Era Gregorio un romano de alta alcurnia, al principio un poco mundano.
Redacción (12/03/2023 09:23, Gaudium Press) Celebra la Iglesia hoy a San Gregorio Magno.
Era San Gregorio un romano de alta alcurnia, hijo que fue del rico senador Gordien. De joven no pensaba en la carrera eclesiástica, sino que se dedicó a los estudios, lo que hizo que Justino el Joven lo hiciera Pretor, es decir, administrador de justicia sólo debajo del cónsul.
De mundano que era, se convierte pobre monje
Era demasiado mundano en ropas y trajes, y había el temor que disipase la fortuna que le había legado el padre. Pero a la muerte de este ocurre un cambio drástico, inesperado: usa el dinero para fundar siete monasterios, seis en Sicilia y uno en Roma, da a los pobres esos trajes por los cuales tanto se había desvivido, e ingresa en el claustro de San Andrés para tomar el hábito de monje, del cual pronto se tornó abad por lo brillante de su virtud. Su deseo de grandeza mundana se había trocado por deseo de ser grande en el cielo, y Dios lo premió haciéndolo verdaderamente grande también aquí en la Tierra: él es Magno.
Caminando por el mercado de Roma, vio un día unos cautivos que estaban siendo vendidos como esclavos. Admiró la belleza de su raza y preguntó de donde provenían. “Son Anglos”, le fue dicho, a lo que el santo retrucó que “Non angli sed angeli”, es decir ‘No son anglos sino ángeles’. Pidió al Papa Benedicto I la autorización para ir a evangelizar a estas gentes, pero apenas salido de Roma el pueblo le exigió al Pontífice su regreso.
Fue hecho diácono en el año de 578, y luego enviado a Constantinopla por Pelagio II para unas negociaciones. Varios años estuvo en la sede del imperio romano de oriente, haciéndose apreciar también por sus gentes.
Muerto el Papa Pelagio, fue el propio pueblo el que lo aclamó como Pontífice. San Gregorio no quería; huyó, se refugió en una caverna, pidió al Emperador que no confirmara su elección, pero todo fue inútil, y gracias a Dios fue hecho Papa el 13 de septiembre de 590.
No faltaban los enemigos, que lo acusaban de disimulación e hipocresía. Pero la vida entera de este santo es una respuesta a estas infamias. Su palacio se volvió un monasterio; vivía en la pobreza. Repartía mucho dinero a los pobres. Vivía para la instrucción cristiana del pueblo.
Luchó por la conversión de los duros lombardos, combatió fuertemente el arrianismo, esa doctrina malévola que negaba la condición divina a Cristo.
El deseo de convertir a los anglos siempre permaneció en su espíritu. En el año 595 envía misioneros bajo la dirección del monje Agustín. Estos llegaron dos años después al reino de Kent, donde su apostolado fue coronado con el éxito. El rey Ethelbert y una gran parte del pueblo se convirtieron a la fe cristiana.
Reformó la liturgia. Reguló el orden de los salmos, oraciones y cánticos. Instituyó una academia de cantores, y él mismo daba lecciones de gregoriano a los jóvenes clérigos. Transformó templos paganos en iglesias.
Algunos dicen que fue el fundador de la Edad Media. Otros afirman que lo fue San Benito, otros que Carlomagno. Lo cierto es que de esa altura es el personaje que estamos hoy considerando. Pero en materia de jerarquía eclesiástica, se puede decir que San Gregorio Magno cierra el ciclo de la lucha contra el paganismo, además es casi el aplastador definitivo del arrianismo, e inaugura los tiempos de la expansión y conquista espiritual del cristianismo. Es solo pensar que este Papa enseñó el gregoriano, que es como la voz de la Iglesia. Y después de todo, le quedó tiempo para escribir, para dejar a los siglos futuros las luces de un Doctor de la Iglesia.
Sufría de algunas enfermedades, que como la gota a veces lo amarraban a su lecho. Pero estas nunca amilanaron su fuerza de espíritu, su actividad incansable.
Persiguió la brujería, la simonía, que veía en este Papa a un adversario altamente temible.
Sus comentarios a la Sagrada Escritura influyeron notoriamente en el pensamiento de la Edad Media. Con San Ambrosio, San Agustín y San Jerónimo, es uno de los cuatro grandes doctores de la Iglesia Latina.
Muere el 12 de marzo del 604, después de trece años de pontificado.
Su legado
San Gregorio Magno es, decíamos, como el cerrar definitivo de la puerta del paganismo romano y la apertura de la puerta de la Edad Media. Él ayudó a clausurar el paganismo y sus costumbres, exterminó el arrianismo, y aparece como el iniciador de la construcción de la nueva era que inicia, la de la Europa enteramente cristiana.
Decía el Prof. Plinio Corrêa de Oliveira que con el canto gregoriano él como que dio voz a la Edad Media que nacía.
De él partió el impulso misionero a las islas británicas, que después defluyó en beneficios, con los grandes misioneros de Inglaterra e Irlanda hacia Europa, más exactamente a Alemania. Es decir, San Gregorio Magno fue regando por doquier semillas de la Edad Media.
Buscó verdaderamente cristianizar al imperio romano de Oriente, que se bamboleaba entre la fidelidad a la sede romana y el cisma, y que definitivamente se terminó separando. Si los bizantinos hubiesen sido fieles a la voz de San Gregorio Magno, el brillo de la Cristiandad hubiese sido incomparable.
San Gregorio Magno puede ser perfectamente el patrono de una nueva Edad Media…
Deje su Comentario