San Félix sufrió la persecución del emperador Decio. No quiso ser obispo, por humildad. Su tumba pronto fue centro de peregrinación.
Redacción (14/01/2024, Gaudium Press) La vida de San Félix de Nola, uno de los santos de hoy, es contada por otro santo, tal vez más famoso, San Paulino de Nola.
San Félix – que nació en Nola en el S. III, colonia romana cerca a Nápoles – donde su padre, que había servido en el ejército, había adquirido propiedades y se había establecido.
Cuando muere su padre, las propiedades pasan a manos de los dos hijos, Félix y Hermías, quien seguiría el camino de las armas. En cambio Félix atendería el llamado de Jesucristo, repartiría sus riquezas a los pobres, y sería ordenado presbítero por San Máximo, obispo de Nola, que lo tuvo como uno de sus más útiles servidores.
Cuando se desata la persecución del emperador Decio, terrible persecución a los cristianos, San Máximo va al desierto para desde allí seguir guiando al rebaño; y por ello los perseguidores se ensañan con San Félix, que había quedado cumpliendo altas funciones en Nola.
Azotado, cargado de cadenas
Tal vez fuera por rabia por no haber hecho prisionero al Obispo Máximo, lo cierto es que la saña del gobernador se dirigió al presbítero Félix. Lo mandó a azotar, lo cargó con cadenas, lo envió a una celda con el suelo cubierto de trozos de vidrio, para que el santo no pudiese recostarse ni casi estar de pie, sin hacerse daño.
Pero una noche, como pasó con San Pedro, se le apareció un ángel luminoso y le dijo que fuera en ayuda de su Obispo.
Las cadenas cayeron por tierra, las puertas de la prisión se abrieron, y San Félix, siempre tras la guía del ser luminoso, fue conducido hasta el lugar donde San Máximo oculto yacía sin conocimiento, medio muerto de hambre y frío.
Félix no tenía cómo socorrerlo, pero oró y misteriosamente apareció un racimo de uvas, algunas de las cuantas exprimió en los labios de su prelado. Este recupera el conocimiento y pide que lo lleven a su casa en Nola, donde una mujer discretamente lo cuida.
San Félix se esconde
Después de estos hechos San Félix se esconde, y así permanece hasta que Decio muere en el 251. Pero aunque con la muerte del Emperador la persecución disminuyó, no desapareció. Y cuando vuelve a aparecer San Félix, los paganos se confabulan y buscan capturarlo, lo que dio lugar a otro hecho prodigioso, y es que por un favor de Dios no lo reconocieron. Le preguntaron al propio santo que donde estaría Félix y el santo dio respuestas evasivas. Poco después cayeron en cuenta que habían hablado con el propio buscado, pero cuando regresaron al sitio del interrogatorio San Félix ya se había ido.
Tuvo que esconderse San Félix por otros 6 meses, esta vez en un pozo casi seco, donde una cristiana le llevaba alimentos. Al final cesó completamente la persecución y San Félix pudo reiniciar su apostolado con relativa calma.
Muerte de San Máximo
Cuando muere San Máximo, el pueblo rápidamente manifestó el deseo que lo sucediese en el episcopado San Félix, y así lo escogen. Pero éste, humilde, terminó convenciendo a las gentes que eligieran a un sacerdote de más edad.
Vivía San Félix su vida sacerdotal en la humildad, la pobreza y el apostolado, edificando con su ejemplo al pueblo. Era pobre, pero vivía auxiliando a los pobres con las limosnas que conseguía.
Sin embargo, su figura se fue haciendo más famosa después de su muerte, y pronto comenzaron las peregrinaciones a Nola, para visitar el santuario del santo.
Con información de El Testigo Fiel
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