miércoles, 12 de marzo de 2025
Gaudium news > San Francisco de Paula, profeta, hacedor de milagros, anunció la Orden de los Crucíferos

San Francisco de Paula, profeta, hacedor de milagros, anunció la Orden de los Crucíferos

San Francisco de Paula, fundador de la Orden de los Mínimos, nació en Paola, una pequeña ciudad de Calabria, en 1416. Sus padres le dieron el nombre de Francisco en honor al santo de Asís, a quien atribuyeron su nacimiento.

Sao Francisco de Paula 768x652 1

Redacción (, Gaudium Press) Los padres de San Francisco de Paula, pequeños propietarios rurales de Paola, Calabria –Sur de Italia–, no tuvieron hijos durante quince años después de su matrimonio, y rogaron a San Francisco de Asís que les concediera esta gracia.

Un día, una lengua de fuego, acompañada de melodías angelicales, se cernió sobre su casa, atrayendo a mucha gente de los alrededores. Algún tiempo después el Santo vino al mundo. Era el año 1416.

A la edad de catorce años, sus padres hicieron una peregrinación a varias ciudades, entre ellas Roma y Asís, y lo llevaron con ellos.

En el viaje se percató de la inmensa decadencia moral y religiosa que imperaba en toda la sociedad. Al regresar a Paula, decidió vivir en una cueva cercana, llevando una vida de oración y rigurosa penitencia.

Su ejemplo atrajo a varios hombres que se instalaron en cabañas cercanas. Después de cinco años, formaron una comunidad siguiendo una regla establecida por Francisco. Otros como éste se establecieron en muchos lugares y el nombre del ermitaño llegó a ser conocido en Europa.

Escribió la regla para la Congregación que se había formado y le dio el título de “Orden de los Mínimos”, ya que se consideraban los últimos en la casa del Señor. Su estilo de vida, caracterizado por la oración constante y grandes penitencias, llegó a llamarse “Cuaresma perpetua”.

De esta manera, los miembros de esta nueva Orden, practicando de manera excelente la humildad –se llamaban “mínimos”– y el espíritu de sacrificio, se opusieron radicalmente a la Revolución que promovía el orgullo y la sensualidad.

Dios le dio el don de hacer milagros: curó a paralíticos, leprosos, ciegos, sordos y mudos, además de realizar resurrecciones.

Reprendió al rey de Nápoles

A petición del rey de Nápoles, Ferrante I, que era cruel y llevaba una vida lujosa, fue a aquella ciudad y se presentó al monarca.

Después de varias conversaciones con San Francisco, Ferrante le ofreció una bandeja de plata llena de monedas de oro para que construyera un convento.

El hombre de Dios le dijo:

Acordaos, Majestad, que Dios puso el cetro en vuestras manos para procurar la felicidad y bienestar de sus vasallos y no para satisfacer vuestros excesivos deseos de orgullo y vanidad. ¿Crees que no existe el infierno para quienes gobiernan?

Y añadió: “Os conjuro a enmendar inmediatamente vuestra conducta y a mejorar vuestro gobierno. ¡Si no restablecéis el orden, la paz y la justicia en el pueblo, vuestro trono caerá y vuestro linaje pronto se extinguirá!

Para confirmar sus palabras, el Santo tomó una moneda, la apretó y de ella brotó sangre. Y dijo: “¡He aquí la sangre de vuestros súbditos que clama venganza ante Dios!”

Pero el rey continuó su vida de pecado y su linaje se extinguió durante la vida de San Francisco.

Recepción apoteósica en Francia

Luis XI, rey de Francia, por su política llena de trucos e intrigas, recibió el apodo de “Araña”.

Aquejado de una grave enfermedad, le escribió cartas pidiéndole que fuera a visitarle al castillo de Plessis-les-Tours –en el oeste de Francia–, pero el eremita le respondió que no podría asistir debido a sus intensas ocupaciones y a la distancia. Entonces, el monarca apeló al Papa Sixto IV quien le dio la orden de realizar el viaje.

