jueves, 21 de noviembre de 2024
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San Gaudencio de Brescia, iba de peregrino a Jerusalén cuando lo ‘amenazan’ para que acepte el Obispado

De Oriente regresó con muchas reliquias.

San Gaudencio

Redacción (25/10/2023, Gaudium Press) San Gaudencio de Brescia fue obispo por aclamación popular, porque lo obligaron, no porque estuviera buscando el puesto, algo muy común en la antigüedad cristiana.

Estaba caminando en peregrinación hacia Jerusalén, cuando muere el obispo de Brescia, San Filastrio, que fue un develador de herejías, función en la que fue bien sucedido por Gaudescio.

Se reúne la gente de Brescia a la muerte de su jerarca, reconocen la virtud de Gaudescio y hacen un juramento: no aceptarían otro obispo más que este.

Por ello el gran San Ambrosio de Milán, junto a otros prelados vecinos de Brescia, fuerzan el regreso del peregrino, aunque San Gaudescio no quería. Incluso obispos de oriente le dijeron que si no obedecía le negaban participar de sus comunidades. Tuvo que volver, fue así vencida su humildad.

El discurso de posesión del obispado es una obra prima de humildad; ahí se excusa de que hable presuntuosamente, algo que atribuye a su juventud.

De oriente trajo sabiduría, experiencia y muchas reliquias, que depositó en una basílica a la que llamó Concilium Sanctorum, algo así como ‘reunión de santos’.

Una embajada no bien sucedida

Un día fue mandado como embajador con otros dos obispos ante el emperador oriental Arcadio, al parecer el primer emperador romano de oriente. La embajada era de parte del hermano de Arcadio, Honorio, que era emperador en occidente, y también de parte del Papa. Pero la embajada fue interceptada en Atenas, y después de ser enviados a Constantinopla, lo dejaron tres días en un barco sin comida. Luego son mandados a Tracia. Lo que se quería es que estos obispos entraran en componendas con Ático, que había suplantado ilegítimamente a San Juan Crisóstomo en el Arzobispado de Constantinopla. San Juan Crisóstomo había sido exiliado. Pero los embajadores mantuvieron con firmeza que el obispo legítimo de Constantinopla era el Crisóstomo, por lo que se negaron a reunirse con Ático, incluso a pesar del ofrecimiento de mucho dinero.

Entonces, fue puesto San Gaudencio en un barco dañado y que no podía navegar, y se afirma que el capitán tenía orden de hundir el barco. Pero sorpresivamente, el barco llega a Lampsaco, y luego a Italia, a Otranto. Fue una aventura de cuatro meses.

San Gaudencio dejó al menos 21 tratados, de diversos temas, varios sermones pascuales. Ya en su tiempo, copistas hacían circular versiones no autorizadas de sus sermones, que el obispo Gaudencio lamentaba.

Descansan sus restos en Brescia, en la iglesia de San Juan Bautista, donde quedaba la iglesia Concilium Sanctorum.

Con información de la Enciclopedia Católica

 

 

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