron en el S. III., naturales de Arabia.
Los llamaban los “no cobradores”, porque a los pobres no les pedían dinero, solo unos minutos para hablarles de Jesucristo.
La gente los apreciaba mucho, y ese aprecio hacía que su apostolado fuera muy fructífero, lo que no podía gustar al demonio, y a sus secuaces romanos de entonces.
El gobernador de la provincia de Cilicia, Lisias, buscó que dejaran de predicar. Evidentemente no lo logró.
Entonces, dio la orden de que los echara al mar. Pero se dio el prodigio de que una ola gigantesca los devolvió a la orilla. En lugar de ver en ello la mano de Dios, se empecinó Lisias en darles muerte, y ordenó que los quemaran.
Pero en el cadalso, las llamas no los alcanzaron, sino que se fueron contra los verdugos, y los quemaron.
Finalmente Lisias ordenó que fueran decapitados, lo que ocurrió.
Pero como ocurre con frecuencia, en la tumba de estos dos mártires empezaron a obrarse prodigios.
Y por eso, aquejado de grave enfermedad, el emperador ya cristiano de Constantinopla Justiniano pidió la intercesión de San Cosme y San Damián, y fue curado. Fue después con sus más altos funcionarios hasta la propia tumba, para agradecer a los Santos, lo que hizo que la fama de estos aumentara notablemente.
En el mundo entero se han construido iglesias para honrarlos.
Con información de EWTN
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