Allí acudió San Francisco, siendo recibido de manera apoteósica en el castillo. Luis XI se arrodilló a sus pies y le rogó que le prolongara la vida. El hombre de Dios le recomendó que pusiera su conciencia en orden.

Entonces ocurrió un milagro mayor que la resurrección de un cuerpo. El monarca, que había vivido durante años en pecado, se reconcilió con el Creador y le entregó su alma el 30 de agosto de 1483, suplicando: «¡Señora Nuestra, mi buena Madre, ayúdame!».

Consejero de reyes

A petición de la familia real, el ermitaño de Paula permaneció en Francia como consejero durante la regencia de Ana de Beaujeu y el reinado de Carlos VIII, hijos de Luis XI.

Carlos VIII le pidió consejo incluso en cuestiones de gobierno y ordenó la construcción de un convento para los Mínimos.

Apoyó espiritualmente a Santa Juana de Valois, hija de Luis XI y esposa de Luis XII, quien fue severamente perseguida por ambos. Y la guió hacia la fundación de la Orden contemplativa de las Anunciadas, en honor a la Anunciación de Nuestra Señora, en la ciudad de Bourges – Centro de Francia.

Y guió al Rey de España, Fernando el Católico, especialmente en los asuntos relativos a las guerras de Reconquista y a la expansión de la Fe en el Nuevo Mundo, es decir, el continente americano descubierto por Colón.

Orden de los Santos Crucíferos

Poseía el don de profecía en grado eminente. La más importante de sus predicciones se refiere a la Congregación de los Santos Crucíferos de Jesucristo que, según le reveló la Divina Providencia, surgiría en tiempos futuros.

Esta Orden Religiosa, dice San Francisco, hará más bien al mundo que todas las demás juntas. Su Fundador será llamado el Vencedor, porque vencerá al mundo, al diablo y a la carne.

San Luis María Grignion de Montfort (1673-1716), en su famosa “Oración ardiente”, pide a Dios:

Escucha los designios de tu misericordia, suscita de tu diestra hombres, como los que mostraste a algunos de tus mayores servidores, a quienes diste luces proféticas, a un san Francisco de Paula…”[1]

Cuerpo incorrupto quemado por protestantes

En el año veinticuatro de su estancia en Francia, la Divina Providencia le advirtió que la muerte se acercaba.

Para prepararse, se encerró en su celda, se negó a recibir visitas de nadie y permaneció allí durante tres meses. El Domingo de Ramos de 1507, fue atacado por una fuerte fiebre.

El Jueves Santo recomendó a sus hijos espirituales, que estaban a su alrededor, una excelente fidelidad a la Regla y les lavó los pies. Se confesó y, con una cuerda alrededor del cuello como estipulaba la Regla para ese día, recibió la Sagrada Eucaristía.

El Viernes Santo, 2 de abril de 1507, a la edad de 91 años, entregó su alma al Creador. Su cuerpo, expuesto a los fieles durante once días, exudaba un dulce perfume.

Había fundado 33 conventos en cuatro naciones europeas. En 1562, los hugonotes –protestantes calvinistas–, por odio a la Iglesia católica, invadieron el convento de Plessis y quemaron su cuerpo incorrupto. Sólo se recuperaron unos pocos huesos.[2]

Por Paulo Francisco Martos

Nociones de Historia de la Iglesia

___

[1] SAN LUIS MARÍA GRIGNION DE MONTFORT. Tratado sobre la verdadera devoción a la Santísima Virgen. Petrópolis: Voces. 8ª ed. 1974, pág. 301.

[2] Cf. CASTIGLIONE, OM, Antonio. San Francisco de Paula: vida ilustrada. 4ª ed. Paola: Publiepa, 1989; ROHRBACHER, René-François. Vidas de los Santos. Sao Paulo: Editorial de las Américas. 1959, v. VI, pág. 26-36;

Deje su Comentario

Noticias Relacionadas