viernes, 22 de noviembre de 2024
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San Enrique II emperador: la gracia de que la máxima figura civil de una era sea santo

La santidad es para todos, para una empleada doméstica como Ana María Taigi, para una religiosa como Santa Teresita y también para un emperador.

San Enrique Emperador

Redacción (13/07/2023 07:42, Gaudium Press) La santidad es para todos los estados de vida. Para una empleada doméstica como Ana María Taigi, para una religiosa joven como Santa Teresita del Niño Jesús, pero también para un emperador como el santo de hoy, San Enrique II (973-1024), monarca del Sacro Imperio Romano Germánico. Qué gracia para una época que su personaje más importante en el campo civil haya sido santo.

La fe en la gran Edad Media

Emperadores buenos los hubo varios. Comenzando por el gran Carlomagno, de quien San Enrique descendía. Pero declarado Santo por la Iglesia, solo el que hoy conmemoramos.

Es cierto también que hubo emperadores no buenos, pero por lo menos en esos tiempos donde ya podemos hablar de Cristiandad – es decir, de conjunto de naciones cristianas – la fe era la principal preocupación de la mayoría de las gentes.

El hermano de Enrique era el obispo Bruno, su hermana Brígida fue monja, su otra hermana Gisela fue esposa de San Esteban, rey de Hungría.

Tuvo la fortuna inmensa de tener un tutor santo, San Wolfgan, obispo de Ratisbona, a quien su madre lo confió desde tierna edad, y que lo forma en sabiduría pero sobre todo en virtud.

Hijo de Enrique II el Pendenciero, o también el Batallador, al morir su padre heredó el ducado de Baviera, y cuando muere su primo el Emperador Otón III sin descendencia, sube al trono del Imperio, según disposición de los príncipes electores. Esto ocurrió en el año 1002.

Como todo monarca de esas eras, tiene que luchar para mantener la paz del reino, y también consolidar sus fronteras, particularmente contra el Principado de Polonia. También lucha contra los bizantinos y restaura en el trono de Pedro a Benedicto VIII.

Un día va a Roma y es coronado como emperador del Sacro Imperio Romano Germánico junto con Santa Cunegunda su esposa: También, qué gracia para un santo emperador tener como consorte a una santa emperatriz. Su estilo de gobierno combinaba firmeza y suavidad. Fue un gran estratega militar.

Era fuerte, era piadoso

Se apodaba a San Enrique II como “el piadoso”, pues siempre tuvo como intención favorecer la piedad cristiana, y él la practicaba, es decir era hombre de contemplación y meditación.

También quiso una reforma espiritual del clero y con tal motivo convoca un Concilio en Frankfurt, de donde surgen normas disciplinarias que luego San Enrique busca hacer cumplir. Igualmente: Bellos tiempos estos en los que los laicos respetan a sus sacerdotes, pero saben que es preciso que estos también sean santos.

Nos cuenta la historia que es a su cuñado, San Esteban de Hungría, a quien se debe la cristianización de ese reino magiar. También ahí se ve la influencia del Emperador santo de hoy, pues había puesto como condición al Rey Esteban de Hungría, para concederle la mano de su hermana, que propagara el catolicismo por sus tierras.

Esto es algo que también hizo de forma incansable San Enrique Emperador, quien por doquier levantaba iglesias, construía conventos, apoyaba de todas las maneras la evangelización. Instituyó muchas sedes episcopales. Colaboró en demasía con la gran orden religiosa de entonces, la de Cluny. Fue gran amigo del abad de Cluny, el gran San Odilón.

Emperadores santos, Emperatrices santas, reyes santos, abades santos: se recuerda la expresión de León XIII, de que hubo una época en que la filosofía del Evangelio gobernaba las naciones…

Murió un día que nadie lo esperaba, el 13 de julio de 1024, teniendo apenas 51 años.

Cuando ya sentía que se avecinaba la hermana muerte, llama a su lecho de dolor a los grandes del reino y a los padres de su esposa santa Cunegunda y les dice: “He aquí a la que vosotros me habéis dado por esposa ante Cristo; como me la disteis virgen, virgen la pongo otra vez en las manos de Dios y vuestras”.

Fue canonizado en el 1146 por el Beato Eugenio III.

Magnífico ejemplo esta gran vida, de cómo se puede ser santo cumpliendo altas funciones civiles, siempre bajo el auxilio de la gracia divina y alimentado por la piedad.

Con información de Aciprensa y Catholic.net

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